“Los curas españoles fueron decisivos en la guerrilla de Colombia”
Detrás del escritorio, sobre una repisa, descansa un retrato familiar enmarcado junto a un busto de Simón Bolívar. La vida de León Valencia (Andes, Colombia, 67 años) ha pendulado entre esas dos tensiones vitales: ser un padre presente o un revolucionario. 30 años atrás se despidió de su mujer y sus hijos para unirse a la guerrilla del ELN. En la clandestinidad grababa su voz en unos casetes que enviaba a casa a escondidas. Descubrió con el tiempo el absurdo de la guerra y trató de convencer a sus compañeros de armas de buscar la vía pacífica. Desde entonces dirige una fundación de pensamiento y escribe; su último libro se titula La izquierda al poder en Colombia, un trazo con curvas desde los hombres armados en la selva a la llegada de Gustavo Petro a la presidencia.
Pregunta. Cuando se unió a la guerrilla usted tenía dos hijos.
Respuesta. El idealismo y el romanticismo de los setenta y ochenta me llevaron a hacer eso. Pensaba que tenía la obligación de cambiar el mundo, uno mejor para los propios hijos. Lo que más me pesaba en aquel momento era la ausencia de ellos. P. ¿Sentía culpa?
R. Sí, aunque después que me reencontré con ellos, me hicieron sentir que no había tal. Siempre hemos estado muy unidos.
P. Conoció al cura Pérez, el español que rearmó al ELN. ¿Cómo era ese hombre?
R. Vivía con él en el monte. Era práctico, no un gran teórico. Era de un pueblo que se llama Alfamén, de Zaragoza. Le salía el acento español cuando hablaba del Atleti. Se defendió en un mundo muy distinto al de él y se adaptó.
P. ¿Los sacerdotes españoles han sido importantes en la guerrilla?
R.Decisivos.
Hubo tres importantes: Domingo Laín, Diego Cristobal Uribe y Manuel Pérez. Los dos primeros murieron en combate. Pérez, de viejo en Cuba. Él reconstruyó el ELN tras una crisis.
P. Ellos vivieron una ilusión que usted asegura que tenía trazas de alucinación.
R. Era una alucinación. Había triunfado la insurgencia en Nicaragua y El Salvador estaba viendo un empate entre fuerzas del Gobierno y el FMLN. En Colombia había una crisis muy grande del Gobierno. Pensamos que podíamos ganar. Y mucha gente se la jugó a eso.
P. La guerrilla que creó la sensación de que la victoria estaba cerca fue el M-19, en la que militó Petro.
R. Fue la más audaz, la que trajo la guerra a la ciudad. Fue capaz de meterse en el corazón de Bogotá. Los del ELN sentíamos envidia y admiración.
P. Llegó un momento en el que abogó por dejar las armas. ¿Qué se le reveló?
R. La guerra se estaba degradando. Y los que más íbamos a perder éramos nosotros. Siempre a las izquierdas se le cobran más su crueldad. El narcotráfico corrompió todo. Lo vi con más claridad hablando con Pepe Mujica.
Me dijo que ellos en Uruguay iban a llegar al poder más rápido porque habían sido encarcelados, torturados, enterrados vivos.
P. ¿Entonces cuál podría ser el camino de esa izquierda?
R. La reconciliación era el discurso heroico. Después de haber hecho tanto daño, había que alzar la mano y volverse los apóstoles de la reconciliación. Todo ese discurso lo ha enarbolado Petro.
P. La política colombiana se basa en la desconfianza.
R. La negociación de Álvaro Uribe con los paramilitares fueron dos hojas. Es un monumento a la confianza. La negociación con las FARC duró seis años, es un mamotreto enorme. Es un monumento a la desconfianza. Todo tiene que estar escrito. Cada pasito, cada coma y punto. Este es un país de traidores. Está muy en la cultura. Aquí todo el mundo se traiciona.
P. ¿Alguna vez se ha sorprendido de que no lo hayan matado por el camino?
R. Cada día que me levanto pienso: me gané otro día. Mi aspiración durante un tiempo fue terminar el siglo. Quería llegar al cambio de milenio. Ese era un triunfo.
“Es un país de traidores. Está muy en la cultura. Todos se traicionan”
“Cada día que me levanto pienso: me gané otro día. Quería terminar el siglo”