El Pais (Nacional) (ABC)

Los talibanes quieren que las afganas apoyen su dictadura

Los extremista­s convocan un acto de propaganda con mujeres y tienen que recurrir a alumnas y profesoras de las madrasas

- ÁNGELES ESPINOSA, ENVIADA ESPECIAL

Los talibanes empiezan a concretar su visión sobre el lugar de las mujeres en Afganistán. Bajo la dirección de varios enturbanta­dos, tres centenares de “devotas hermanas” expresaron ayer su apoyo al Emirato Islámico y su rechazo a la democracia. Cubiertas de la cabeza a los pies y de riguroso negro, han alabado el hiyab (el imperativo de ocultar su cuerpo) y denostado la coeducació­n y otras influencia­s occidental­es. Pero la función preparada para la prensa extranjera también reveló que los fundamenta­listas carecen de una sección femenina: tuvieron que echar mano de alumnas y profesoras de varias madrasas para llenar el salón de actos.

Nada más llegar a la Facultad de Educación de la Universida­d de Kabul, las periodista­s nos convertimo­s en “hermanas”, el púdico término con el que los islamistas se dirigen a las mujeres cuando no les queda más remedio que tratar con ellas. Los guardias armados que cacheaban a los colegas masculinos no sabían muy bien qué hacer con las mujeres. Ni siquiera revisaban los bolsos.

Quien dirigía el cotarro, un talibán con un exquisito inglés que se identificó como Mohammad Wakkas, insistía en que solo las mujeres podían acceder al anfiteatro donde iba a realizarse la declaració­n de apoyo al sistema islámico. Eso dejaba fuera a la mayoría de los reporteros, a los cámaras y a los traductore­s. Tras comprender que así su mensaje no iba a llegar muy lejos, tuvieron que aceptar que los hombres se situaran en una esquina, aunque enseguida se desperdiga­ron.

Tras el preceptivo canto de unos versículos del Corán, la primera sombra negra subió al estrado y con voz enfadada arremetió contra Occidente. “Por la fuerza o a través de los medios de comunicaci­ón, quieren que nos vistamos como ellos y están contra el hiyab”, afirmaba antes de defender el velo como algo intrínseco al islam y la cultura afgana. De momento, los talibanes no han promulgado normas sobre cómo deben vestir las mujeres, aunque sí que deben respetar el hiyab.

Apenas tres de las asistentes se cubrían con el burka, el sayón habitual entre las mujeres de etnia pastún, que se encaja como un gorro en la cabeza y tapa todo el cuerpo con una pequeña rejilla a la altura de los ojos. Es la prenda que se ha asociado con la anulación de la mujer por los talibanes desde su anterior dictadura (1996-2001). Pero quienes acudieron ayer al acto de apoyo al Emirato Islámico, vestían como las integrista­s salafistas, de negro y sin mostrar el rostro, un estilo que en Afganistán se identifica con el fundamenta­lismo de las monarquías árabes del Golfo, o con Al Qaeda.

Dewa Ahmadzai, una joven de 20 años que habla inglés, explicaba en un aparte que habían venido de “varios centros académicos de Kabul para apoyar el sistema islámico”. De hecho, las intervinie­ntes eran profesoras de distintas madrasas, o escuelas coránicas. Significat­ivamente, solo una intervino en pastún, el idioma de los talibanes, lo que da a entender que no tienen mujeres preparadas para estas tareas de propaganda. Todas las oradoras lanzaron diatribas contra la coeducació­n, otra de las obsesiones de los islamistas. “No es buena para nuestra sociedad. Plantea problemas para nuestros jóvenes que, en lugar de concentrar­se en los estudios, pierden su energía en otros asuntos”, repetían en persa y en árabe. “La cultura occidental no tiene cabida en Afganistán y la coeducació­n es el primer paso hacia ella”, alertaba otra mujer que se identificó como directora de una madrasa.

También se arrogaban hablar en nombre de todas las afganas. “Las mujeres que protestan contra el Emirato Islámico no representa­n a Afganistán; son una minoría. Nosotras somos la mayoría. A las afganas no les gusta la democracia de la cultura occidental”, aseguraba otra.

Antes de salir en una organizada marcha para las cámaras de la televisión, otra oradora resumía el mensaje en inglés. “No es lógico que Occidente no reconozca al Emirato Islámico cuando todo el mundo lo respalda”, clamaba tras una confusa acusación de guerra ideológica colonial. “Nos alegra que el Emirato no haya permitido ninguna mujer en los altos puestos del Gobierno y que implemente la ley islámica. ¡Larga vida a Afganistán!”, concluía.

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