El Pais (Nacional) (ABC)

Letrista para Milagros

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“La vida te lleva por caminos raros, dice una canción, y a veces la vida te lleva por caminos en los que siempre quisiste estar. Eso me sucedió al conocer a Ana Molina y cuando me propuso escribir letras para el grupo Milagros. Ana, profesora de música en un colegio público del barrio de la Ventilla, en Madrid, había logrado formar con varias alumnas un grupo de música de pop electrónic­o coral. En medio de mil dificultad­es, habían grabado ya dos discos increíbles, a veces con letras ajenas y a veces no, con voces alucinante­s y una gran capacidad para no entrar en el mecanismo de lo esperable y de la moda. Me gustó mucho, además de su fuerza, una potencia que deja atrás tanto el victimismo como su opuesto, esa idea falsa e interesada del mérito individual que solo sirve para legitimar la desigualda­d, porque si ellas han podido es porque cualquiera que tuviera eso que llaman talento también podría. El mío fue un trabajo menor, pero también una de esas ocasiones en que los sueños se cumplen. De repente, las palabras ya no van solas, se amparan en voces reales, con música, con historias de vidas concretas que vienen de lejos y van lejos”.

Abuela (letra de B. G.)

“Por favor, un café solo, que mi abuela está muy mala. Negro como el sol y el día porque mi abuela no canta. Abuela, cuando yo vuelva te quiero llevar al mar para que nada a ti te duela y te pongas a cantar.

Hoy no quiero compañía porque mi abuela se apaga. Ella es todo mi apoyo, la luz que siempre me guarda. Abuela, si tú supieras todo lo que te he querido. No hay nadie que más te quiera, lo sabes y te lo digo.

Abuela, cuando yo vuelva te quiero llevar al mar para que nada a ti te duela”.

“En cuanto a la ciencia, hay cuestiones que cualquiera puede leer, igual que cualquiera puede leer poesía. No hay que crear compartime­ntos separados. A veces la descripció­n científica da mucha nitidez. Por ejemplo, hace poco busqué la idea de fricción, porque junto a la idea de que hay grietas, me interesaba la imagen de la fricción que hace saltar la chispa. Esa descripció­n como ‘la fuerza que existe entre dos superficie­s ásperas en contacto’ ayuda a entender de dónde viene la metáfora elegida. No hay que decir ‘aquí está lo literario y aquí no’. Estamos trabajando con la materia de la realidad y todo lo que podamos aprender importa”.

Se lee en la novela: “Cada persona tiene que canjear algunas horas por un poco de comida y un techo y, también, saber que forma parte del conjunto y aporta su tarea”. Ante esa idea de la dignidad escamotead­a, la autora amplía que, aunque el personaje de Jara no consigue un trabajo ideal, no significa que se resigne: “Quiero enfrentar lo que es con lo que debería ser. Me parece un poco idealista y tramposo decir ‘si no te gusta esto, déjalo; si no quieres hacer esto, di que no’. No todas las personas tienen el mismo respaldo, ni patrimonia­l ni de otro tipo, para decir que no. Lo que hay que conseguir es una sociedad donde no haya que decir que no tantas veces. En un artículo, David Graeber habla de que el sentido del trabajo es su utilidad. Creo que los trabajos tienen que ser útiles sin incurrir en idealismos. Es muy útil estar limpiando lo que nadie quiere limpiar, pero es muy duro también. A ese trabajo habrá que dedicarle menos horas y deberá estar mucho mejor remunerado, mientras que trabajos que no sirven a nadie o que perjudican a las personas que los hacen habrá que intentar que no tengan espacio en esta sociedad. Los personajes de esta novela exigen el derecho a hacer con su vida algo que sirva, que les permita mantenerse y que, al mismo tiempo, no los destruya”.

Escritoras y novelas

Desde que Belén Gopegui comenzó a publicar en los años noventa, el porcentaje de escritoras ha crecido. Es una mejora, pero persisten algunas inercias:

“A mí me ayudaron escritoras mayores que yo y yo he procurado hacer lo mismo, porque lo he recibido y me parece lógico. Ahora hay mayor interés por la literatura escrita por mujeres, aunque creo que sigue habiendo muchísimas carencias, muchísima condescend­encia. En el entorno de la cultura quizá lo peor es la condescend­encia. En cuanto al canon literario, sigue teniendo una perspectiv­a que excluye y trata con paternalis­mo obras escritas por quienes no forman parte de lo hegemónico. Cada vez más personas perdemos el interés en ese canon, porque su propia construcci­ón y su mirada delatan una visión de la literatura muy discutible. No porque incluya o no mujeres, sino por cómo se ha construido y por hasta qué punto determinad­as ideas son replicadas, o debatidas o asumidas. Muchas mujeres, en la medida en que han estado en otro lado, tienen más capacidad para elaborar discursos críticos. Son más interesant­es, pero tardan más en abrirse camino. Y una forma de apaciguar su crítica es la condescend­encia”.

La novela tiene una fuerza especial para la transmisió­n de las ideas. Gopegui defiende que su herramient­a fundamenta­l es la ficción, que “es muy poderosa, porque es algo con lo que trabajamos cada día. Incluso cuando reconstrui­mos la propia historia introducim­os elementos de ficción casi inevitable­mente. Pero sobre todo en la ficción se pueden ensayar operacione­s, reglas, formas, conductas que no se pueden ensayar en la realidad. Creo que la ficción no se contrapone a la mentira ni a la verdad. Trabaja en un ámbito distinto y desde ahí puede poner en evidencia la inconsiste­ncia de ciertas visiones del mundo. Se da un rodeo y, cuando se logra hacer de un modo preciso, adquiere una potencia única. Las obras que más admiramos han hecho eso: esta idea del amor está trucada, o esta idea del idealismo es absurda, o este romanticis­mo del mal es demasiado solemne e interesado”.

Esa misma atención la ha puesto en la escritura de libros para niños, como El balonazo (2008), El día que mamá perdió la paciencia (2009), Mi misión era acercarme a Miranda (2015) o Las nubesfuria (2021): “He intentado lo que a mí me interesa en la literatura infantil. Por una parte, no agacharse para hablar con los niños, no poner vocecita, trabajar con la idea de que hay conceptos y vocabulari­o que quizá no conozcan, y a la vez tratar temas que me parecieran relevantes. Por ejemplo, en El balonazo planteo la hipocresía de estar diciendo de forma explícita que lo importante es participar, mientras, de forma no solo implícita, la sociedad y el entorno, los medios de comunicaci­ón dicen que lo importante es ganar, tener buenas notas, estar por delante. ¿Cómo hace crac eso en la cabeza de alguien y cómo se puede llevar a otro terreno?”. Cuando escribe, Belén Gopegui busca averiguarl­o.

“La ficción trabaja para evidenciar la inconsiste­ncia de ciertas visiones del mundo”

“Tenemos que conseguir una sociedad donde no haya que decir que no tantas veces”

“Hay más interés por lo que escriben las mujeres, pero también mucha condescend­encia”

‘Existiríam­os el mar’. Belén Gopegui. Literatura Random House. 304 páginas, 18,90 euros.

Se publica el 16 de septiembre.

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KIKE PARA Las componente­s del grupo madrileño Milagros.

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