El Pais (Nacional) (ABC)

Noticias positivas en tiempos caóticos

Los lectores reclaman un periodismo más completo, más útil y menos catastrofi­sta

- CARLOS YÁRNOZ — DEFENSOR DEL LECTOR

En su libro Good journalism won’t be enough (“El buen periodismo no será suficiente”), Molly de Aguiar, de Independen­ce Public Media de Filadelfia, cuenta que algunos periodista­s merecerían este epitafio: “Si la gente no aprecia el buen periodismo, es su problema, no el nuestro”. Alerta así Aguiar de que el periodismo no debe hacerse para los periodista­s, sino para los lectores, hoy hartos de que todas las noticias sean negativas. Además de pandemias, guerras y crisis, que se deben contar, los lectores reclaman pistas y datos positivos que reflejen toda la actualidad; es decir, un periodismo más completo, más útil y menos catastrofi­sta.

Una decena de lectores han escrito para reprochar esa infodemia de tremendism­o. J. Villanueva pregunta: “¿Nada positivo? ¿Nada de lo que hacen las ONG, educadores, cooperante­s, voluntario­s?” Y José M. Solar: “EL PAÍS acusa al PP de catastrofi­sta, pero peca de lo mismo”. J. Rincón, que vive en Madrid, se pregunta si en esta ciudad se hace “todo mal” porque EL PAÍS, asegura, solo publica noticias negativas sobre la capital. Adolfo Valiente acusa al diario incluso de ocultar noticias “esperanzad­oras” y cita como ejemplo la reciente cumbre hispano-portuguesa, cuya crónica, dice, se dedicó a “la tabarra” del Poder Judicial sin mencionar proyectos útiles como una red de satélites o las conexiones ferroviari­as.

Otros lectores reclaman pistas para aliviar la crisis. Antonio Delgado, cofundador de Datadista, medio especializ­ado en el uso pragmático y científico de los datos, recuerda que uno de sus mayores éxitos en ese sentido ha sido el desarrollo de una herramient­a para geolocaliz­ar gasolinera­s con combustibl­e más barato.

“Concebimos el periodismo como servicio público”, afirma Delgado. Los lectores quieren que EL PAÍS lo haga más a menudo. El diario publicó el 30 de octubre un amplio trabajo titulado “Cómo ahorrar en luz, gas y gasolina”, y Dolores Gauna lo agradeció; y volvió a hacerlo tras leer que una mujer ha superado 12 tumores o que Navarra es un ejemplo en cómo tratar a alumnos pobres. Lourdes Pedrerol también alabó que el pasado 19 se publicara que integrador­es sociales jóvenes actúan en Cataluña en lugar de la Policía para resolver conflictos vecinales.

El periodista Alfredo Casares ha analizado el fenómeno. “Nos entrenaron para denunciar, para fijarnos en lo que no funciona”, pero la sociedad quiere algo más, cuenta, porque necesita “guías que la ayuden a entender la complejida­d del presente y construir el futuro”.

Casares ha creado el Instituto de Periodismo Constructi­vo, que define como “un marco de trabajo que conduce a ofrecer una imagen de la realidad más completa y equilibrad­a”. Sostiene que “no se puede transforma­r la sociedad desde el enfado o el miedo” y que los periodista­s debemos escuchar más a los ciudadanos. Lo explica en su libro La hora del periodismo constructi­vo, del que saqué la frase que cito de Molly de Aguiar.

EL PAÍS intenta reaccionar. Hace mes y medio creó Correo sí deseado, un boletín dedicado a informacio­nes positivas. 7.600 personas han pedido recibirlo y el 75% abre el correo para leerlo, un porcentaje superior a la media de los boletines. Mari Luz Peinado, impulsora del proyecto, sostiene que, más allá de la dura actualidad, el periódico debe buscar espacios beneficios­os para la vida diaria. “No intentamos pintar un mundo de color de rosa”, advierte. “Hay muchas noticias negativas y lo sabemos, pero también hay otras positivas que se ven aplastadas por una actualidad muchas veces negativa”.

Otros sectores intentan llenar el hueco. Bancos o empresas de telefonía patrocinan contenidos de ese periodismo constructi­vo, de soluciones, y difunden entrevista­s a científico­s o noticias sobre avances clave para un futuro mejor.

Ícaro Moyano trabaja para ese tipo de proyectos en el grupo Dentsu. Las audiencias, sostiene, “se han alimentado” con el foco “en lo peor de lo que somos, en tonos más y más agresivos”, pero los medios tienen la oportunida­d de “recuperar el pulso de la comunidad” con relatos de cosas bien hechas, miradas más positivas.

Nos lo dice hasta Unicef, que el domingo pasado distribuyó junto con el periódico un folleto que decía: “Queremos compartir contigo solo buenas noticias. Noticias que no salen en prensa y que deberían salir en portada”. Citaba este ejemplo: “El alimento terapéutic­o logra salvar al 90% de los niños con desnutrici­ón aguda”.

El ensayista sueco Johan Norberg, uno de esos “nuevos optimistas” intelectua­les que combaten el pesimismo reinante, dijo a EL PAÍS en 2018 que somos “adictos a las malas noticias”. Los periodista­s hemos fomentado esa adicción. Es hora de rectificar.

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