Fondos de impacto: más allá del postureo
La estrategia de invertir en compañías que demuestren su compromiso con el medio ambiente y la sociedad está en auge, y ha venido para quedarse
Ni filantropía, ni altruismo, ni renuncia alguna a obtener rentabilidad. Ni tampoco solo la aplicación de criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG) a la hora de seleccionar las inversiones. La inversión de impacto es un paso más hacia adelante. Según la Red Mundial de Inversiones de Impacto (Global Impact Investing Network o GIIN, por sus siglas en inglés) se trata sí de una estrategia de inversión centrada en compañías que persiguen provocar un impacto positivo en el terreno económico, social y medioambiental, como sucede con la Inversión Socialmente Responsable (SRI, por sus siglas en inglés). No basta, sin embargo, solo con buscar esos objetivos. En la inversión de impacto tiene que haber resultados cuantificables, medibles. Han de dejar huella y deben dar cuenta de ello a través de los informes correspondientes. Por supuesto, la inversión de impacto persigue ser rentable, como cualquier otra. De hecho, hasta ahora, y con las cifras que proporciona el creador de índices MSCI en su estudio de rentabilidad-riesgo de los índices SRI versus los convencionales, el resultado es positivo. A 30 de junio de 2021 (últimos datos disponibles), la rentabilidad anualizada, por ejemplo, del MSCI Europa a tres años es del 12,5% frente a un 8,71% del MSCI tradicional; a cinco años, el MSCI World SRI ofrece unas ganancias del 17,07%; el MSCI convencional, del 15,44%. Por la parte de riesgo que asume el inversor, los números dicen que tanto a tres, cinco, como a 10 años, la volatilidad es menor en cualquiera de los MSCI SRI (Europa, Mundo, USA o Mercados Emergentes) que en los tradicionales.
La inversión de impacto aún está empezando a despegar. Según explica Randeep Somel, gestor de inversión de impacto de M&G, los datos de la GIIN dicen que en este segmento de mercado ya se mueven unos 600.000 millones de euros aún mayoritariamente invertidos en deuda privada y capital riesgo. A su juicio, su desarrollo no ha hecho más que empezar, aunque desde 2015 registra tasas de crecimiento anual en torno al 17%. “Es cierto que la inversión de impacto en acciones cotizadas es algo todavía relativamente nuevo, pero crecerá, porque cada vez más los inversores o la propia regulación empujan con más fuerza a las empresas de inversión a hacer lo correcto. Cada vez será más común y esto debería ayudar a mejorar la imagen del capitalismo, así como la salud de nuestro planeta. Por nuestra parte ya tenemos más de 140 compañías en el punto de mira y estamos viendo cómo llegan importantes flujos de capital”, asegura.
El pasado mes de marzo entró en vigor el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea (SFDR). En él se deja clara la diferencia entre la inversión con criterios ASG y la de impacto con vistas a empresas, gestoras, entidades de crédito o asesores financieros. Al primer tipo se adaptan los llamados “productos del artículo 8”; al segundo, los “productos del artículo 9”. Los fondos de inversión de impacto están en este último y “aún la oferta es escasa”, explica Sebastien Senegas, responsable de Edmond de Rothschild AM para España e Italia. Para este experto, “poco a poco van a ir ganando terreno. No solo hay buenas oportunidades de negocio, sino que además esta forma de inversión, en la que se ven los resultados en lo social, lo medioambiental…, es necesaria”. Desde su punto de vista, en cinco o 10 años “ni siquiera hablaremos casi de esto. Toda la industria financiera será ASG y una buena parte de ella, además de impacto. Los flujos de capital hacia este tipo de inversión cada vez son mayores; las empresas se van convenciendo, y para todos aumenta la rentabilidad a medio y largo plazo”.
Para Álvaro Antón Luna, responsable nacional de Aberdeen Standard Investments, “somos la primera generación y la última que podemos cambiar el mundo a mejor. Somos los primeros conscientes de sus problemas económicos, medioambientales, organizativos… y los últimos que podemos solucionarlos”.
A su entender, el camino a recorrer por la inversión de impacto que busca resultados concretos aún es largo. “Sabemos que la transición será lenta, pero si no se hace no habrá futuro”, recalca. Reconoce que aún son pocos los fondos de inversión democráticos (al alcance del inversor particular) que existen, pero, a su juicio, serán cada vez más. “Nosotros contemplamos ya un universo de unas 400 compañías, aproximadamente. Es cierto que es menor que el que se contempla en una inversión global y que se pueden perder temáticas, pero a cambio ganas protección y, desde luego, no necesariamente pierdes rentabilidad a medio y largo plazo”.
Las firmas deben demostrar con hechos su contribución al bienestar
Su rentabilidad, según los índices MSCI, supera a la de los vehículos convencionales
La oferta actual es escasa, pero los expertos creen que solo pueden crecer
Banca ética
En Triodos Bank han querido dar un paso adelante respecto a la inversión de impacto. Según dice Cristina Martínez, gerente de productos de Inversión y Ahorro de esta entidad, “llevamos 40 años trabajando desde el punto de vista de la banca ética y hoy mantenemos esta visión, lo que nos ha llevado a lanzar una plataforma de distribución de, por el momento, 12 fondos de impacto, de los cuales nueve se acogen precisamente al artículo 9 del Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea y otros tres están pendientes de su aprobación en su país de origen”. Pertenecen, según explica Martínez, a tres gestoras distintas, son de renta fija o variable (para facilitar la diversificación), y no se cobran comisiones de suscripción ni de reembolso, ni se exigen mínimos de entrada. “Respecto a sus comisiones de gestión están en la media, un 1,75% el más caro, lo que no creemos que drene rentabilidad”.
A la pregunta de si la inversión de impacto no será más que otra de las muchas modas pasajeras del mundo de la inversión, todos los expertos consultados rechazan la idea con fuerza. Para Martínez, “una demostración de que esto no es así es que la ratio de rotación de las carteras de la inversión de impacto es bajísima. El compromiso con las compañías que realmente trabajan para un mundo mejor es altísimo”.