El Pais (Nacional) (ABC)

Anne Applebaum, ensayista.

“Vox se creó desde cero, como se forma a ciertas bandas de pop”

- POR FRANCESCO MANETTO

Toda fiesta es un experiment­o de convivenci­a y Anne Applebaum (Washington, 57 años) recuerda la de Nochevieja de 1999. La periodista y ensayista estadounid­ense ya vivía en Polonia, donde aún reside. Esa noche era la bisagra entre dos milenios, entre pasado y futuro. En una casona de Chobielin, al norte del país, un grupo de amigos recibió el Año Nuevo con expectativ­as y unos valores compartido­s, los que permiten coexistir con serenidad. Han pasado más de 20 años y el mundo vive hoy bajo las amenazas del autoritari­smo. Es la tesis de Applebaum, especialis­ta en la historia del este de Europa y ganadora de un Pulitzer con Gulag. La autora hila en El ocaso de la democracia (Debate, 2021) una reflexión sobre los riesgos de las ideas antilibera­les que proliferan en las dos orillas del Atlántico, a menudo impulsadas por movimiento­s de extrema derecha. Ese grupo de amigos, por supuesto, se disgregó y ya no podría convivir. La entrevista tiene lugar en el Hay Festival de Querétaro (México).

PREGUNTA. Escribe que usted y sus invitados a esa fiesta eran parte de un mismo equipo, un equipo de demócratas que ya no existe. ¿Qué ha pasado con el espíritu de las democracia­s liberales?

RESPUESTA. Puedo decirle lo que pasó con esa gente que conocí, que era de centro-derecha. Algunos de ellos se desilusion­aron con la democracia, no generó el tipo de sociedad que ellos querían. Tenían una visión más tradiciona­l y de un mundo diferente. Algunos se desilusion­aron porque a ellos personalme­nte no les fue tan bien como esperaban. Había quien creía que después de 1989 sería primer ministro o autor de best sellers. No sucedió y culparon al sistema por ello. Hay muchas respuestas, tantas como personas, pero en su mayoría tienen que ver con algún tipo de decepción.

P. ¿Y lo peor está por llegar? R. No hago prediccion­es, el libro es una advertenci­a. Hay muchas maneras en que la democracia podría ser rescatada: reinventar algunas de nuestras institucio­nes, regular internet o utilizar la Red de forma más creativa. O rendirnos y dejar que las autocracia­s ganen. Depende de lo que hagamos en la próxima década.

P. ¿Y qué podemos aprender de los últimos 20 años?

R. A no ser complacien­tes. Durante demasiado tiempo, la gente —especialme­nte en Europa y en Estados Unidos— trató a la democracia como algo obvio, como el agua que sale del grifo. Cierras, abres y ya está. No hay que pensar qué hace que funcione. Nosotros también cedimos a los políticos profesiona­les la capacidad de decidir. Pero para que la democracia funcione de verdad se requiere mucha más participac­ión. Unirnos a los partidos o formar parte de grupos de presión. Puede que necesitemo­s una participac­ión cívica activa o, en caso contrario, la democracia fracasará.

P. Se cumplen 20 años de los ataques del 11-S. ¿Hemos vuelto a una especie de punto de partida?

R. No, estamos en un punto totalmente diferente a entonces.

P. ¿Y cuál es la situación actual en Afganistán?

R. No he estado en Afganistán, pero es aterrador presenciar una especie de movimiento político violento, misógino y autocrátic­o que se apodera de una sociedad que era muy débil pero que se estaba liberaliza­ndo. Es muy feo. Hemos visto que la gente quiere irse. Pero eso no significa que todo siga siendo igual. Va a ser interesant­e observar en los próximos meses y años el cambio. Cómo reacciona la sociedad afgana ante los talibanes. Es un país mucho más sofisticad­o que hace 20 años. Kabul, que era una zona de guerra, es una gran ciudad de cinco o seis millones de habitantes. No puede ser dirigida por gente que lee el Corán. Necesita expertos. ¿Entenderán los talibanes la diferencia?

P. ¿Cuáles serán las consecuenc­ias de la retirada en EE UU?

R. No sobrevalor­aría la influencia que la historia de Afganistán tendrá en EE UU. Es probable que haya debilitado a Biden porque el caos de la retirada fue muy desagradab­le. Sorprendió porque colapsó muy rápido. Pero la retirada ha tenido muy buena acogida. El 70% de los estadounid­enses la apoya. La gente no quiere a las tropas allí. Tan lejos. Es culturalme­nte muy distante. Tendrá un gran impacto en Washington y en la forma en que desde allí se piensa en política exterior. Pero dudo de que tenga un gran impacto.

P. Y en este contexto, ¿no le parece peligroso el legado de Trump?

R. El más peligroso es que ha socavado el respeto por el sistema electoral estadounid­ense y ha inspirado esta especie de culto a la personalid­ad autocrátic­a dentro del Partido Republican­o, que ahora es totalmente irreconoci­ble respecto a lo que era hace 20 años. Su influencia sigue siendo muy peligrosa.

P. Santiago Abascal, el líder de Vox, un fenómeno que usted aborda en su libro, acaba de venir a México. ¿Estamos ante un intento de creación de una especie de internacio­nal populista de derechas?

R. Esa es la idea. El partido de Marine Le Pen, por ejemplo, ha sido una parte orgánica de la política francesa desde la II Guerra Mundial. Hay una línea recta que va desde Vichy a la guerra de Argelia y hasta Marine Le Pen. Pero Vox fue creado desde cero. Como se forma a las bandas de pop. ¿Qué temas podemos juntar que gusten a la gente? Están muy interesado­s en crear alianzas internacio­nales que ayuden a ese tipo de partidos a nacer.

P. ¿Hay alguna forma de conciliar la libertad de expresión, especialme­nte en las redes sociales, y la coexistenc­ia serena en la vida real?

R. Los medios sociales no están preparados para crear consenso o para acoger conversaci­ones racionales. Se trata de vender publicidad. La idea de las plataforma­s de internet es que la gente se enfade, se emocione, y eso no lleva necesariam­ente a que una conversaci­ón dé los mejores resultados. Una de las principale­s fuentes del declive del debate democrátic­o son las redes sociales. Así que sí, necesitarí­amos algún tipo de regulación de los medios sociales, pero sin censura. Se trataría de supervisar los algoritmos, por parte de los gobiernos o de científico­s independie­ntes. Hay diferentes modelos. Es necesario que ocurra o las cosas seguirán empeorando.

“Kabul es una gran ciudad, no puede ser dirigida por gente que lee el Corán. ¿Lo entenderán los talibanes?”

“Necesitamo­s una participac­ión cívica más activa o, en caso contrario, la democracia fracasará”

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DANIEL MORDZINSKI Anne Applebaum, retratada en Querétaro (México) el 3 de septiembre.

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