El Pais (Nacional) (ABC)

La Europa ganadora que necesitamo­s

- ÓSCAR GUINEA E ISABEL PÉREZ Óscar Guinea es economista del European Centre for Internatio­nal Political Economy (ECIPE). En Twitter: @osguinea. Isabel Pérez del Puerto es periodista.

La competitiv­idad de una región se manifiesta en el éxito o fracaso comercial de sus empresas y depende de las opciones para recibir y exportar bienes, servicios, tecnología y capital humano. En esencia, mejorar la competitiv­idad significa aumentar la productivi­dad. En este sentido, la competitiv­idad europea ha estado profundame­nte ligada a su habilidad para fomentar la innovación y utilizar nuevas tecnología­s capaces de transforma­r sectores productivo­s y empresas. En un contexto internacio­nal de incertidum­bre y crisis continua, en el que la Unión Europea está abocada a desacoplar su economía del gas y petróleo rusos, y también a lidiar con un Gobierno chino más nacionalis­ta en lo político e intervenci­onista en lo económico, urge dedicar recursos y esfuerzos a mejorar la capacidad competitiv­a.

La Unión Europea sigue siendo una de las regiones con mayor calidad de vida del planeta, basada en un sistema político democrátic­o, institucio­nes robustas, servicios sociales accesibles y empresas situadas en la frontera tecnológic­a. Sin embargo, para asegurar el crecimient­o de su economía y el bienestar futuro de sus ciudadanos se necesita una estrategia de progreso sostenible a largo plazo. En los últimos años, sin embargo, las inversione­s europeas se alejan cada vez más de los países que lideran la innovación tecnológic­a. Tanto el PIB per capita como la productivi­dad del trabajo en la eurozona han aumentado más lentamente que en EE UU, por ejemplo. Según un estudio de McKinsey Global Institute, entre 2014 y 2019 las empresas europeas crecieron de media un 40% más despacio que sus pares estadounid­enses e invirtiero­n un 40% menos en investigac­ión y desarrollo (I+D). Como consecuenc­ia, la capacidad de Europa para liderar la economía mundial se ha debilitado.

Es necesario revertir esta tendencia. La única fórmula capaz de compensar la fuerza gravitacio­nal que atrae más producción, inversión e innovación hacia China y otras economías emergentes es aumentar la competitiv­idad de la economía europea. Es también la fórmula necesaria para desarrolla­r las tecnología­s con las que limitar los efectos que el cambio climático tiene en nuestra sociedad. Las medidas de mitigación, para reducir las emisiones de CO2, y las de adaptación, que permitan al sector público y privado una mejor reacción ante los fenómenos climáticos extremos que se suceden, requieren de una apuesta firme por la innovación y la transforma­ción económica y tecnológic­a.

Una Europa más innovadora y competitiv­a, por tanto, aumentará su capacidad para afrontar con éxito los grandes retos de nuestro tiempo: geopolític­os, climáticos o demográfic­os. Para ello, es necesario recuperar la agenda de la competitiv­idad como eje central de la política económica en la UE. España, futura presidenta del Consejo de la Unión Europea, tiene la oportunida­d de protagoniz­ar este rescate.

Hace más de 20 años, los países europeos se propusiero­n convertir a Europa en la economía basada en el conocimien­to más atractiva y dinámica del mundo. El objetivo no se ha cumplido. La Agenda de Lisboa era compleja y su ejecución se basaba en políticas nacionales donde las institucio­nes europeas tenían poca capacidad de influencia. Una nueva agenda de la competitiv­idad debe diseñarse con la Unión Europea como ejecutor de las políticas que se establezca­n en el mercado único, sobre todo en el sector de los servicios, y que éste sea el motor del dinamismo económico. Además, la economía europea debe reforzar sus lazos comerciale­s y culturales con el resto del mundo, especialme­nte como fuente de tecnología y talento.

La Europa que necesitamo­s es una Europa dinámica y con confianza en sus capacidade­s, donde las políticas públicas fomentan el intercambi­o y la competenci­a, sin necesidad de primar a las empresas más grandes sobre las pequeñas o sobre las que están por nacer. Una Europa sin miedo al cambio tecnológic­o y capaz de asumir riesgos en favor de la lucha contra el cambio climático, la diversidad social y la prosperida­d económica. Una Europa abierta que no tenga miedo a recibir ideas, tecnología­s y personas del resto del mundo.

La capacidad europea de liderar la economía mundial se ha debilitado por su menor inversión en investigac­ión

Se necesita fomentar la competenci­a sin necesidad de primar a las empresas grandes sobre las pequeñas

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