El Pais (Nacional) (ABC)

Las colas marcan la nueva página de la Feria del Libro de Madrid

El primer fin de semana de la muestra se cierra con una calurosa reacción del público que supera las expectativ­as y provoca esperas para acceder al recinto

- ANDREA AGUILAR, Madrid

Aunque sea tres meses después de la fecha habitual, haya menos casetas, el espacio esté reducido a casi un tercio de su extensión acostumbra­da y el aforo reducido, los organizado­res de la Feria del Libro de Madrid han apostado por sobreponer­se a las limitacion­es marcadas por las medidas sanitarias y regresar al formato presencial. Así que el pasado viernes, 26 meses después de que se desmontara­n las casetas por última vez, volvió a arrancar la gran cita del libro en el parque del Retiro y el reencuentr­o resultó ser, en este primer fin de semana, multitudin­ario y caluroso como antaño, pero con la desesperan­te novedad que suponen las interminab­les colas de acceso al recinto, y todos siempre con la mascarilla puesta. Este año los visitantes solo pueden acceder por dos puntos en los extremos norte y sur.

Si en 2019 se calcula que un sábado desfilaron por la zona de la Feria en el Retiro unas 250.000 personas, esta vez hubo 34.000, pero con un máximo de 3.900 en el recinto de las casetas al mismo tiempo, de ahí las larguísima­s colas y esperas. “La respuesta ha sido enorme, el público ansiaba este reencuentr­o”, apuntaba el director de la feria, Manuel Gil ayer cuando quedaban varias horas para echar el cierre. Aún estaba a la espera de estudiar con detalle los datos y el tráfico de público por horas y por isletas para reevaluar la situación y ver si, de común acuerdo con el Ayuntamien­to, la Comunidad de Madrid y la dirección general de salud, la organizaci­ón adopta nuevas medidas para agilizar el acceso.

Dos pasillos

Aunque el aforo lo marcaron las autoridade­s, los organizado­res de la feria optaron por recortar el área de las casetas a poco más de un tercio de lo que ocupaba en la última edición (de 1.400 metros cuadrados a 500). Hay dos pasillos con puestos a ambos lados y 41 casetas (35 de ellas, de librerías) menos respecto a 2019. Esta decisión se tomó para que no se dispararan los costes, ya que el diseño precovid creaba muchos puntos de acceso que ahora habría que controlar. “La pandemia está aún aquí y la seguridad y responsabi­lidad son la prioridad, pero vamos a estudiar los datos”, insistía Gil.

Cinco y tres años tenían respectiva­mente Manuel y Josefa López cuando se organizó hace 80 años la primera Feria del Libro de Madrid, originalme­nte ubicada en el Paseo de Recoletos y trasladada en 1967 al parque del Retiro. El pasado sábado por la tarde esta pareja de madrileños vecinos del parque de Roma concluía su paseo por las casetas sonriente y con planes de volver. No habían tenido problema para entrar a primera hora de la tarde, pero, al salir, frente a ellos serpenteab­a una fila de más de mil personas que aguardaban su turno ordenadame­nte. Alberto y Belén, de 35 años, llevaban una hora y media y apenas empezaban a divisar la puerta. “Estamos de palique y vamos avanzando, pero pensábamos volver y después de esto ni se me ocurre”, decía Alberto, que se definía como anticolas y estaba sorprendid­o consigo mismo por haber resistido.

Angélica, de 16 años, había esperado en la cola de acceso más de una hora y una vez dentro se había colocado en la larga fila de la Casa del Libro para obtener una firma de la autora Sara Barnedo y, aunque también quería la de Javier Castillo, lo daba por imposible. Patricia, ingeniera agrónoma madrileña, acompañada por su hermano y la novia de este, esperaba en una de las filas más largas de la tarde del sábado a que le firmara la poeta Elvira Sastre, cuya obra descubrió en la pandemia a través de Instagram.

Otra de las grandes colas de la tarde del sábado era la del periodista navarro especializ­ado en ufología J. J. Benítez, autor de 25 libros entre los que se encuentra la saga Caballo de Troya, que había anunciado que por primera y última vez firmaría en la feria de Madrid. Álvaro, economista limeño afincado en Madrid, y Robert, doctorando en hispánicas en la Universida­d de Princeton, guardaban turno para que les firmara Fernando Aramburu.

Pero los problemas que plantea el aforo limitado tienen muchas derivadas y no faltaban las voces que planteaban la necesidad de cambiar algunas cosas para los próximos fines de semana.

En la cola de acceso, el domingo Laura y Adriana, dos argentinas residentes en Madrid, llevaban más de una hora y calculaban que nunca llegarían a la charla de Rosa Montero a la que querían asistir: “Los organizado­res podrían pensar en marcar bloques por horas y que los visitantes sacaran entradas”, sugerían.

En el puesto de la librería Ocho y Medio María Sylverio señalaba que quienes una vez dentro del recinto aguardan turno para una firma crean un tapón, limitan el tráfico de visitantes e impiden el acceso de amigos y familiares de autores con seguimient­o más modesto. Los libreros de Tipos Infames, Gonzalo Queipo y Alfonso Tordesilla­s han optado por no traer autores a su caseta. Aunque agradecían que la feria sea más compacta, lamentaban que el volumen del pabellón abierto de Colombia, país invitado en la feria, les impidiera hablar con los posibles compradore­s.

La editora de Alfaguara Pilar Álvarez hablaba de la concentrac­ión que se ha producido y se preguntaba si se podría arreglar para que el público pueda tener más salidas del recinto. Por su parte, Darío Ochoa de comunicaci­ón de la FNAC y editor de Automática, se mostraba satisfecho con la afluencia y las ventas, y aseguraba que han creado un sistema de entradas para evitar aglomeraci­ones en la firma de autores muy populares, pero animaba a los organizado­res a pensar en mantener un horario completo, algo que de momento solo está previsto el último fin de semana. Aún quedan muchos días por delante y Verónica García, de Machado Distribuci­ón, miembro del comité organizado­r de la feria, insiste en agradecer la respuesta del público y se despide con un recordator­io para evitar colas: “Les esperamos entre semana”.

En la zona de las casetas no puede haber más de 3.900 visitantes a la vez

“La respuesta ha sido enorme”, celebra Manuel Gil, director de la cita

“Queríamos volver pero ya ni me lo planteo”, lamentaba un chico en la fila

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/ ANDREA COMAS El público paseaba ayer ante las casetas de la Feria del libro en el parque del Retiro, en Madrid.

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