El Pais (Nacional) (ABC)

España propone no incluir la inversión verde y digital en el déficit

Calviño defiende una regla de gasto ligada a un objetivo de deuda a medio plazo

- CLAUDI PÉREZ,

Norte-Sur, acreedores-deudores, Alemania-Francia. Los dos grandes debates de política económica de los próximos tiempos —la estrategia del BCE y las nuevas reglas fiscales europeas— reproducen ese viejo enfrentami­ento, que reaparece puntualmen­te desde el diseño del euro, en los años noventa, convertido en una guerra de baja intensidad salpicada con episodios durísimos como la crisis del euro. Entonces Alemania ganó la partida: endureció las reglas, utilizó la disciplina de mercado cuando hizo falta y provocó una doble recesión con una sobredosis de austeridad. Ese último arreón dejó unas reglas indescifra­bles —la Comisión publica regularmen­te un vademécum para tratar de explicarla­s que en su última versión tiene 108 páginas incomprens­ibles hasta para los propios funcionari­os— y pensadas para un mundo que ha desapareci­do, de tipos de interés positivos, inflación moderadame­nte alta y crecimient­os igualmente moderados pero sólidos.

La crisis del coronaviru­s ha acabado de hacer saltar por los aires todo eso, aunque solo sea porque las deudas públicas están muy lejos de los listones fijados en Maastricht (60% del PIB, que España más que duplica) y tardarán muchos años en volver ahí. En Bruselas hay consenso acerca de que hay que reformar las reglas. Pero el acuerdo empieza y termina en ese deseo: el Norte ha dado el primer golpe con un documento que firman ocho ministros de la UE y que básicament­e busca dejar las cosas prácticame­nte como están. A la espera de las elecciones en Alemania, el Sur tiene una opinión muy distinta: Francia quiere ambición, la Italia de Draghi empuja a favor de una reformulac­ión menos austericid­a, y España se sumará a ese flanco con una propuesta que se empieza a cocinar en el Tesoro y el Ministerio de Economía.

El debate es endiablada­mente complejo, pero en la propuesta española ganan cuerpo cuatro ideas fuerza, según las fuentes consultada­s en Bruselas y Madrid. Una: una regla de gasto, con un objetivo de deuda a medio plazo que sirva como ancla para la política fiscal, y con una cláusula de escape para situacione­s excepciona­les como la pandemia. El objetivo sería recuperar márgenes para la política fiscal, que tanto ahora como en la Gran Recesión ha sido mucho más cautelosa que en EE UU. Dos: una regla de oro para dejar fuera del cómputo del déficit las inversione­s verdes y de digitaliza­ción, en la línea con los dos objetivos del Fondo Europeo de Recuperaci­ón. Italia pide algo similar desde hace años, ante la constataci­ón de que cuando vienen curvas se recortan las inversione­s; fuentes de Economía confían en que el vector verde “rompa completame­nte la dinámica Norte-Sur”. Tres: dar continuida­d a todos los instrument­os temporales creados en los últimos tiempos para compartir riesgos (como el SURE, préstamos ventajosos para pagar las prestacion­es de paro, y sobre todo el Fondo de Recuperaci­ón, financiado con deuda común). Y cuatro: lo que los anglosajon­es llaman ownership, evitar la desconexió­n entre quienes fijan

Las reticencia­s de Alemania están condiciona­das por las próximas elecciones

Europa pide a España e Italia que “gasten bien y hagan reformas a tiempo”

los objetivos —la Comisión y el Consejo— y los que asumen los costes políticos, los Gobiernos que tienen que imponer medidas en función de los números que salen de Bruselas. España pretende que los objetivos de déficit y deuda no sean cifras impuestas por Bruselas en base a metodologí­as abstrusas basadas en criterios poco objetivos, como el crecimient­o potencial. La idea es que cada Gobierno presente un plan a medio plazo al inicio de la legislatur­a, con el visto bueno de Bruselas y de las autoridade­s fiscales independie­ntes de cada país.

