Luces para transitar por un “salvaje” acelerón de la historia
La crisis económica generada tras la pandemia, la guerra en Ucrania y la escalada de precios obliga a políticos y empresarios a tomar medidas para disipar la incertidumbre sin generar malestar ciudadano
Explicar el mundo que vendrá. Nunca este mandato, la razón de ser de Harmon, resultó tan difícil. Un 2021 inaugurado con los seguidores de Donald Trump tomando el Capitolio, un 2022 que abrió con Rusia invadiendo Ucrania o la actual inflación del 10% son como goles por la escuadra que la realidad les ha marcado a los analistas, y que la presidenta de la consultora, Carmen Basagoiti, encaja con deportividad. “Desde el medio en español más global y transversal aspiramos a analizar este acelerón de la historia que cuando quiero ser suave digo que es vertiginoso y cuando aspiro a ser realista digo que es salvaje”, interviene Pepa Bueno, directora de EL PAÍS. Ambos, EL PAÍS y Harmon, organizan la quinta edición del Foro Tendencias, que pretende arrojar luz empresarial, política y geopolítica a este “voluble e imprevisible futuro” (la cita es de Basagoiti), en una jornada celebrada en el Casino de Madrid y posible gracias al patrocinio de Abanca, Abertis, EY, Iberdrola, Telefónica y Tendam. “Sin catastrofismo, con esperanza”, marca Bueno el tono.
Vivienda y alimentación son los dos ejemplos que pone la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, para señalar que “no estamos tan bien” y demostrar que “si no actuamos, podemos crear malestar social”. Se muestra en desacuerdo con la política de tipos de interés del Banco Central Europeo, “por razones democráticas”, remachando: “Las instituciones no están para causar dolor”. Y celebra que la reforma laboral haya ayudado a recortar en 11 puntos las cifras de desempleo entre los menores de 25 años, que aún se mantienen en valores muy altos (eran del 30% en el segundo trimestre de 2022). “Desde la primera reforma laboral, la de 1984, ha habido una estrategia deliberada de convertir el paro juvenil en estructural: contratos basura y una devaluación de las condiciones laborales del colectivo, creyendo que así reducirían el paro. Las subsiguientes reformas agudizaron el planteamiento”, expone. Un modelo “fallido e ineficiente” que ha convertido el paro de los jóvenes “en un problema de país”.
El cambio climático, cada vez más amenazante; la covid-19, que no termina de irse; la crisis energética o la deuda en Europa, estas dos últimas de reciente aparición en el tablero, generan un contexto que, actualmen
te, provoca incertidumbre, reconoce Díaz, y un retroceso de la democracia, según señala la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, que cree que la mejor manera de defender una sociedad “próspera, libre y justa” es mediante el impulso de la ciencia y la innovación. “Nuestro desafío es acelerar y ganar la carrera científica y tecnológica, que ha de estar acompañada y definida por nuestros valores democráticos, porque es precisamente en este ambiente de libertad, diversidad y creatividad donde radica nuestra verdadera potencia”, añade, subrayando la apuesta por la soberanía tecnológica y la necesidad de que Administración y empresas establezcan sinergias. “Estamos adoptando el nuevo paradigma de Estado emprendedor, que gana y pierde con sus empresas, generando juntos valor y justicia social”, avanza.
Innovación en la era digital
El conocimiento aterrizado, o transferido, se traduce en innovación, eje estratégico de la nueva era digital. “¿Por qué un país tan creativo como España va regular, tirando a mal, en innovación?”, pregunta Jaime García Cantero, director de Retina, a Sergio Oslé, CEO de Telefónica España. “Por la capacidad de innovación del propio tejido empresarial, formado fundamentalmente por pymes, y por la falta, hasta hace muy poco, de un ecosistema lo suficientemente desarrollado en el que puedan crecer”, responde este. El cambio fundamental en los nuevos ecosistemas es, según prosigue, el sentido de la competencia. Los compartimentos estancos —cliente, proveedor, competidor— se han convertido en un entorno mucho más líquido. “Telefónica es canal de distribución, proveedor y competidor de Netflix, todo a la vez”, pone como ejemplo. Oslé apuesta por la formación y la actualización de los trabajadores para suplir la necesidad de talento en el sector tecnológico.
