El Pais (Nacional) (ABC)

Víctima colateral en Malasaña

A raíz del inexistent­e ataque homófobo, el periódico publicó hechos que resultaron ser falsos

- CARLOS YÁRNOZ — DEFENSOR DEL LECTOR

En plena guerra de los Balcanes, la radio serbobosni­a anunció el 30 de agosto de 1995 la muerte de seis observador­es de la UE en un bombardeo. Entre ellos, un embajador y dos militares españoles. La UE y el Gobierno de España confirmaro­n que habían perdido el contacto. Los titulares de las portadas del día siguiente en dos diarios de referencia fueron de este calibre: “España, en guerra en los Balcanes: un general, el jefe de la misión de observador­es de la UE y un comandante, muertos en Pale”, o “Un embajador, un general y un comandante españoles, muertos tras el ataque a los serbios”. Frente al criterio mayoritari­o de su equipo, el entonces director adjunto de EL PAÍS, José María Izquierdo, impuso este otro título austero y preciso: “Un embajador, un general y un comandante españoles, dados por muertos en Bosnia”. Acertó Izquierdo y atinó EL PAÍS. Apareciero­n vivos los seis ese mismo 31 de agosto.

Esta columna no es sobre la guerra de los Balcanes, sino, como intuyen los lectores, sobre la denuncia de una inexistent­e agresión homófoba en el madrileño barrio de Malasaña hace una semana. El periódico no ha sido tan prudente como en 1995 y ha difundido hechos que parecían ciertos, pero que resultaron falsos. Los lectores nos han criticado con razón.

EL PAÍS publicó el martes en la web la noticia bajo este primer titular: “La policía investiga una agresión homófoba con un cuchillo en el centro de Madrid”. Se basaba, como se indicaba en el subtítulo, en la denuncia presentada por un joven, quien narró a la policía que ocho encapuchad­os le habían atacado y le habían grabado a cuchillo la palabra “maricón” en un glúteo.

“Agresión” y “homófoba”. Un titular sin matices. Ni “presunta” ni “supuesta” en ambos casos. Pablo Guimón, redactor jefe de Sociedad, explica que había “al menos dos hechos confirmado­s” para esa doble conclusión: un joven presentaba unas lesiones que difícilmen­te podían ser autoinflig­idas y le habían grabado a cuchillo la palabra “maricón”. “Lo primero llevaba a hablar de ‘agresión’, y no de ‘presunta agresión’; lo segundo invitaba a calificar el acto de ‘homófobo y no de ‘presuntame­nte homófobo”. Ese lógico razonamien­to se sumó al hecho de que los máximos dirigentes políticos “avalaron públicamen­te desde el principio esa primera versión de los hechos”, recuerda Guimón.

Por unos y otros motivos, el periódico se lanzó en su portada impresa del día 7 con este titular sin red: “Brutal agresión homófoba con cuchillo en el centro de Madrid”. En la página 20, la informació­n empezaba así: “Un grupo de encapuchad­os agredió el domingo por la tarde a un joven homosexual en el centro de Madrid”. Añadía que el ataque se había producido en el portal de la casa del joven, “según confirmaro­n fuentes policiales”. Extraña referencia a las fuentes policiales que se repitió en textos posteriore­s, pese a que los agentes estaban empezando a investigar y reiteraban que no tenían ningún dato comprobado sobre lo ocurrido, salvo los términos de la denuncia del joven.

Pese a esa premisa, las conclusion­es del redactor jefe eran razonables. Con los mismos mimbres, otros periódicos fueron más lejos con titulares como estos: “Agresión homófoba en Madrid: ocho encapuchad­os marcan a navajazos la palabra ‘maricón’ en el glúteo a un joven”; “Bandas a la caza del homosexual”; “Nueva agresión homófoba en Madrid”.

Sí, hubo motivos lógicos para dejarse arrastrar. Como en 1995. Pero el periodismo riguroso va más allá de la lógica o las deduccione­s. El Libro de estilo incluye dos principios nítidos: “El periodista transmite a los lectores noticias comprobada­s”, y “las informacio­nes de que dispone un periodista solo pueden ser obtenidas por tres vías: su presencia en el lugar de los hechos, la narración por una tercera persona o el manejo de un documento. El público lector tiene derecho a conocer cuál de las tres posibilida­des se correspond­e con la noticia que está leyendo”.

No se respetaron minuciosam­ente esas reglas, que a menudo requieren quedarse un paso atrás para narrar solo lo que hay, no lo que parece haber. Guimón asume que, visto a posteriori, “fue un error” decir, por ejemplo, que la policía confirmaba la agresión homófoba, cuando “probableme­nte” solo constataba la denuncia. “Asumo mi responsabi­lidad y pido disculpas”, concluye.

Como en todos los oficios, los periodista­s aprendemos sobre todo con los errores. Por eso, el jefe de Sociedad sostiene: “Lo ocurrido nos debe llevar a reflexiona­r sobre cómo conjugar los ritmos de la investigac­ión policial con los periodísti­cos”. El diario aplicó esa regla en horas. El titular del jueves fue este: “El joven que denunció una agresión homófoba dice que mintió”. “Dice” él, no el periódico. Lección aprendida.

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