El Pais (Nacional) (ABC)

El sector ecuestre cabalga con brío

El negocio en torno a los caballos creció con fuerza en España en los últimos años, pero ahora mira con recelo la desacelera­ción y la inflación

- POR JESÚS A. CAÑAS

En la década que el sector ecuestre español ha tardado en ponerse de nuevo ante el espejo, a la empresa familiar de Vitalia Balciauska­te le ha dado tiempo a sufrir el frío invierno tras la crisis de 2007, crecer hasta alcanzar la gloria perdida y asomarse ahora al abismo de la crisis inflacioni­sta del presente. Pero en la onubense Hípica El Pasodoble, especializ­ada en rutas a caballo por Doñana, ya no se arrugan. “Cuesta adaptarse, pero cuanto antes lo hagamos, menos vamos a sufrir. Lo que hemos hecho de toda la vida no funciona, hay que buscar otra fórmula. Así que hemos apostado por la exclusivid­ad”, resume Balciauska­te, nuera del fundador del negocio. El ejemplo de esta pyme al pie de los arenales de Matalascañ­as (Almonte) bien sirve para ilustrar la realidad de un sector que ha crecido un 39% en su impacto económico en España hasta ser capaz de generar el 0,59% del PIB nacional y sostener ya a casi 150.000 empleos, según las conclusion­es del II Estudio del Impacto del Sector Ecuestre.

Ajenos a los números y al peso de su propia historia, una manada de potrillos curiosos juega con los extraños visitantes que se adentran en su establo en una calurosa mañana de noviembre en la Finca del Suero de Jerez de la Frontera, la reserva genética de caballos de pura raza española estirpe cartujana más importante del mundo. Lleva en esas mismas tierras desde hace 500 años. El lapso entre los dos estudios del sector parece un suspiro ante la apabullant­e historia que va desde los monjes de la Cartuja de Jerez que los comenzaron a criar en 1484, hasta la expropiaci­ón de Rumasa en 1990 que convirtió a la yeguada en un bien estatal, bajo la tutela del Ministerio de Agricultur­a. Pero el estudio, encargado por la propia Yeguada Cartuja Hierro del Bocado, la Real Federación Hípica Española y realizado por Deloitte & Green Oak, es clave porque demuestra cómo apenas en una década el sector ha sido capaz de “crear valor añadido”, según resume Judit Anda, presidenta de la Yeguada, como principal conclusión.

La anterior radiografí­a del sector, publicada en 2013, mostraba aún un tejido empresaria­l dañado por la crisis de 2007. El siguiente retrato del sector, el de este año — con datos recopilado­s en 2019—, demuestra cómo en este tiempo el caballo ha sido capaz de incrementa­r su impacto económico en el país de los 5.303 millones de euros (el 0,51% del PIB) a los 7.392 millones (el 0,59%). Crece el valor de todas las fases económicas y vitales de los equinos: el de cría, transforma­ción —o entrenamie­nto— y explotació­n, además de las actividade­s transversa­les. De todas esas etapas es precisamen­te la del caballo adulto que se destina al deporte, ocio o terapias —la de explotació­n— la más importante en cifras y la que ha quintuplic­ado su peso económico: de los 1.697 millones de euros de 2013 a los 5.110 millones de euros de 2022. Lo curioso es que este impulso se ha producido con un censo total de équidos que es incluso algo menor ahora (722.158 ejemplares) que antes (723.496 en 2013).

Anda encuentra la explicació­n en ese valor añadido que el sector ha sido capaz de crear: “El caballo que se cría en razas puras ha aumentado un 50%. Los ganaderos se están preocupand­o más por sus patrones de selección. El ecuestre no es un sector ganadero al uso, su funcionali­dad se mide porque sea mejor para practicar un deporte u otro”. Esos deberes bien hechos parecen haber calado hasta en la imagen internacio­nal de un sector que, aunque aún está lejos de otros países como Francia, ha sido capaz de incrementa­r sus exportacio­nes en un 20% en los dos últimos años en zonas como Estados Unidos, Latinoamér­ica o Europa. “La buena fama del caballo español hace que sean caballos demandados”, explica la presidenta de la Yeguada Cartuja. Más factores explican el éxito: la mejora de la formación y la profesiona­lización de buena parte de los 150.000 trabajador­es, el perfeccion­amiento en las fases de entrenamie­nto o la aparición de nuevas actividade­s de explotació­n, alejadas del concepto elitista que habitualme­nte está ligado a los amantes de unos animales cuyo cuidado y mantenimie­nto es caro.

Emprendedo­res

Sofía Calvo se apartó de su afición por los caballos —se formó en doma clásica en Sevilla— para estudiar Psicología en la Universida­d Complutens­e de Madrid. Su conocimien­to compartido en las dos disciplina­s le llevó a trabajar como neuropsicó­loga en una empresa de equinotera­pia, hasta que, en diciembre de 2020 y con apenas 24 años, se lanzó a emprender con Psicab, su propio centro de terapias asistidas con caballos, ubicado en la madrileña hípica El Molino. “Me he dedicado a rehabilita­r caballos que nadie los entendía y los he convertido en caballos de terapia”, resume la joven. Por las manos de Calvo y otra compañera pasan varios pacientes al día con autismo, síndrome de Down, trastornos de aprendizaj­e o enfermedad­es raras, la mayoría menores o adolescent­es. “El que se quiere hacer rico no se dedica a los caballos porque todo lo que le rodea es carísimo. Por ahora, los números están saliendo. Esto es pasional y vocacional. Por ahora, me centro en que esto funcione y vaya bien”, resume la emprendedo­ra.

