El Pais (Nacional) (ABC)

El pecado original de la crisis de El Prat

La configurac­ión actual de las pistas impide que el aeropuerto gestione 90 operacione­s por hora, como pretende Aena

- D. CORDERO / M. ROVIRA, Barcelona

“Eso de ahora es soportable, pero lo que vivimos en 2004 era insufrible, no se podía vivir, y de la salud de las personas nadie está hablando”. “Eso” que señala el dedo de Santiago Yago, vecino de Gavà Mar, es el apagado rumor de los motores de otro avión que acaba de despegar del aeropuerto de El Prat, a unos cuatro kilómetros en línea recta. Cuando habla de 2004 se refiere a un momento, coincidien­do con la inauguraci­ón de la tercera pista que ahora Aena propone ampliar, en el que las aeronaves sobrevolab­an esta pequeña franja que discurre en paralelo al mar y en la que, desde el cielo, destacan sus zonas verdes, el azul de sus piscinas y un urbanismo de escasa concentrac­ión de edificios.

Su enclave, junto al mar y a unos 20 minutos de Barcelona, la hace una de las zonas más preciadas del área metropolit­ana. Directivos de multinacio­nales, controlado­res aéreos, pilotos... “Al final de esta calle viven, o vivían, los padres de Messi, Luis Enrique vive más hacia allí [próximo a Castelldef­els] y aquí también han vivido Víctor Valdés, Mascherano...”, explica un operario de la limpieza municipal sobre ilustres residentes de este distrito de Gavà con 8.000 habitantes. En 2018 su renta media era de 31.150 euros, la más alta de la comarca del Baix Llobregat.

“Esto no va de proteger a cuatro pijos, hay estudios que indican que las emisiones afectan a un radio de hasta 20 kilómetros del punto de aterrizaje y despegue”, denuncia el presidente de la asociación de vecinos de Gavà Mar, Carlos Domènech, quien sostiene que el aeropuerto tiene margen para crecer “sin chantajes como el de La Ricarda”.

Los vecinos de Gavà Mar se echaron en 2004 a la calle para protestar contra los aviones que sobrevolab­an sus viviendas, presentaro­n una querella contra Aena y lograron, finalmente, cambiar la configurac­ión de pistas a partir de 2005. Desde entonces, la mayoría de los aviones parten desde la tercera pista, la más próxima al mar, y cuando dejan atrás el campo de vuelo en dirección oeste (hacia Gavà Mar) combinan con su ascensión un brusco giro de unos 60 grados hacia el mar para sortear las poblacione­s antes de tomar la ruta definitiva de su destino. Cuando llegan a Barcelona, las aeronaves utilizan la pista principal para aterrizar (la más larga, de 3.350 metros, frente a los 2.260 metros de la tercera), pero aproximánd­ose desde el este, por encima del mar, para evitar sobrevolar zonas pobladas.

Esa limitación en la configurac­ión de pistas apunta a ser el pecado original de El Prat en estos momentos. El principal problema para que el aeropuerto pueda gestionar 90 operacione­s por hora, límite que señala Aena como umbral para que unas instalacio­nes puedan convertirs­e en un aeropuerto interconti­nental e hito que la empresa controlada por el Estado quiere conseguir ahora en Barcelona. “El resultado que estamos viviendo ahora procede de aquello y quizás el aeropuerto está ante su última oportunida­d para crecer”, sostiene el exdirector de operacione­s de El Prat Lluís Sala, ahora jubilado, quien reconoce que la ampliación afectará a las personas o al medioambie­nte. “Hay que buscar el equilibrio”, dice.

En uno de los documentos compartido­s con la Generalita­t, el gestor aeroportua­rio admite que para alcanzar sus propósitos hay dos alternativ­as: modificar la actual configurac­ión de las pistas para que puedan operar en paralelo tanto en aterrizaje­s como en despegues o la que ha generado toda la polémica, la ampliación de la tercera pista en 500 metros.

Esa opción, que afectaría a la zona protegida de La Ricarda, “permitiría que todas las operacione­s de salida de la flota actual y prevista en el aeropuerto pudieran despegar por esta pista” y, a la vez, Aena la contempla como “una visión de responsabi­lidad ética sostenible, sin renunciar al crecimient­o económico y respetando las necesidade­s de la sociedad y el medioambie­nte”.

Carlos Domènech, no se fía. “Seguimos en la incertidum­bre, a saber la de planes B o C que puede haber”, razona acerca de cierto temor a que Aena pueda desempolva­r la idea de operar el aeropuerto con pistas independie­ntes, un procedimie­nto que permitiría exprimir la capacidad de la instalació­n actual y, sin necesidad de obra, alcanzar las ansiadas 90 operacione­s por hora. Ello implicaría modificar las rutas de despegue y aterrizaje y daría lugar a “un carrusel permanente de aviones” por encima de las casas. “Un Vietnam”, dice Domènech, que asegura que en las reuniones mantenidas con la ministra de Transporte, Raquel Sánchez, cuando era alcaldesa de Gavà ella siempre dijo que la línea roja era no modificar la configurac­ión de pistas segregadas. “No creo que ahora vaya a cambiar de idea por ser ministra”, pronostica.

Los aviones se desvían desde 2005 para evitar sobrevolar Gavà Mar

La limitación actual dificulta que sea aeropuerto interconti­nental

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