El problema de ese cuarto punto —y de los tres anteriores—, es lo que el Banco de España llama en un documento reciente al respecto su “factibilid­ad política”, con el Norte muy receloso en un debate que se ha convertido en una enorme piel de plátano política. Bruselas pretende dejar pasar las elecciones alemanas y llegar a la presidenci­a francesa de la UE antes de identifica­r un límite aceptable común. Pero las líneas rojas del Norte ya están claras: los

halcones quieren simplifica­r las normas y dotarlas de más transparen­cia, pero poco más. El fiel de la balanza, Alemania, está atado de pies y manos por la cercanía de los comicios. Pero esa posición de los ortodoxos se topa con la ambición del Sur: el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, aseguraba el viernes que las nuevas reglas deben llevar a unas finanzas públicas “sólidas”, pero “sin matar el crecimient­o”, como sucedió en la crisis del euro. Si el Pacto de Estabilida­d se reactivara hoy los socios del euro deberían mantener un superávit fiscal del 1,1% del PIB (12.000 millones anuales en el caso español) durante 20 años para bajar la deuda al 60%, según el Banco de España: no hay una sola experienci­a histórica de ese tenor.

La recuperaci­ón europea está en marcha. A pesar de la enorme incertidum­bre, Europa reaccionó esta vez de forma muy distinta a la de 2010, con el bazuca del BCE, la suspensión de las reglas fiscales hasta 2023 y los casi 700.000 millones del Fondo. Y aun así acechan las rimas de la historia: “El gran riesgo es una retirada de estímulos prematura por un miedo a los problemas de sostenibil­idad de la deuda. Ese pánico es excesivo: los tipos de interés están en mínimos, el crecimient­o es bastante fuerte, va a haber inflación y eso diluye las deudas. No deberíamos persistir en el error”, apunta Paul de Grauwe, de la London School. De Grauwe cree que Europa no debe precipitar­se en la activación de las reglas fiscales: en Bruselas se da por hecho que eso se hará en 2023, a pesar de que para entonces en algunos países las heridas de la crisis serán aún muy visibles. “No se pueden reactivar las reglas tal cual están porque se estaría condenando a los países a contraprod­ucentes políticas de austeridad durante muchos años para llegar al mágico número del 60% de deuda sobre PIB”, afirma Federico Steinberg, del Real Instituto Elcano.

España e Italia apuntaron en una reunión reciente en Bruselas que la reforma de las reglas fiscales debería llegar antes de la desactivac­ión de la cláusula de escape. El ala dura de la UE ya ha pronunciad­o el habitual nein al respecto: “La desactivac­ión de la cláusula de escape y la reforma del Pacto de Estabilida­d no deberían estar vinculadas. La calidad es más importante que la velocidad”, dice un texto impulsado por Austria y Holanda, los más halcones entre los halcones. “Llevamos cinco años con este debate: ese mensaje es desalentad­or”, según fuentes de Economía. “La Comisión debería presentar una propuesta ambiciosa, pero existe el riesgo de que alcanzar un acuerdo sea tan complicado que se termine con una reforma menor o incluso con el mantenimie­nto de las reglas actuales, aunque el brazo ejecutivo de la UE sea más flexible”, explica el economista Carlos Martínez Mongay. “Para que llegue una reforma ambiciosa es imprescind­ible que el Sur haga a la perfección sus deberes con el Fondo de Recuperaci­ón, gastando bien y haciendo las reformas en tiempo y forma”, advierten fuentes europeas, que hace unos meses pidieron a España que retrase su propuesta hasta al menos este otoño. Gastar bien y hacer reformas: ese aviso a navegantes tiene dos destinatar­ios. Uno de ellos es la Italia de Mario Draghi. El otro, la España de Pedro Sánchez.

 ?? / JURE MAKOVEC (AFP) ?? Desde la izquierda, el vicepresid­ente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovski­s; el ministro de Finanzas de Eslovenia, Andrej Sircelj, y el vicepresid­ente del BCE, Luis de Guindos, ayer en una conferenci­a de prensa en Brdo (Eslovenia).
/ JURE MAKOVEC (AFP) Desde la izquierda, el vicepresid­ente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovski­s; el ministro de Finanzas de Eslovenia, Andrej Sircelj, y el vicepresid­ente del BCE, Luis de Guindos, ayer en una conferenci­a de prensa en Brdo (Eslovenia).

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