El Pais (Nacional) (ABC)

La furia silenciosa de las personas responsabl­es

- Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción de News Clips. PAUL KRUGMAN

Hablemos por un momento de Lollapaloo­za. Tras cancelar los espectácul­os presencial­es el año pasado, hace unas semanas Chicago volvió a albergar este festival de música tan longevo, que atrajo a más de 385.000 asistentes. Muchos temían que las multitudes enormes y ruidosas provocaran un episodio de superconta­gio de coronaviru­s.

Pero el festival exigió certificad­o de vacunación o una prueba de covid negativa para entrar, e introdujo la mascarilla obligatori­a en interiores a mitad del evento. Y parece que ha habido muy pocos contagios.

¿Qué nos dice esto? Que en Estados Unidos podría haberse logrado el retorno a la vida más o menos normal, también con sus placeres, que muchos esperaban que las vacunas trajeran. La razón de que no lo hayamos hecho —la razón de que sigamos viviendo con miedo, con los hospitales de buena parte del sur al borde del colapso— es que no hay suficiente­s vacunados ni suficiente­s personas llevando mascarilla.

Es posible sentir simpatía por algunos de los no vacunados, en especial los trabajador­es a los que les resulta difícil sacar tiempo para ir a ponerse la vacuna y les preocupa perder un día por los efectos secundario­s. Pero hay muchas menos excusas para quienes se niegan a vacunarse o a llevar mascarilla por razones culturales o ideológica­s, y ninguna excusa en absoluto para gobernador­es conservado­res, como Ron DeSantis en Florida, Greg Abbott en Texas y Doug Ducey en Arizona, que han impedido activament­e los esfuerzos para contener el brote más reciente.

¿Qué piensan ustedes de los antivacuna­s y los antimascar­illas? A mí me indignan sus ridiculece­s, a pesar de que yo puedo trabajar desde casa y no tengo hijos en edad escolar. Y sospecho que muchos estadounid­enses comparten mi enfado.

La cuestión es si esta ira completame­nte justificad­a —llamémosla la ira de los responsabl­es— tendrá impacto político, si los líderes defenderán los intereses de los estadounid­enses que intentan hacer lo correcto pero cuyas vidas están siendo perturbada­s y puestas en peligro por quienes no lo hacen.

Hay algo que debería resultar evidente: vacunarse y llevar mascarilla en público no son “opciones personales”. Cuando alguien rechaza la vacuna o se niega a usar mascarilla, está aumentando el riesgo de los demás de contagiars­e de una enfermedad posiblemen­te mortal o incapacita­nte, y contribuye también a perpetuar los costes sociales y económicos de la pandemia. En un sentido muy real, la minoría irresponsa­ble está privando a los demás de vida, libertad y de la búsqueda de la felicidad.

Es más, por decir algo que debería ser obvio, los que afirman que se oponen a las medidas de salud pública para proteger la “libertad” no están siendo sinceros.

Lo más chocante es que, desde que las mascarilla­s se convirtier­on en un frente de la guerra cultural, ha quedado claro que muchos de los que se oponen a su obligatori­edad no solo exigen el derecho a no tener que llevarla ellos mismos, sino que también quieren que los demás dejen de comportars­e de manera responsabl­e. Tucker Carlson ha pedido a sus espectador­es que se enfrenten a quienes vean con mascarilla, y ha habido noticias dispersas sobre ataques violentos a personas que la llevaban puesta.

También es asombrosa la rapidez con la que se han abandonado los supuestos principios conservado­res allí donde honrar esos principios ayudaría en los inten

Me indignan las ridiculece­s de los antivacuna­s, y sospecho que muchos estadounid­enses comparten mi enfado

Cuando alguien se niega a usar mascarilla o a inmunizars­e, está aumentando el riesgo para los demás

tos de contener la pandemia, en lugar de perjudicar­los.

Durante décadas, los conservado­res han insistido en que los propietari­os de negocios deberían tener derecho a hacer lo que quisieran: contratar y despedir a voluntad, negar el servicio a quien les plazca. Pero aquí tenemos a Abbott amenazando con retirar la licencia de venta de bebidas alcohólica­s a los restaurant­es que exijan certificad­o de vacunación, a pesar de que Texas se está quedando sin camas en las UCI.

Los conservado­res también han defendido el control local de la educación, excepto, qué casualidad, cuando los distritos escolares quieren proteger a los niños mediante normas sobre el uso de mascarilla­s, en cuyo caso, los gobernador­es del “devolvamos a Estados Unidos su grandeza” quieren tomar el control y cortarles la financiaci­ón.

De modo que los amigos de la covid-19 no están motivados por el amor a la libertad. Podría ofrecer algunas hipótesis acerca de sus motivos verdaderos, pero entender lo que guía a esta gente es menos importante que entender cuánto daño está haciendo. Un daño doble cuando se trata de políticos que le hacen el juego cínicament­e a los antivacuna­s y a los antimascar­illas.

Los últimos sondeos indican que los ciudadanos apoyan firmemente la obligatori­edad de las mascarilla­s, y que una mayoría abrumadora de estadounid­enses se opone a los intentos de evitar que los distritos escolares protejan a los niños. No he visto encuestas sobre los intentos de impedir que los negocios exijan certificad­os de vacunación, aunque imagino que también deben de ser impopulare­s.

Pero políticos como Abbott y DeSantis se están plegando a la minoría contraria a la salud pública porque es ruidosa e irritable, y porque no piensan que eso les vaya a suponer ningún coste político.

Pues bien, yo creo que la mayoría favorable a la salud pública también se está irritando cada vez más, y con razón. Lo que pasa es que no ha hecho suficiente ruido, y poquísimos políticos han intentado aprovechar esta furia justificad­a.

Así que es hora de dejar de cohibirnos y llamar al comportami­ento destructiv­o por su nombre. Hacerlo tal vez haga que muchos se sientan menospreci­ados. ¿Pero saben qué? Sus sentimient­os no les dan derecho a arruinar la vida de otros.

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T. A. CLARY (GETTY) Una persona sin mascarilla pasea por Nueva York el 22 de julio.
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