El Pais (Nacional) (ABC)

17 policías ante una misión imposible

El cuerpo de seguridad de la Embajada de España en Kabul asumió desde el principio la operación de evacuación masiva

- P. ORTEGA DOLZ, Guadalajar­a

En las primeras horas del 15 de agosto, los 17 agentes de la Policía Nacional que conformaba­n el cuerpo de seguridad de la Embajada de España en Kabul comenzaron a percibir cosas extrañas. “Nuestros colaborado­res afganos no hablaban igual”, “ellos nunca iban a decirnos que algo iba mal ni a demostrar miedo, pero cuchicheab­an”, “el comportami­ento del equipo de seguridad perimetral era distinto”... El jefe del dispositiv­o decidió sacar “dos vehículos blindados a la calle y seis hombres” para ver lo que estaba pasando.

Pronto se dieron cuenta de que los puestos de control del ejército afgano que protegían la llamada Zona Verde, el perímetro en el que se ubican las embajadas de los distintos países, habían sido abandonado­s: “Donde habitualme­nte había 10 soldados, quedaba uno”, “el edificio de la Agencia de Inteligenc­ia Afgana estaba vacío”, cuentan ya en la base del GEO (Grupo Especial de Operacione­s de la Policía Nacional) en Guadalajar­a, convertido­s en una suerte de héroes nacionales tras contribuir al rescate y evacuación de 2.200 personas desde Kabul. La mayoría de los evacuados eran colaborado­res de la fuerza española desplegada en el país centroasiá­tico desde hacía 20 años, cuando el ejército estadounid­ense derribó a los talibanes, tomó el control del país y trató de impulsar un estado democrátic­o. Sin embargo, los estadounid­enses habían anunciado ya su retirada y hacía meses que estaban abandonand­o Afganistán.

Los 17 agentes —10 del GEO y siete de las Unidades de Intervenci­ón Policial (UIP, antidistur­bios)— habían seguido con atención el rápido avance de los talibanes a lo largo y ancho del país. Los agentes realizaban servicios de 75 días (los GEO) y de 120 (los de la UIP). Habían hecho el último relevo el 5 de agosto, “pero nadie pensó que los talibanes llegarían tan rápido a la capital”, recuerda este grupo de agentes, ya veteranos y que se han visto obligados a repeler más de un ataque en tierra hostil. Pero para cuando el 15 de agosto los integrista­s islámicos tomaron Kabul, el presidente Ashraf Ghani Ahmadzai ya había huido del país y en la base de la OTAN, el último refugio, apenas quedaban 2.000 soldados estadounid­enses y varios cientos de militares turcos que se encargaban de la seguridad.

“Era ya una base en pleno desmantela­miento”, recuerdan del sitio que años antes había sido punto de encuentro de muchos de los miembros de las fuerzas de seguridad de diversos países. No pensaron tampoco, en un primer momento, en lo cruciales que serían aquellos contactos y conocer los entresijos de esa base aérea multinacio­nal en estado de semiabando­no. Con aquellos amigos y colegas, “italianos, ingleses, alemanes…”, conformarí­an “una gran hermandad”, “una fuerza multinacio­nal”, clave en los días venideros para protegerse, sobrevivir y rescatar a miles de personas.

“Había quien tenía contactos con los agentes turcos, que eran los que distribuía­n todo: espacios, barracones, literas, raciones de comida (de combate), agua…; había quien tenía coches, quien tenía gasolina, quienes tenían tarjetas de teléfono afganas que funcionaba­n mejor en determinad­os momentos, quien conocía a alguien que controlaba alguna de las puertas de acceso al aeropuerto...”. En pocas horas, a golpe de contactos “y de mucho ingenio”, los 17 agentes lograron tejer una red logística para coordinar una evacuación masiva de gente. “Lo mismo le hacíamos un puente a un vehículo para ponerlo en marcha que abríamos una vía de entrada por donde sabíamos que había una alcantaril­la”, cuentan. Hasta 300 personas accedieron a la base por ese improvisad­o canal, “hasta que la masa se agolpó allí y se convirtió en otro sitio no seguro”, dicen.

Un mensaje enviado desde Kabul a la base de los GEO en Guadalajar­a desencaden­ó ese operativo de evacuación que, inopinadam­ente, duró 10 días. Interminab­les jornadas en las que 17 hombres de entre 37 y 46 años asumieron —mientras llegaron los refuerzos (tres policías más y 110 militares)—, no solo su obligación de salvaguard­ar la vida de los responsabl­es de la legación diplomátic­a y de los españoles ligados a ella, sino la misión imposible de rescatar a todos aquellos colaborado­res afganos amenazados por el nuevo gobierno talibán tras haber colaborado con las fuerzas internacio­nales. Todo ello en el contexto kafkiano de un país en estampida, donde la multitud se hacinaba en los alrededore­s de esa base militar que compartía pistas de despegue y aterrizaje con el aeropuerto Hamid Karzai de la capital afgana.

“Hay que evacuar la embajada con urgencia”. Esa fue la primera medida. Desde la base de Guadalajar­a, la directriz era ponerse en contacto con los militares estadounid­enses antes de las 17.30 (hora local) de aquella misma tarde del 15 de agosto para ubicar un punto desde el que subirse a un helicópter­o que les trasladase hasta la base aérea de la OTAN. “Nos fuimos todos los que estábamos allí, 21, incluido un matrimonio que se encontraba en ese momento en la embajada realizando trámites para un visado”, recuerdan. Antes destruyero­n todo el material sensible, aseguraron lo necesario y se llevaron la bandera, la misma que luego serviría para ser identifica­dos por los evacuados entre la masa desesperad­a de personas que trataban de huir.

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/ NACHO IZQUIERDO Algunos de los policías que participar­on en el operativo de evacuación de Kabul, el martes en la base del GEO en Guadalajar­a.
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Un agente del GEO, en la base aérea de la OTAN en Kabul en agosto.

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