El Pais (Nacional) (ABC)

Los goles, como las grúas, blancos

Un Madrid más suelto en ataque y más descosido atrás contribuye al ambiente festivo, con 19.874 personas en las gradas

- LORENZO CALONGE,

Hasta un cuarto de hora antes de la apertura de puertas, a las 19.30, hubo carretilla­s maniobrand­o por los exteriores del Santiago Bernabéu. Levantando vallas, sacando hierros y despejando el acceso a una de las torres (la b) ante el paso de altos responsabl­es del Real Madrid. Un millar de obreros trabajando 24 horas sobre 24 horas en las últimas semanas para preparar un estadio abierto en canal en un lugar listo para la competició­n 560 días después.

Sobre la campana, pero todo a punto para que la realidad regresara a la Castellana entre un ambiente tranquilo en las calles.

La gente paseaba, preguntaba y, especialme­nte, miraba. Miraba mucho, a los lados y hacia arriba para contemplar las toneladas de grúas, acero y hormigón repartidos por el recinto. Cuando la obra acabe, habrá dentro tanto acero estructura­l como en 120 aviones Airbus 380.

De momento, lo que hubo ayer en Concha Espina fue público, que no es poco después de tanta quiebra. Cada espectador, con su entrada nominal, tenía una hora de entrada entre las 19.30 y las 20.30. Una recomendac­ión, en realidad. Se podía llegar después, pero no antes, según advertían las numerosas personas repartidas por los exteriores vestidas de verde chillón para guiar al personal. Y la gente, que fuera tampoco estaba para grandes botellones, como era habitual antes, atendió a la petición del club y fue ocupando con mucha antelación su butaca (casi todo el anillo inferior estaba tapado por lonas debido a la reforma).

Había ganas de alegrarse un rato la vida, la música atronaba dentro, y más después de que la megafonía anunciara la victoria del equipo de baloncesto en la Supercopa. Aunque, de repente, 10 minutos antes de que el balón se hiciera presente, el silencio. Las 19.874 personas que estaban dentro se callaron de forma espontánea al unísono. Ocurrió mientras se desplegaba en el centro una enorme lona con el rostro del expresiden­te blanco Lorenzo Sanz, fallecido por covid.

Cumplido el homenaje póstumo, se retomó la distensión, pero esta vez ya duró poco. Cuatro minutos.

Cada persona tenía una hora aconsejada de entrada para escalonar el acceso

Vinicius celebró su tanto tirándose sobre un grupo de espectador­es

Un lío en cadena en la defensa local desembocó en el gol de Santi Mina. Y fue entonces cuando el fútbol, el de verdad, regresó al Bernabéu. La gente se olvidó de las grúas y el cemento, de la vuelta al estadio y de los meses de ausencia. Ya se había preguntado por el verano y la familia. A partir de entonces, la realidad de la pelota se empezó a imponer. Había un partido torcido para sus intereses nada más arrancar. Percutía Vinicius, sufría Casemiro y se rompía la defensa merengue. El choque era un vaivén. Nadie se podía quejar de aburrimien­to. Y de todo ello era espectador en vivo Zinedine Zidane, que seguía el encuentro con su esposa desde un palco privado. De su Madrid a lo que estaba viendo en la primera parte, bastantes diferencia­s con los mismos jugadores (Alaba fue baja por lesión y Camavinga estaba todavía en el banquillo al inicio). Más abierto en ataque, pero también más agrietado atrás, una vía de fuga que no tardó en hacérsela pagar el Celta.

Lo que no cambió respecto al Madrid de ZZ fue el flotador del equipo, Benzema, autor de un triplete. Al francés lo mismo le da el silencio de Valdebebas que las grúas del Bernabéu. Y ahora, además, ha encontrado un socio en este inicio de curso. El más inopinado ante el gol hasta hace un mes, Vinicius, que entre tanta alegría por el retorno también enloqueció tras anotar el 3-2.

Contradici­endo otra vez a Ancelotti, que le advirtió de que si realizaba varios controles le resultaría más difícil marcar, recibió en carrera, condujo y ajustó. Otra vez Vini en plan justiciero. Y el muchacho, como poseído, no se sabe si también en su fútbol, no se le ocurrió otra forma mejor para celebrarlo que ir a abrazarse sobre un grupo de espectador­es, invadiendo una parte de la grada, entre aficionado­s sin mascarilla ni distancia de seguridad. Y ya nada detuvo la fiesta en la nueva casa blanca. Camavinga, que llevaba solo seis minutos en el césped, recogió las sobras tras una gran jugada de Modric para poner el cuarto. Y Vinicius provocó un penalti para que Benzema se apuntara el tercero. Los goles y el triunfo fueron como las grúas: blancos.

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/ GETTY Vista general del Bernabéu durante el minuto de silencio que se guardó antes del partido por las víctimas de la covid.

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