Sibila de Jerusalén nunca amó, ay, a Orlando Bloom
En el proceloso mundo de la Historia siempre está bien tener unos nombres que sirvan de asideros. Como personaje favorito de la Edad Media, yo tengo, además de al vilipendiado Reinaldo de Chatillon, a Sibila de Jerusalén, reina de 1186 a 1190 y que tuvo la desgracia de perder para la cristiandad la Ciudad Santa.
Mi querencia por Sibila no viene de las historias de las cruzadas de Runciman o Asbridge, o de las crónicas de Guillermo de Tiro, sino de algo tan prosaico como la película de Ridley Scott El reino
de los cielos (2005), que ha hecho por promocionar la Edad Media tanto como Ivanhoe y las ferias medievales. Allí, en el filme de Scott, aparece una Sibila, encarnada en Eva Green —de la que se ha dicho que tiene ojos de mapache, y ¡que vivan los mapaches!—, que me tiene el corazón robado desde entonces. Su aparición en casa de Balian de Ibelin (Orlando Bloom) vestida que parece Melchor (luego ya no) y con ganas de guerra nada santa explica más el atractivo del orientalismo que una charla con Edward Said.
El caso es que acabo de leer un libro que le dedica amplio espacio a Sibila, Queens of Jerusalem, the Women Who Dared to Rule (Reinas de Jerusalén, las mujeres que se atrevieron a gobernar), de la medievalista de Oxford y el University College de Londres Katherine Pangonis, (Weidenfeld & Nicolson, 2022) y he descubierto que casi todo lo que creía saber de ella es falso.
De entrada, la verdadera Sibila (1160-1190) nunca tuvo un romance con Balian de Ibelin (1144-1193), que en realidad estaba casado con María Comnena, sobrina del emperador de Bizancio y viuda de Amalarico de Jerusalén, el padre de Sibila y de su hermano Balduino IV (el célebre rey leproso), que los había concebido con su primera mujer, Inés de Courtenay, de armas tomar y de célebre belleza, antes de que le hicieran repudiarla. Es decir, para aclararnos, Balian era el marido de la madrastra de Sibila, lo que no suele predisponer al ligue, y no el joven idealista recién llegado a Tierra Santa gracias a Liam Neeson.
En principio, Sibila no parecía llamada a ser reina: estaban su padre y su hermano. Pero el padre, Amalarico, murió de disentería y el leproso Balduino IV no parecía tener mucho futuro dinástico. Así que se buscó un buen marido para Sibila que tenía todos los puntos para ir a ser la reina de Jerusalén, y la casaron a los 16 años con Guillermo de Montferrato, pariente del rey de Francia y apodado, confiemos que por su habilidad guerrera, Espada Larga, que la dejó viuda (y embarazada) al cabo de un año al morir de malaria. Para ayudar a la comprensión histórica, Sibila llamó a su hijo Balduino (V).
Hemos dicho que Sibila no tuvo un romance con Balian de Ibelin, pero sí con un hermano, llamado, Dios mío, Balduino (!) de Ibelin. Parece ser que Sibila se enamoró perdidamente, pese a que él le doblaba en edad. Desgraciadamente, fue capturado por tropas de Saladino, y, cuando lo liberaron, a Sibila ya se le había pasado el arrebato y se había entregado (como se dice en Los Bridgerton) al que sería el hombre de su vida; y no lo pudo escoger peor: Guy de Lusignan, un botarate. El cronista Roger de Howden explica, con tono cotilla de Lady Whistledown del siglo XII, que la relación de Sibila y Guy empezó como un coup de coeur: “La hermana del rey, viendo que el dicho Guy era guapo, lo escogió para ser su esposo, lo amó secretamente, y él se acostó con ella”. Estamos en terrenos de Ridley Scott, aunque con la persona equivocada.
Sibila fue muy criticada por poner sus sentimientos (por Guy) por encima del sentido de Estado, que es exactamente al revés de lo que muestra El reino de los cielos. Es posible que Ridley Scott, con tanto Balduino, se haya liado.
Sibila sube al trono con la condición de que se divorcie de Guy, pero en la ceremonia de coronación, lo proclama rey. Tras el desastre de la batalla de Hattin (1187), en la que Saladino aniquila a las fuerzas cristianas y hace prisionero a Guy, Sibila se hace cargo de la desesperada defensa de Jerusalén. Aquí la historia coincide con la película de Ridley Scott: Balian se suma a la lucha, que acaba con la caída de la ciudad.
Y la última reina de Jerusalén partió de su ciudad no para ser feliz con Balian en cualquier sitio, como en el happy end (especialmente para Saladino) de El reino de los cielos, sino para volver empecinadamente al lado de Guy, ya liberado. Sibilia vivió para participar en el asedio de Acre, pero murió allí, en 1190, a causa de una epidemia. Tenía 30 años. La historia es la historia, y es implacable. Pero yo sigo imaginándole, y deseándole, a Sibila, una vida larga y feliz con Orlando Bloom.
En realidad, la reina estuvo siempre colgada del botarate de Guy de Lusignan, su marido
Es probable que Ridley Scott se liara en su película con tantos Balduinos