El sueño hecho realidad del refugiado sirio del selfi con Merkel
Anas Modamani se reconoce un símbolo del éxito de la política alemana de brazos abiertos en la crisis migratoria de 2015
Han pasado más de siete años, pero Anas Modamani recuerda perfectamente aquel momento que le cambió la vida. Llevaba dos semanas viviendo en un centro de acogida en Spandau, al oeste de Berlín, cuando un día vio bajarse de un coche con las lunas tintadas a una mujer envuelta en una nube de fotógrafos. “No sabía quién era”, recuerda entre risas. Logró acercarse y por señas le pidió un selfi. La imagen de una sonriente Angela Merkel levantando el pulgar al lado de un refugiado sirio de 18 años dio la vuelta al mundo y se convirtió en un símbolo de la política de puertas abiertas de Alemania.
Modamani, que hoy tiene 25 años, supo que se había hecho una foto con la canciller alemana aquella noche, cuando la subió a las redes sociales. Era 10 de septiembre de 2015, en plena crisis migratoria, y solo habían pasado días desde la célebre frase de Merkel “lo conseguiremos”. Después de anunciar que los refugiados que se agolpaban a las puertas de la UE huyendo de la guerra en Siria podían entrar en Alemania, la canciller invitaba así a sus compatriotas a sumarse al esfuerzo colectivo de acoger e integrar a centenares de miles de personas. Y lo consiguieron, o eso cree Modamani, perfectamente consciente de ser, él mismo, un símbolo del éxito de aquella decisión.
El joven ya es ciudadano alemán. Recoger su pasaporte acompañado de su novia, la estudiante ucrania Anna Yarysh, fue tan emocionante para él que quiso grabarlo. El momento lo emitió en la cadena de televisión pública de Berlín y Brandeburgo, RBB, en la que estaba haciendo unas prácticas. A punto de terminar Comunicación Empresarial, Modamani compagina los estudios con trabajos por horas o de fin de semana. Cuenta que pasó por un McDonald’s, vendió currywurst (salchichas a la plancha o a la brasa con curri) en la cancha del Alba Berlín, fue cajero en un supermercado… Ganar algo de dinero, y no depender solo de las ayudas sociales, siempre fue una prioridad para él.
“Aquí me siento como en casa”, dice en un alemán sin apenas acento. Y se corrige: “Berlín es mi casa”. Vive con Anna en un piso de alquiler de la avenida Landsberger, donde los vecinos lo saludan mientras posa para las fotos. El selfi con Merkel lo hizo famoso. Al día siguiente, periodistas de medio mundo aparecieron por el centro de refugiados para entrevistarlo. “La gente me escribía al centro para darme la bienvenida a Alemania”, recuerda. Le mandaban ropa de abrigo, lo invitaban a tomar café y a charlar para ayudarlo a aprender alemán. La fama le sirvió también para contactar con una familia berlinesa que lo acogió los primeros años.
Blanco de calumnias
Pero el selfi también lo convirtió en el blanco de calumnias y bulos racistas de publicaciones de extrema derecha. Cada vez que pasaba algo relacionado con refugiados salían noticias falsas sobre él. Por ejemplo, en los atentados en Bruselas en 2016; el ataque al mercado navideño de Berlín ese año, o el asesinato de un hombre sin hogar en una estación de metro de la capital: “Hacían un montaje con mi foto y ponían: ‘Ha sido el refugiado del selfi”.
Cuando el tono de los insultos y las amenazas subió, la familia de acogida lo puso en contacto con un abogado y demandó a Facebook por difundir calumnias. El caso generó un enorme interés en todo el mundo, porque cuestionaba el modelo de negocio de las plataformas que publican supuestas noticias sin verificar. En 2017, el tribunal alemán dio la razón a la tecnológica, que argumentaba que no podía rastrear y borrar por defecto todo el contenido calumnioso, pero que sí lo hacía cuando los usuarios lo denunciaban. Modamani no se vio con ánimo de recurrir, pero cree que el caso sirvió para concienciar.
“Solo en mi universidad conozco a otros 10 sirios que están haciendo la carrera y sé de varios casos de empresarios que han montado negocios”, responde cuando se le pregunta si su caso es excepcional o solo el más mediático. Dice que a él lo ayudó el selfi, pero sobre todo que tenía “objetivos, sueños y motivación”.
Siete años después de aquella llegada masiva de refugiados, el balance es, en general, positivo. Los académicos que estudian el fenómeno suelen decir que no es una carrera de velocidad, sino una maratón, es decir, que la integración tendrá que evaluarse a lo largo del tiempo y se asentará con las próximas generaciones. Las cifras de la Oficina Federal de Migraciones y Refugiados reflejan la inaudita oleada de refugiados que llegaron a Alemania en 2015. Entre ese año y el siguiente, más de 1,2 millones de personas pidieron asilo en un país que en la década
“Berlín es mi casa”, afirma el joven, que acaba de lograr la ciudadanía
Está a punto de terminar Comunicación Empresarial
El país recibió 1,2 millones de solicitudes de asilo entre 2015 y 2016
anterior recibía, de media, 30.000 solicitudes al año. Eran principalmente de Siria, Afganistán e Irak.
“Para lo poco preparado que estaba el sistema de acogida, en general se puede decir que la integración ha funcionado, pero no ha sido del todo exitosa”, apunta Adriana Cardozo, investigadora del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW, por sus siglas alemanas). Los últimos estudios muestran que más de la mitad de los refugiados en edad de trabajar están integrados en el mercado laboral. Un trabajo reciente de Herbert Brücker, también del DIW, destaca de hecho que esta cohorte se ha integrado más rápido que los refugiados que llegaron en los noventa del siglo pasado. Sus ingresos, sin embargo, son más bajos que los de otros inmigrantes y que los de los alemanes nativos.
Todavía hay obstáculos que impiden la mejora. Cardozo participa en la gran encuesta longitudinal del panel socioeconómico que estudia cómo evoluciona la vida en Alemania de quienes llegaron en 2015. En su opinión, las tres principales dificultades son los procesos burocráticos —por ejemplo, para obtener permisos de trabajo—, el reconocimiento de los títulos obtenidos en el país de origen y, sobre todo, el idioma. Es muy difícil conseguir un contrato sin un buen nivel de alemán, algo que el país empieza a replantearse ante la acuciante escasez de trabajadores cualificados.
Los centros que imparten los cursos que enseñan el idioma desde cero multiplicaron sus plazas por cinco en 2016. El nivel ha ido mejorando con los años, asegura Cardozo. Si en 2016 solo el 16% de los hombres calificaba su nivel como “alto”, ahora lo hace el 52%. En el caso de las mujeres, los investigadores han encontrado “una brecha”, tanto en competencia lingüística como en acceso al mercado laboral.
Modamani cuenta que él solo quería vivir en un país donde no hubiera guerra. Escogió Alemania porque tenía un amigo en Múnich. Su agradecimiento a Merkel, a la que llama “heroína”, es infinito. Dice que le salvó la vida. “Fue ella la que abrió la frontera. Lo sé; estaba allí. Dijo que se abría y pudimos entrar”.