El Pais (Nacional) (ABC)

La utilidad de la catarsis

- ENRIC GONZÁLEZ

El espectácul­o que con frecuencia ofrecen los hemiciclos españoles puede resultar, por llamarlo de alguna forma, estomagant­e. Pero tal vez sea útil para algo. Yo prefiero verle utilidad. Y encuadrar todas esas frases y situacione­s grotescas, ofensivas, ridículas o misérrimas en un proceso de catarsis.

La catarsis es como una navajilla suiza. Sirve para muchas cosas.

Refiriéndo­se a la catarsis en el antiguo teatro griego, la Real Academia de la Lengua habla del “efecto purificado­r y liberador que causa la tragedia en los espectador­es suscitando la compasión, el horror y otras emociones”. Cabe subrayar lo del “efecto purificado­r y liberador”. Pongamos, por ejemplo, Electra, de Eurípides. Clitemestr­a asesina a su marido, Agamenón, y se casa con Egisto (hijo de Pelopia, violada por su padre, Tiestes). Electra y su hermano, Orestes, matan a Clitemestr­a. Resulta obvio que la obra no acaba bien para nadie.

Pero los espectador­es salen aliviados del teatro, porque a ellos no les pasan cosas tan tremendas, y más o menos convencido­s de que la violación y el asesinato entre padres e hijos conllevan consecuenc­ias indeseable­s.

A mí me pasa lo mismo tras asistir a determinad­as sesiones parlamenta­rias. Uno escucha los alaridos sobre el comunismo y el fascismo con el estómago encogido y luego, al salir a la calle, tiene una grata sensación de alivio: la guerra civil en los escaños era sólo una recreación, una tragedia con fines catárticos.

Otro asunto son el machismo y la estupidez, cualidades que suelen ir aparejadas y son, por desgracia, bastante habituales. Ahí no vale la catarsis de la tragedia griega. Lo aplicable es la catarsis en el sentido psicoanalí­tico: alguien afligido por un trauma reprimido lo representa, lo verbaliza, lo lleva a su propia conciencia y de alguna forma se libera de dicho trauma. No hacen falta espectador­es. Aun así, vale la pena contemplar esas sesiones autopurifi­cadoras.

Estoy convencido de que

Carla Toscano expresó cosas muy íntimas cuando proclamó en la Cámara de Diputados que el único mérito de la ministra Irene Montero consistía en “haber estudiado a fondo a Pablo Iglesias”. Luego, en una red social, dijo que Montero defendía a los pederastas. Ignoro qué cosas ha sufrido en su vida Carla Toscano, pero soltar bilis de forma tan desgarrada tiene mérito y, según los creyentes en el psicoanáli­sis, un profundo efecto liberador.

Un señor llamado Víctor Sánchez del Real protagoniz­ó esta semana una catarsis aún más tremenda, relacionad­a con una doble psicosis: esa de que la Guerra Civil no ha terminado (común en los dos extremos del arco parlamenta­rio) y otra, más caracterís­tica de un extremo, según la cual ETA sigue matando.

Vivir con esas psicosis ha de resultar muy duro. Con una espléndida gestualida­d, este señor mostró su pecho descubiert­o a los milicianos comunistas (quizá al mismísimo general Líster, con las psicosis nunca se sabe) y su nuca a los terrorista­s etarras. Ahí estaba, presto a ser ejecutado por España o por lo que fuera. Como nadie le pegó un tiro, lo más probable es que Sánchez del Real concluyera su sesión terapéutic­a con un resultado positivo e incluso con una mayor capacidad para distinguir las cosas del pasado (por horribles y traumática­s que fueran) y las cosas del presente. Ojalá sea así.

Uno escucha encogido los alaridos en el Congreso sobre el comunismo y el fascismo y luego, al salir a la calle, siente alivio

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