El Pais (Nacional) (ABC)

Se cierra el círculo

- / ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS

Con Madres paralelas se cierra un círculo en la vida y la obra de Penélope Cruz. La actriz se coronó anoche en Venecia con un personaje que ha hecho suyo con el tesón y entrega que caracteriz­a su ya extensa y aplaudida carrera. Pero no se trata de un personaje más, porque Janis, esa madre soltera hija de una hippie yonqui que se enfrenta a un dilema sobre la verdad y la orfandad, sobre el lugar del que venimos y al que, como colectivo e individuos, nos dirigimos, resume su propio lugar en el mundo y, por extensión, en la cinematogr­afía de su principal cómplice, Pedro Almodóvar.

Penélope Cruz debutó en el cine de Almodóvar hace 24 años en un papel que en principio podía parecer residual: una parturient­a en un autobús público en una oscura madrugada del tardofranq­uismo. La comadrona en aquella breve aparición era Pilar Bardem, madre de Javier Bardem, que por esos extraños azares de la vida, acabó siendo su suegra. Aquel personaje de Carne trémula se apoderó de tal manera de la película que desde entonces Almodóvar encontró en la actriz a una de sus principale­s interlocut­oras, una intérprete que se encuentra especialme­nte cómoda y libre ante la exigencia del cineasta, una actriz que ha sabido crecer sobre los robustos brazos de un director que cuando en Dolor y gloria ,su película más autobiográ­fica, pensó en su propia madre, o mejor dicho en el sueño de su madre, figura icónica sobre la que circula buena parte de su vida y su filmografí­a, solo podía confiar en Cruz, madre entre las madres, esa madre absoluta, como el propio Almodóvar la ha definido al hablar de este nuevo personaje en Madres paralelas.

Si Volver supuso el reconocimi­ento a sus actrices en el festival de Cannes de 2006, Madres paralelas confirma a la intérprete madrileña como el gran estandarte del cine de Almodóvar. La actriz y el director coinciden en que no ha sido un camino fácil, que ella lloraba desconsola­da ante las derivas de su personaje mientras el director le pedía una contención difícil de

gestionar. Un tira y afloja que está latente en toda esta desgarrado­ra película.

Hay una secuencia en Madres paralelas que resume hasta qué punto director y actriz han llegado al máximo entendimie­nto y comunión. En ella, ante una fotografía de Oriol Maspons de una hippie del Ibiza de los años setenta, el personaje de Janis señala el lugar preciso de su orfandad, que es como decir el lugar preciso de su verdad. Suena una canción de Janis Joplin y la actriz, en uno de esos milagros que solo conceden los grandes interprete­s, refleja en su rostro maduro, pero aún aniñado toda la bondad y todas las carencias de un personaje que secuestra la emoción del espectador.

El misterio se repite como en aquel autobús en el que Penélope Cruz parió por primera vez ante dos de las personas más importante­s de su vida y que ahora, con la pureza de quien siempre se siente a prueba, vuelve a alumbrar un nuevo hito de su carrera.

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