Iniciativa­s como la de Calvo son las que la presidenta de la Yeguada Cartuja defiende que son necesarias de analizar como “nichos emergentes que se deben abordar”, al igual que ocurre con el ocio y el turismo, cada vez más común como actividade­s de experienci­as en la costa o entornos naturales. “España es un país de caballos, pero lo vemos muy lejano. Es una actividad costosa y cada vez somos más urbanitas. Para acercarme al caballo necesito tiempo, y eso es lo que nos falta. Debemos buscar fórmulas que nos permitan mejorar la relación con este animal”, defiende Anda. En esa búsqueda, en El Pasodoble, en Matalascañ­as, ya van por su enésima reconversi­ón.

El impacto económico roza los 7.400 millones de euros y los empleos generados 150.000

“Los caballos españoles tienen fama y son muy demandados”, dice Judit Anda

La industria trabaja para alejar la imagen de actividad elitista destinada a millonario­s

“La gente busca una foto preciosa con un animal bonito”, destaca Vitalia Balciauska­te

Pasaron del visitante exclusivo de los inicios a los paseos en grupo para volverse a centrar de nuevo en actividade­s privadas más cuidadas. “Ahora la gente quiere muchísimo la imagen. Quiere un caballo muy bonito, vienen buscando una foto preciosa y aquí la consiguen”, defiende Balciauska­te, satisfecha por unas rutas que van desde los 35 euros (en grupo) hasta los 100 (privadas).

En la Finca del Suero saben bien lo que es hacer equilibrio­s entre un sector marcado por la exclusivid­ad con las actividade­s para todos los públicos. En ambas facetas les va bien. Son capaces de repercutir sus capacidade­s como centro de reproducci­ón, su sistema de crianza en semilibert­ad y la doma y entrenamie­nto en ventas de ejemplares que van desde los 6.000 hasta los 20.000 euros. “Vendemos a ganaderos o particular­es enamorados del caballo. Un perfil habitual es el de señoras mayores que buscan un caballo noble”, resume Patricia Sibajas, responsabl­e de Comunicaci­ón. En la otra cara de la moneda, las exhibicion­es de caballos cartujanos se han convertido en un santo y seña como actividad turística imprescind­ible en una ciudad en la que el caballo, junto a sus bodegas, es uno de sus emblemas más reconocibl­es.

El idilio de los equinos trasciende a Jerez y alcanza a una comunidad, Andalucía, que es la más importante para el sector tanto en número de caballos (233.501) como en impacto económico, con sus 1.535 millones de euros. “Buena parte de la actividad está en Cádiz. Aquí prima la crianza y transforma­ción”, detalla Anda. Aunque, en los últimos años, las competicio­nes ligadas a la tercera fase de explotació­n están cada vez más presentes en la provincia, donde los torneos de polo de Sotogrande (San Roque) son famosos en verano y las ediciones del Circuito Hípico del Sol de Vejer contribuye­n a desestacio­nalizar el turismo en la zona de la Janda.

Pero el problema está justo en los nubarrones que el segundo estudio del sector es incapaz de vislumbrar porque su análisis llega hasta 2019. Tras la pandemia, la crisis inflacioni­sta actual llena de incertidum­bre al mundo del caballo. Hay empresas, como en El Pasodoble, en las que ya han comenzado a notar cierta contención en el gasto de los clientes. “Siempre estábamos llenos los veranos y, este año, ni un día hemos estado completos, y eso que son solo 10 caballos por grupo”, explica Balciauska­te. Sin embargo, Calvo asegura que aún no nota la ralentizac­ión económica. “Las terapias no se suelen recortar”, aventura la neuropsicó­loga.

Coste de los alimentos

Distinto es el impacto en los suministro­s y la alimentaci­ón de los equinos, donde la subida de precios sí hace mella a los márgenes de beneficio. Balciauska­te ejemplific­a cómo los sacos de pienso para sus animales han subido de los 14 a los 19 euros. “En general, ha subido todo y la calidad hay que mantenerla”, señala la empresaria. “El caballo tiene unos gastos muy altos y afrontarlo­s en un momento de inflación, cuando todo el mundo empieza a reducir sus pautas de consumo, es complicado”, dice Judit Anda. La presidenta de la Yeguada Cartuja se asoma a la crisis de 2007 —esa sí cuantifica­da en el primer informe de 2013— para aventurar que, previsible­mente, la incertidum­bre del presente impactará en la campaña de cría, al igual que la anterior recesión acabó en una disminució­n de los censos.

“Durante la covid también hubo una reducción en la cría. Este último año se notaban ganas de expansión, pero segurament­e dentro de unos años veremos que no se ha aumentado, sino que nos hemos mantenido o bajado. Un potro es como un niño, tiene una trayectori­a de aprendizaj­e, un recorrido costoso”, apunta Anda. De ese carácter infantil dan cuenta no solo los gastos, también el carácter curioso del que los potrillos hacen gala cuando reciben visita en el establo en que empiezan a aprender las primeras nociones de la que será su vida adulta, antes de regresar con sus madres al campo. La única certeza es, quizás, que ellos y sus descendien­tes mantendrán viva la Yeguada de la Cartuja. Monjes, invasiones napoleónic­as, ganaderos de renombre, vetustas bodegas y expropiaci­ones jalonan su medio milenio de historia. Y ahí siguen, como una muestra paradigmát­ica de las historias entre el poder y lo mundano que mueven al mundo del caballo.

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JUAN CARLOS TORO De arriba abajo, actividad en la yeguada Hierro del Bocado, en Jerez de la Frontera (Cádiz); una trabajador­a con varios potros; doma de un caballo y revisión veterinari­a.
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