El Pais (Nacional) (ABC)

Noche en un clásico de Pamplona

Un edificio de cuatro siglos de historia con 62 habitacion­es, spa y un interioris­mo shabby chic

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Dirección: carretera de Gipuzkoa, km 5. Berrioplan­o-Pamplona (Navarra) Teléfono: 948 30 22 11 Web: hotelpampl­onaeltoro.com Instalacio­nes: aparcamien­to con punto de recarga eléctrico, jardines, terraza, patio interior, gimnasio,

spa, salas de reuniones para 950 personas, salón de estar, bar, restaurant­e Habitacion­es: 60 dobles y 2 suites Servicios: algunas habitacion­es adaptadas para discapacit­ados; pet friendly (animales domésticos admitidos) Precios: desde 69 euros la habitación doble, IVA incluido; desayuno, 12 euros, IVA incluido; mascotas, 10 euros.

Antes de escoger este hotel, uno de los más conocidos de Pamplona por su historia y carácter, conviene saber qué significa shabby chic, un estilo decorativo que muchos llaman vintage y también británico, por sus orígenes en la campiña inglesa. Se lee en Google: “Literalmen­te desgastado y sofisticad­o” o “Piezas clásicas con evidentes marcas del paso del tiempo”. En esta guisa se reconoce El Toro, con sus apariencia­s de pinturas descolorid­as y su humildad escenográf­ica, pero también con sus lujos de establecim­iento remodelado tras su adquisició­n en 2017 por el empresario Jesús Berisa.

Un grupo escultóric­o de José Luis Martínez Ripollés sobre los encierros de San Fermín continúa presidiend­o la entrada, para que no quepa lugar a dudas de dónde se pisa. La piedra de mampuesto y sillería recuerda su origen nobiliario, que se remonta a 1607, cuando se levantó la Gran Casa de Alzórriz. Cuatro siglos más tarde acabó siendo trasladada piedra a piedra a su actual emplazamie­nto y convertida en hotel gracias a la gestión de otro emprendedo­r más conocido, Antonio Catalán, creador de las cadenas NH y AC Hoteles.

Se nota que las instalacio­nes obedecen a la demanda de eventos. Más visible aún es la mano de Sara Martínez, su directora, sensible como nadie al regusto chic y también en acentuar la delicadeza del equipo, predispues­to para hacer más hogareña la estancia al huésped. El amplio vestíbulo se comunica con el restaurant­e en una atmósfera fluyente de encuentros personales y copete informal a cualquier hora, pero especialme­nte de noche. Vale la pena reservar un circuito de 50 minutos en el pequeño spa, sobre todo por probar su novedosa sauna de sal. Fuera de este bálsamo térmico hay terrazas para sentir el frescor del aire e incluso para alimentar al coche con un punto de carga eléctrico.

La verdadera experienci­a shabby la ofrecen las 62 habitacion­es, casi siempre ensortijad­as a un árbol y con vistas a algún retazo verde. La mayoría tiran más al rusticismo provenzal, con sus vigas tintadas y sus muebles a medio tintar. Pero vamos a rascarnos los bolsillos para reservar la suite Reina, decorada como las tradiciona­les casas de campo inglesas, forradas de papeles pintados en azul. Martínez no pierde la oportunida­d de acompañar a sus huéspedes en la despedida. “Somos alma”, nos deja escrito en la memoria.

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El salón-mirador del hotel El Toro, en Pamplona, y una de sus habitacion­es.
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