Salir de la culpa, la vergüenza y el tabú
Quienes han tenido problemas de salud mental dicen que los han superado porque han pedido ayuda y lo han contado, rompiendo el silencio con su voz o sus palabras
Yo soy una superviviente”, se presenta Dolors López, escritora, autora del libro
Te nombro y participante en la conversación Dar voz al silencio, moderada por el subdirector de EL PAÍS Carlos de Vega, que también actúa como maestro de ceremonias del foro sobre la depresión y el suicidio organizado por EL PAÍS con la colaboración de Janssen. Cuando su hija se quitó la vida, ella se quedó “en un paisaje de nada absoluta”. Se le olvidó dormir, comer, casi vivir. A la brutalidad del qué se le añadió el cómo, con su carga de vergüenza y culpa. “Es un tabú, un estigma que cae sobre quien se ha marchado, pero también sobre sus vínculos cercanos. Yo he de vivir con el estigma de ser una madre cuya hija se ha suicidado”. Los supervivientes saben que sus preguntas —¿por qué?, ¿qué no he hecho?, ¿cómo no lo vi venir?— se quedarán sin respuesta.
El silencio que sigue a las palabras de Dolors lo rompe ella misma con un mensaje positivo, porque ha decidido ser superviviente, no víctima: “Hemos quedado fuera de todos los planes de salud; necesitamos ser atendidos porque estamos solos. Pero sobrevivimos, nos enganchamos a la vida y transformamos eso que nos ha ocurrido en algo que pueda ayudar a los demás, y hacer esta sociedad más inclusiva y acogedora, para que nadie se quede atrás cuando le fallen las fuerzas”.
Todos podemos ser víctimas
El de Dolors es uno de los testimonios de La palabra maldita, documental sobre el suicidio dirigido por Javier Álvarez Solís. “Perdí un amigo por suicidio y me enteré de rebote. La primera sensación fue de dolor, pero después me asaltó la incapacidad de llamar a esa familia; tres días en los que no fui capaz de acercarme a ellos para saber qué había ocurrido. Era vergüenza, miedo… No lo entendía. Me sorprendió. ¿Por qué no hablamos de esto?”, se planteó. Más aún cuando comenzó a investigar y comprobó la magnitud del problema. “Nadie estamos libres de entrar en una dinámica que nos lleve a la desesperación y al suicidio”, advierte Nel González, presidente de la Confederación de Salud Mental España, en el documental.
Álvarez Solís, que propuso a colegios e institutos organizar charlas con adolescentes sobre el suicidio para La
palabra maldita, ha llegado a la conclusión de que detrás del tabú hay mucho miedo. “Nos da terror hablar de estos temas; el trastorno mental nos aterra”, remacha. Almudena Sánchez, escritora, autora de Fármaco, en el que escribe sobre su depresión, coincide. “Estaba triste, apática, lloraba por cualquier cosa; no lo vi venir. Gracias a una tía, que detectó lo que me pasaba, y a un buen médico, que lo trató, pude salir”, recuerda. A Sánchez le entristece que el hecho de ir al psiquiatra sea considerado igualmente un tabú.
Al psiquiatra no, pero Ray Zapata, gimnasta y medallista olímpico, sí necesitó ir al psicólogo, y lo cuenta con naturalidad y desenvoltura. Habla de cómo, en un momento dado, se obsesionó tanto por ganar que se bloqueó, empezó a dormir mal y bajó su rendimiento. Pidió ayuda y, gracias a la terapia, logró romper el círculo vicioso. Este verano ha sido subcampeón en la prueba de suelo en los Juegos Olímpicos de Tokio. “Por supuesto que sigo acudiendo al psicólogo, igual que al nutricionista. Nuestra herramienta es el cuerpo, y sin ésta”, dice señalándose la cabeza, “no funciona”. Zapata asegura que ahora disfruta más de la vida. “He aprendido a gestionar los malos momentos”, añade con una enorme sonrisa.