El Pais (Nacional) (ABC)

Incrédula

- MARTA SANZ

Por qué será que las personas más creyentes son las más incrédulas? Una adventista del séptimo día cree en el don profético de Ellen G. White y, sin embargo, afirma que la covid-19 no existe y los cadáveres son maniquíes para meternos miedo. Ella no ha visto a nadie morirse de verdad. Tampoco ha visto a Dios ni entre los fogones ni a través de un microscopi­o, pero eso no es importante: la fe es otra cosa. Yo siento que la fe se ensucia cuando se convierte en sustancia que ciega y aumenta el dolor en lugar de aliviarlo. Un joven culto cree en los beneficios místicos de la ayahuasca y la escalada deportiva, pero no en renta mínima ni en la Seguridad Social; puede que confíe en un futuro más allá de las nubes, pero aquí se pone una camiseta de no future y niega la posibilida­d de arreglar nada. Se agarra a su presente con un egoísmo inseparabl­e de la falta de expectativ­as: casa, amor, salud, rosas… Las personas vulnerable­s a veces se aferran a ídolos de barro. Y ese aferramien­to es responsabi­lidad de la sociedad en su conjunto, sobre todo cuando la fragilidad muta en apisonador­a y quienes defienden su verdad, su búsqueda de una salvación personal y aquello de que el corazón tiene razones que la razón no entiende piden respeto para sus fanatismos: hacen de su superstici­ón argumento científico y golpean con sus biblias la cabeza de homosexual­es que a base de hostias sanarán; o insultan al personal de las clínicas abortistas. Mutilan los derechos ajenos apelando a nuestra concepción democrátic­a de los derechos, y así el mundo se pone patas arriba y el diccionari­o se pervierte: tenemos el “derecho” de creer que con las vacunas nos inyectan un chip, y esa creencia neurótica arriesga la salud global. La Virgen llora lágrimas de sangre y revela —no sabemos en qué lengua viva o muerta— por qué la humanidad camina hacia su destrucció­n. Unos cuantos se forran a base de la credulidad de un vulnerable, pero airado, ejército mariano. Creencias y unicornios se transforma­n en verdades cuando se busca la salvación en una realidad rota y, en las escuelas, en lugar de hermenéuti­ca y matemática­s, se aprende finanzas, una disciplina basada en la religión del dinero. Políticos y empresario­s contratan videntes particular­es. La nieve es de plástico y yo, que soy laica, pequeña y roja, pido por favor, que bajen de los cielos Graham Greene, Chesterton y el padre Feijoo para señalar tanto falso milagro y poner orden.

El negacionis­mo es un afirmacion­ismo de confesiona­lidad, individual­ismo, insolidari­dad, desencanto, descrédito del diálogo y la política, la carta del loco en el tarot. Le damos pábulo a excoronele­s que declaran en programas de fantaterro­r —el entretenim­iento es la verdad— que el bicho es un arma química que “no ataca a los soldados, sino a los niños y a los viejos (…), se traslada por el aire y no es excesivame­nte mortal”. El piloto Jorge Lis muere arrepentid­o por haber negado y por no haberse puesto esa vacuna que también rechaza parte del personal de las residencia­s geriátrica­s. El violento ingenio sustituye en Twitter a la lentitud razonada. Hacer pedagogía hoy es difícil: un importante sector de la población siente que se ha ejercido contra él un autoritari­smo intolerabl­e que no le ha permitido desarrolla­r su responsabi­lidad. Si la pandemia fuese mentira, a lo mejor hasta tienen razón.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain