Hablar suave y llevar un gran garrote
Para llegar lejos conviene hablar suave y llevar un gran garrote, decía el presidente estadounidense Theodore Roosevelt. La peligrosa evolución de las relaciones internacionales invita a los europeos a reflexionar sobre esa doctrina. Aquellos que durante tiempo pensaron que la UE podría ser simplemente un lugar de prosperidad, derechos, de promoción del diálogo internacional sustancialmente ajeno a las herramientas y al lenguaje de la geopolítica dura deben preguntarse si lo anterior es posible sin lo segundo.
El ineludible punto de partida es que el mundo avanza en una senda de competición salvaje de potencias y, como nos ha mostrado Vladímir Putin, de confrontación y agresión sin límites. No parece sabio simplemente confiar que vaya a cambiar. ¿Cómo se protegen y cultivan nuestros valores —democracia, Estado de derecho, igualdad y cohesión social— y nuestros intereses —la pujanza económica que nos puede proporcionar prosperidad— en este entorno amenazante? La respuesta que suena más razonable requiere profundos cambios y, sí, un nuevo salto de integración europea que supone renunciar a cachos de soberanía nacional.
Esto tiene, por supuesto, derivadas en materia de Defensa. El cómodo subarrendamiento de nuestra seguridad a un garante externo ya no puede ser. Se están dando pasos hacia un mayor gasto y una mayor coordinación. Mucho más habrá que hacer si queremos estar seguros en el mediolargo plazo ante escenarios imprevisibles, desde un potencial conflicto entre EE UU y China que altere por completo los equilibrios hasta el riesgo de una deriva totalitaria enloquecida en Rusia.
Para hacer ese más será necesario no solo elevar el gasto, sino romper tabúes. Lograr mucha mayor interoperatividad de sistemas de armamento. Y, probablemente, una concentración industrial en el sector, que supondrá que algunas capitales perderán el activo de tener campeones nacionales. La conformación de titanes es algo que merece reflexión también en otros ámbitos. El mantra de la libre competencia ha dominado hasta ahora. Visto ex post: ¿tuvo sentido impedir la fusión Alstom-Siemens? Nadie dice que los abusos de posición dominante no sean un riesgo; pero la defensa a ultranza de la libre competencia en el mercado interior puede llevar a un horizonte empresarial liliputiano que quedará barrido en la lucha global.
Es necesaria además una musculada política de estímulo pública en varios sectores para competir con otras potencias que hacen eso mismo. Mucho mejor si es gestionada de forma comunitaria, lo que requeriría aumentar recursos. Hay que repensar muchas cosas. Para disuadir malas intenciones que puedan tener los enemigos; para defenderse de la competición salvaje de rivales, y también de socios; para desarrollar en este siglo el proyecto y los ideales compartidos, que tan bien nos han servido durante décadas. Cada uno por su lado no se puede. Y un coro de voces blancas no bastará.