Uno de cada cuatro empleos que se crean en el mundo lo genera la I+D+i, con lo que Oslé llama a perder el miedo a la tecnología como el gran coco que destruirá puestos de trabajo, a recuperar el optimismo tecnológico y a salir de la distopía digital. Quiere romper una lanza a favor de las humanidades: “La revolución tecnológica ha de ir acompañada de la capacidad de desenvolverse desde un punto de vista humano”.
Es una idea en la que ahondará Alfonso Serrano, director de Wireless Europe de Amazon, en una charla posterior. “Pensar en cómo gestionar el rol de esa parte ética y de las humanidades dentro de la tecnología será cada vez más importante”, manifiesta, recordando que son las máquinas las que complementan a las personas y no al revés. “Un directivo con un equipo a su cargo no debe perder de vista el componente humano”, insiste. Los trabajadores piden flexibilidad, “de espacio y de tiempo”, acota, y sus empresas han de darles motivos para la afección y el compromiso. “Si la única conexión con tu empresa es tener que
estar ocho horas en una oficina de lunes a viernes…, esa es una conexión muy pobre”, lamenta.
“Los trabajadores quieren más flexibilidad y tiempo libre. No están pidiendo nada que no nos hubiera gustado a nosotros. El reto está en que sean igual de eficientes con las mismas reglas”, coincide Hildur Eir Jónsdóttir, socia directora de Assurance de EY España, en el transcurso de una mesa redonda compartida con el economista y exministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla y con dos empresas: Tendam, representada por su presidente y consejero delegado, Jaume Miquel, y el grupo Sura, cuyo portavoz es su vicepresidente de asuntos legales, Juan Luis Múnera.
“¿El consumidor pagaría más por un producto más sostenible? No. ¿Pagaría mucho más por una prenda de moda 100% sostenible en la que no hubiera ningún proceso químico? No”, precisa Miquel, que exhorta a “quitarse la máscara” y no confundir táctica con estrategia, o el corto con el largo plazo, si se prefiere. Observa una tendencia a filosofar demasiado y a las agendas “poco realistas”, y pide poner los pies en la tierra tanto en los objetivos de sostenibilidad como en los de digitalización de la Unión Europea. “Una cosa es adónde vamos, que eso nadie lo pone en duda, y otra la velocidad”, concluye.
“Las difíciles condiciones económicas no han afectado a la ambición de Europa”, comenta, por su parte, Jónsdóttir. La UE alterna el palo (las regulaciones y directivas) y la zanahoria (las ayudas e incentivos) con la medición de impactos y la exigencia de reporting. “Todo el mundo ha de contabilizar y medir de la misma manera, con un lenguaje común”, defiende, algo que, además, evita el pernicioso greenwashing, según añade.
Más que buenas intenciones
“En materia de sostenibilidad, todo el mundo tiene buenas intenciones, pero no todo el mundo está dispuesto a poner de su parte, porque todo esto tiene costes”, diferencia Múnera, que habla de propósito, de la necesidad de proteger y regular activos críticos (como las vacunas), y de una economía “más fragmentada” como respuesta a las fallas de la globalización. La pandemia ha puesto en evidencia la debilidad de las largas cadenas globales de suministro, que quedaron cortadas en los confinamientos.
El cliente es otro. Y las empresas también han de transformarse. “Seguir dando respuestas con estructuras del siglo XX es un error, es como conducir con el freno de mano echado”, advierte Sevilla. “Es necesario un replanteamiento profundo de para qué estoy yo aquí. Antes se trataba de maximizar el beneficio, y con eso estaba todo cumplido, pero ahora las compañías han de reformularse”, plantea. “Está en los discursos, pero relativamente poco todavía en el mundo empresarial”, hace notar.
La globalización ha cambiado las reglas del juego, con China como gran potencia ganadora (una idea en la que incidirá más adelante Martin Wolf, jefe editorial de Economía del Financial Times), superando a Estados Unidos. La potencia americana sigue en la carrera con el reto de conciliar su desarrollo económico con el social, según lo ve Julissa Reynoso, su embajadora en España. Sus instituciones, conminadas a proteger a los más vulnerables por fortísimos movimientos sociales, feministas y antirracistas, han sido capaces de que Reynoso, una niña emigrante de República Dominica criada en el Bronx, pudiera graduarse en Harvard y siguiera formándose en Columbia, siempre con beca, hasta terminar siendo embajadora de su país. “Por muchos golpes que nos hayan dado últimamente, el ascensor social [palabra aprendida de Amanda Mars, directora de Cinco Días y El PAÍS Economía, que la entrevista] sigue funcionando bien”.