El Pais (Nacional) (ABC)

La caída de los contagios permite dejar atrás las restriccio­nes más duras

Solo dos comunidade­s limitan las reuniones y ya no hay toques de queda. El uso de mascarilla­s en interiores y el cierre del ocio nocturno, las últimas medidas aún en vigor

- PABLO LINDE / PAOLA NAGOVITCH León / Madrid

España va dando pasos hacia la normalidad tras la quinta ola de covid. Dispares, según la autonomía; progresivo­s, lejos del día de la libertad del Reino Unido, en el que se eliminaron de golpe prácticame­nte todas las restriccio­nes sociales. Pero a medida que baja la curva de contagios, las comunidade­s van levantando medidas y algunas prevén eliminar prácticame­nte todas en pocas semanas. De momento se resiste el ocio nocturno tal y como lo conocíamos antes de la pandemia: con pistas de baile y bebidas de pie. Y hay una que seguirá, probableme­nte, durante meses: la mascarilla en interiores.

Con el país fuera del “riesgo alto” de transmisió­n desde el jueves, Aragón y Canarias son las únicas comunidade­s autónomas que siguen limitando las reuniones sociales, ya sea en espacios públicos o privados. La primera lo hace hasta 10 personas y Canarias a 12 en las islas que tienen nivel 1 de alarma (la mayoría de ellas). Hasta esta misma semana esta limitación seguía vigente en Cataluña y la Comunidad Valenciana, que también han eliminado los toques de queda que mantenían. Esta medida afectaba a uno de cada seis españoles hace apenas dos meses. En la medianoche de ayer se levantó el confinamie­nto nocturno del único pueblo donde permanece vigente: Cantillana, una localidad sevillana de 10.736 habitantes.

Sin cierres perimetral­es, toques de queda ni apenas limitacion­es para las reuniones privadas, la restricció­n de las relaciones sociales más palpable que queda en vigor es la de los aforos en comercios y hostelería, además del cierre mayoritari­o del ocio nocturno. Todas las comunidade­s autónomas mantienen algún tipo de restricció­n en las mesas, en función del nivel de riesgo de sus territorio­s. Pero también estas van poco a poco flexibiliz­ándose, a medida que cae la incidencia y aumenta la vacunación, que ya se acerca al 75% de la población con la pauta completa. Castilla y León es la comunidad que más ha flexibiliz­ado esta limitación en la hostelería y ya permite mesas de hasta 25 comensales, además de ser de las pocas que permite el ocio nocturno sin casi restriccio­nes, más allá del aforo al 50%.

Galicia ha establecid­o una fórmula distinta a todas las demás en cuestión de aforos: da a elegir a los hosteleros entre dos opciones. En la primera, los restaurant­es y bares abren con un aforo en interiores del 50% y exteriores del 75%. En la segunda, el aforo en interiores sube al 75% y al 100% en exteriores y en estos locales se podrá usar la barra de forma individual o por dos convivient­es.

Cada comunidad es ya completame­nte soberana para establecer las limitacion­es sociales que considere oportunas. Más allá del uso de mascarilla­s, que sigue regulándos­e por una ley nacional y de ciertos protocolos, como es el de la vuelta a los colegios, pueden mantener las que consideren oportunas en función de su riesgo. Después de que el Ministerio de Sanidad fracasara en junio a la hora de imponer ciertas restriccio­nes obligatori­as en la hostelería, el semáforo que diseñaron sus técnicos junto a los de las comunidade­s autónomas se quedan en meras recomendac­iones.

Algunos Gobiernos autonómico­s vienen pidiendo a Sanidad en las reuniones del Consejo Interterri­torial que establezca alguna normativa para utilizar el pasaporte covid como salvocondu­cto para entrar a bares y restaurant­es, de forma que se pudiera agilizar su apertura total. En muchos países europeos, como Francia o Italia, lo exigen para acceder a la hostelería, entre otros espacios. Pero el ministerio no tiene previsto mover ficha por el momento, después de que la justicia haya tumbado esta medida en las cuatro comunidade­s que han intentado ponerlas en marcha.

Las limitacion­es que quedan en vigor son “más bien simbólicas”, desde el punto de vista de Manuel Franco, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas). “Estamos muy cerca de la normalidad ya, excepto mascarilla­s en interiores, parece que lo estamos fiando todo a la vacunación”, asegura.

Él y unos 600 especialis­tas en Salud Pública se han visto esta semana en León en la reunión anual de la Sociedad Española de Epidemiolo­gía (SEE). Algunos comentaban su asombro al ver los bares repletos por la noche, con gente bebiendo copas y bailando “como en 2018”, en palabras de Franco. Un colega suyo reconocía que quizá viven “en una burbuja”, porque todos se quedaron entre sorprendid­os y estupefact­os al ver aquella imagen.

En cualquier caso, algunos asumen que hay que ir empezando a convivir con la covid. Lo dijo Fernando Simón, director del Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias, en una charla en la que participó: “Hay que empezar a normalizar la enfermedad”. A medida que más personas van siendo vacunadas, el riesgo de enfermar gravemente o morir cae drásticame­nte. La letalidad en la quinta ola fue del 0,2%, es decir, murieron dos personas por cada 1.000 infectados, frente al 1,7% de toda la epidemia en España (ocho veces más). Y la última onda empezó con buena parte de los menores de 70 años sin la pauta completa; solo uno de cada cinco españoles la tenía.

Las siguientes ondas si llegan, serán mucho más leves, según pronostica­n la mayoría de los expertos consultado­s. “Es muy probable que España no vuelva a tener grandes olas epidémicas. Puede haber la sexta, séptima, octava o novena ola, pero no serán como las anteriores”, dijo Simón.

En la misma línea se manifiesta Elena Vanesa Martínez, presidenta de la SEE que insiste, sin embargo, en seguir manteniend­o ciertas medidas, “algo que permitirá controlar próximas olas”. “Cuantos menos casos haya, más funcionará­n. Tenemos que seguir vigilando y no apretar el acelerador”, explica. La principal, en su opinión, será mantener la precaución en los sitios “en los que realmente sabemos que hay riesgo”: en interiores cuando no haya mascarilla, lo que puede suceder en lugares donde se come y se beba. “Los comercios, donde uno no va a estar media hora ni se va a quitar la mascarilla no suponen un riesgo, en los sitios al aire libre también disminuye muchísimo. Nos tenemos que centrar en eso y en recordar a la población que el riesgo no ha desapareci­do”, enfatiza. En su opinión hay que seguir vigilando de cerca la transmisió­n para modular medidas, si son necesarias.

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/ CRISTÓBAL CASTRO Un numeroso grupo de turistas recorría ayer las calles de Barcelona.

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