“Existe una poesía de uso cotidiano”
La escritora Belén Gopegui regresa con Existiríamos el mar, una novela sobre la lealtad y la convivencia, la familia que se elige y la manera en que el trabajo asfixia nuestras vidas, ya sea por exceso o por carencia
Desde la salida en 1993 de La escala de los mapas, y a lo largo de una docena de novelas, algunos ensayos y cuentos para niños, Belén Gopegui (Madrid, 58 años) se ha concentrado en descifrar los mecanismos que relacionan a las personas con la sociedad y exponerlos mediante una prosa precisa y expresiva. Ahora publica Existiríamos el mar (Literatura Random House), una novela que cuenta la desaparición de una mujer de carácter inestable y la búsqueda que emprenden los amigos con los que comparte piso. La novela alterna dos planos narrativos, uno en el que se detalla la vida de los personajes y otro que parece insertarlos en un marco más amplio, donde existen ellos pero también todo lo que los rodea, aunque no lo perciban. Por ejemplo: “[Los seres humanos] conocen la angustia de no llegar a tiempo a donde, sin embargo, al parecer no los esperan. Para designar lo muy bueno utilizan a veces nombres de lo imposible: esto es fabuloso, esto es fantástico”. Sentada en la terraza del Museo del Traje de Madrid, la autora explica que esa voz es muy importante. “Cumpliría el papel de la voz narradora que está presente en cualquier libro. Quise hacerla explícita porque la novela juega a dirigir la mirada hacia sitios donde normalmente no se dirige y quiero contar por qué, y que esa voz cuente lo que está mirando y qué espera de aquello en lo que pone su atención”.
Intensidad y violencia
¿Qué ha llevado a Jara a abandonar su casa sin dejar rastro? Al señalar la peripecia de los protagonistas sobre la urdimbre del mundo, la autora permite comprender un poco mejor que lo que se consideran acciones indi
viduales en realidad forman parte de un conjunto en el que se da la posibilidad de intervenir. “Es imposible escribir una narración sin estar debatiendo con las narraciones que te preceden, que te rodean”, cree Gopegui. “Hay narraciones que lo que hacen es asentir a la poética de su tiempo. Yo entiendo que esta novela no asiente del todo a la poética de mi tiempo, donde creo que hay una preferencia por la intensidad, y una intensidad con sesgo. No se considera que un momento de generosidad pueda ser muy intenso. Pero hay formas de actuar buenas que construyen el mundo. La violencia no está en el corazón humano, sino fuera, en lo que no te deja vivir. Ha de haber un espacio para una intensidad distinta, para contar que dejarse llevar por la presión social al aceptar los códigos dominantes vale menos que oponerse a esa presión mediante lazos comunes”.
Es precisamente en la comunidad que han construido donde los personajes pueden encontrar un sentido a sus vidas. También en los impulsos generosos que afloran en un tiempo en que los seres humanos se encuentran en riesgo de incomunicación. Para la escritora, los sentimientos “no están separados ni de los pensamientos ni de lo que se hace. Se ha ido construyendo esta sensación de que lo fácil es ser malo. La pregunta es por qué en una situación concreta resulta fácil lo mezquino, el engaño, la explotación. El otro día me contaban que en una clase empezaban diciendo: ‘Aquí no os prestéis los apuntes, esto es una cuestión de competencia, el sálvese quien pueda’. Alentar esta idea crea soledad, desunión y dificultad para enfrentarse a lo que te parece injusto”.
Frente a esa corriente, “estos personajes se intentan construir una casa contra viento y marea. Todo está orientado a que hoy eso sea difícil y que los procedimientos sociales, jornadas laborales y leyes vigentes no faciliten los encuentros, no faciliten el tiempo de construcción de las relaciones, menos aún cuando se vive en espacios físicos hostiles, pequeños, fríos, casi imposibles de sufragar”.
Ciencia y poesía
Otro personaje, Hugo, alimenta su enamoramiento mediante la escritura de poemas que se reproducen en el libro, y que condensan su experiencia con otro lenguaje. Aparecen referencias a poetas como René Char, Baudelaire y Cernuda, que se alternan con alusiones científicas. La presencia recurrente de estas fugas no solo da un respiro a los protagonistas, sino que nos permite verlos con otra luz. “Hay una poesía de uso cotidiano, que es parecida a la que está en las letras de las canciones, y que sirve para formular momentos y condensar una intensidad, digamos, con minúscula, y me parecía que estaba bien que formara parte de la vida de ellos”, explica Gopegui.