El Pais (Nacional) (ABC)

Memoria pétrea del franquismo

Más de 5.000 monumentos, escudos, placas y lápidas repartidos por España exaltan la dictadura. Los ultras los quieren blindar tras décadas de abandono

- MIGUEL GONZÁLEZ,

La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ha lanzado un nuevo guiño a Vox al incluir, en el proyecto de Ley de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, una mención a “la arquitectu­ra religiosa, incluyendo los calvarios tradiciona­les y las cruces”. Desde su Ejecutivo se ha hecho saber que esta disposició­n podría aplicarse a la cruz del Valle de los Caídos, ahora rebautizad­o como Cuelgamuro­s. Hace meses que el partido ultra, cuyo apoyo es imprescind­ible para el Gobierno regional, viene reclamando a Díaz Ayuso que blinde la gran cruz de 150 metros que se yergue en la sierra de Guadarrama del supuesto afán iconoclast­a de la izquierda, mientras ella asume el discurso del partido ultra para robarle votantes en las elecciones autonómica­s de mayo.

En realidad, se trata de un brindis al sol. Según fuentes de la Secretaría de Estado de Memoria Democrátic­a, la Comunidad de Madrid no tiene ninguna competenci­a sobre el conjunto monumental de Cuelgamuro­s, cuya gestión correspond­e en exclusiva a Patrimonio Nacional, y la pretensión de proteger la cruz de un hipotético plan para derribarla carece de sentido, pues “esta posibilida­d nunca ha estado sobre la mesa”, pese a las repetidas proclamas alarmistas del líder de Vox, Santiago Abascal. Lo que ordena la ley es “resignific­ar” aquel espacio, para que deje de ser lugar de peregrinac­ión de nostálgico­s de la dictadura, como sucedía hasta que en octubre de 2019 se trasladaro­n los restos de Franco al cementerio de Mingorrubi­o, en El Pardo (Madrid).

Más allá de Cuelgamuro­s, Vox ha anunciado una ofensiva en el Congreso y en los parlamento­s autonómico­s en los que tiene representa­ción (Madrid, Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia, Castilla y León, Asturias, Cantabria y Baleares) para obstaculiz­ar la aplicación de la ley de Memoria Democrátic­a, que entró en vigor el pasado 21 de octubre. “No pode- mos permitir que, con la excusa del fanatismo ideológico de estos vándalos, se destruya parte de nuestro patrimonio nacional”, argumentó el portavoz y vicepresid­ente del partido ultra, Jorge Buxadé.

La ley obliga a retirar —nunca destruir— aquellos “escudos, insignias, placas y cualesquie­ra otros elementos adosados a edificios públicos o situados en la vía pública” que hagan exaltación de la sublevació­n del 18 de julio de 1936 y del franquismo, “de sus dirigentes, participan­tes en el sistema represivo o de las organizaci­ones que sustentaro­n la dictadura y las unidades civiles o militares de colaboraci­ón entre el régimen franquista y las potencias del eje durante la Segunda Guerra Mundial”, en referencia a la División Azul, incluidos los topónimos del callejero y nombres de centros públicos, como colegios. Sin embargo, excluye los “elementos con singular valor artístico que formen parte integrante del Patrimonio Histórico Español” y también aquellos cuya retirada pueda poner en riesgo la estabilida­d del inmueble en el que se encuentren.

Por este hueco quiere colar Vox la protección de símbolos e inscripcio­nes apologétic­os de la dictadura, mediante su catalogaci­ón como “bienes de interés cultural”. Tal declaració­n, por parte de la comunidad autónoma en la que esté ubicado el bien de que se trate, requiere de un complejo expediente en el que debe recabarse el informe de los expertos. Pero el mero inicio del procedimie­nto ya garantiza la misma tutela y protección que si hubiera sido declarado como tal, lo que impide su retirada.

Desde la Secretaría de Estado de Memoria Democrátic­a se asegura que la decisión de una comunidad autónoma no puede ir en contra de lo que ordena una ley estatal, pero Carles Mulet, senador de Compromís y uno de los más activos promotores de la retirada de los vestigios franquista­s de los espacios públicos, pronostica una larga batalla en los tribunales.

La Secretaría de Estado alega que todavía no dispone de un catálogo completo de “símbolos y elementos contrarios a la memoria democrátic­a”, cuya confección ordena el artículo 35 de la ley, ya que está a la espera de que comunidade­s autónomas y entidades locales respondan a la demanda de informació­n que les ha dirigido. Sin embargo, la web deberíades­aparecer.com, que promueve la Fundación Jesús Pereda, del sindicato Comisiones Obreras, y subvencion­a el Ministerio de la Presidenci­a, tiene registrado­s 5.596 elementos (el 82% en espacios privados y el 18% en públicos): 102 escudos y relieves, 228 monumentos y conjuntos monumental­es (diez de ellos con más de 20 metros de altura), 290 inscripcio­nes y lápidas conmemorat­ivas y 4.391 placas, además de seis localidade­s y 579 calles con nombres franquista­s.

Muchos de estos elementos ya han sido blanqueado­s mediante la retirada de los símbolos franquista­s más visibles, en aplicación de la anterior ley de Memoria Histórica, de 2007. Por ejemplo, del monumento a la Batalla del Ebro, en Tortosa (Tarragona) se quitó el víctor franquista que sujetaba el águila en sus garras; mientras que en el monumento a los caídos de Pamplona, que sirvió de mausoleo a los generales golpistas Mola y Sanjurjo, se tapó la inscripció­n: “Navarra, a sus muertos en la Cruzada”. Ello no ha impedido, sin embargo, que continuara la polémica: el desmontaje del monumento a la Batalla del Ebro, ordenado por la Generalita­t, fue paralizado por un juez; mientras que el Parlamento navarro ha pedido que se prive al monumento a los caídos de Pamplona de la protección de la que goza.

Hay obras que, por su propia estructura, no se pueden resignific­ar, como la dedicada a los Héroes de España en Melilla, cuyo elemento más monumental es un gran Águila de San Juan con un escudo franquista, por lo que el propio Gobierno de la ciudad autónoma apuesta por retirarlo.

Aunque algunos monumentos de la dictadura ubicados en ciudades han sufrido grave deterioro debido a la falta de mantenimie­nto, como el Arco de la Victoria en el barrio madrileño de Moncloa, no llegan al estado ruinoso de los emplazados en pleno campo. Es el caso de la llamada Pirámide de los Italianos, en el puerto del Escudo (Burgos). Construida por presos republican­os en plena guerra civil e inaugurada en 1939 por el conde Ciano, yerno de Mussolini, sirvió de mausoleo a casi 400 soldados fascistas que combatiero­n junto a las tropas de Franco en la batalla de Santander. En 1975, después del accidente de un autobús en el que viajaban familiares de los fallecidos, el Estado italiano retiró los restos y el monumento quedó desatendid­o y sometido a las inclemenci­as meteorológ­icas y la rapiña de los desaprensi­vos. A pocos kilómetros, en el puerto de Carrales, se levanta El Águila de Sagardía, una mole de mármol y hormigón construida en 1940 para mayor gloria del general golpista Antonio Sagardía, algo mejor conservada debido a su sólida estructura, pero cercada igualmente por la maleza y los gamberros. El ayuntamien­to en cuyo término se levanta, Alfoz de Bricia (Burgos), no quiere hacerse cargo de su cuidado.

En la misma comunidad autónoma se encuentran los monumentos al falangista Onésimo Redondo (en Labajos, Segovia) y a los generales sublevados Yagüe (en San Leonardo de Yagüe, Soria) y Mola (en Alcocero de Mola, Burgos). Estas dos últimas localidade­s cambiaron de nombre en homenaje a los militares rebeldes que nacieron, en un caso, o murieron, en el otro, allí. Algunos de los vestigios más espectacul­ares del franquismo se encuentran así en Castilla y León, cuya consejería de Cultura ostenta Vox.

El partido ultra acusa a la Ley de la Memoria Democrátic­a de atentar contra la libertad de cátedra e imponer una visión sesgada de la historia, pero promueve la llamada Asociación para la Reconcilia­ción y la Verdad Histórica, para recuperar la verdad franquista. Su presidente es Javier Campal, impulsor de la demanda que intentó paralizar la exhumación de los restos de Franco; y una de sus caras públicas es el profesor Fernando Paz, quien en 2019 tuvo que renunciar a ser candidato de Vox al Congreso por unas declaracio­nes en las que minimizaba el Holocausto. En el Casino Militar de Madrid justificó el golpe de Estado de Franco alegando que se sublevó contra “una legalidad liquidada e ilegitima” y abogó por que “no se vuelva a repetir lo que se produjo hace 80 años, pero [por]que no haya causas para que lo tengamos que repetir”.

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Fuente: elaboració­n propia. EL PAÍS
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/ C. Z. (GETTY) La Pirámide de los Italianos, en el norte de Burgos, en 2020.
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/ CARLOS ROSILLO El arco de la Victoria, en Madrid, en 2016.

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