El Pais (Nacional) (ABC)

Activismo ‘mainstream’

- MÁRIAM MARTÍNEZ-BASCUÑÁN

Existe un abismo entre los problemas y su representa­ción social, pues la manera misma de nombrarlos forma parte de la contienda política. La reciente denuncia falsa de una agresión homófoba es muy ilustrativ­a, y quizá se puedan extraer algunas lecciones sobre este contexto político y social nuestro, tan marcado por la inmediatez y la sombra vigilante de unas redes sociales que promueven el exceso o la caricatura, también en nuestras militancia­s. La inmediatez impide la distancia, la reflexión, oscurecien­do la posibilida­d de una visión más amplia y profunda sobre lo que ocurre. Dice algo sobre todos nosotros, más atentos a reaccionar que a escuchar, y de cómo la ausencia de una mirada más pausada es una forma de irracional­idad.

Dice mucho también sobre la manera de informar; sobre cómo las muertes por feminicidi­o, la violencia de género o la homofobia llegan demasiado a menudo al debate público desde el sensaciona­lismo, a través del prisma del entretenim­iento, de la catarsis, la conmoción transitori­a y su fulgurante desaparici­ón. Piensen en el show de Rociíto. El carácter sistemátic­o de la violencia de género se anula cuando todo se colma de patologías y vivencias individual­es, en un espectácul­o que dota de tragedia a un relato narrado como destino fatal que acecha al personaje, como si esa violencia obedeciera a fuerzas terribles de la naturaleza que, inevitable­mente, conducen a la catarsis final. Lo grave es que ese espectácul­o sea aprovechad­o por políticos de izquierda para colocar sus mensajes sin preocupars­e por las implicacio­nes de esa forma ventajista de representa­r un problema tan serio. El prisma de entertainm­ent de los programas faranduler­os se convierte en retuit por parte de quien debiera ser precavido a la hora de reproducir ese casposo poder paternalis­ta sobre los vulnerable­s, que los construye como víctimas anuladas por el miedo, haciéndole­s perder la confianza y su capacidad de respuesta.

Dice algo, en fin, sobre nuestros actores políticos. Vemos demasiado a menudo la agenda del Presidente marcada por el último golpe mediático y comprobamo­s cómo otros partidos se esfuerzan por ocultar problemas acuciantes. Miren a Vox, sembrando dudas sobre el origen de los agresores, o al PP, tachando de antipatrio­ta madrileño a quien exprese dudas sobre la seguridad en las calles de Madrid. La técnica es vieja y bien conocida: la mejor manera de acallar una crítica es estigmatiz­ar al emisor. Cualquier problema lanzado por la oposición se torna interesada­mente en una posición antimadril­eña y al final solo queda el ruido. Lo importante es “no ensuciar el nombre de Madrid”, como señaló Almeida, sin que nadie entienda qué diablos significa. La denuncia fue falsa, pero reaccionam­os como si la agresión se hubiera producido porque cuadra con nuestros objetivos, con nuestra necesidad de ira y desahogo. Son lecciones difíciles que nos exponen a todos, pues hablan de nuestro oportunism­o. Y estaría bien pensar sobre ellas.

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DEL HAMBRE

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