La salud mental se satura en la sanidad pública
Los profesionales avisan de las largas listas de espera, el escaso tiempo para las terapias y la distancia entre sesiones
La población española ha asistido durante los últimos años al empeoramiento de su salud mental, y los psicólogos llevan meses advirtiendo de que el sistema de atención público no da abasto. Las listas de espera para acudir a terapia suelen demorarse meses, las sesiones rondan la media hora de duración y es complicado ver al especialista con una periodicidad menor al mes y medio. España tiene seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes en la red pública, tres veces menos que la media europea, y 11 psiquiatras por cada 100.000, casi cinco veces menos que Suiza (52) y la mitad que en Francia (23), Alemania (27) o Países Bajos (24). Mientras, las tasas de suicidio y los problemas de salud mental siguen aumentando.
Juan Antequera es psicólogo clínico del Servicio Madrileño de Salud (SERMAS) en un centro de salud mental del sur de la capital. A él llegan los pacientes derivados del médico de cabecera, y ahora está atendiendo las primeras consultas de quien pidió cita en octubre o noviembre. Ve a 8 o 10 pacientes al día, adapta su forma de trabajar a la concisa duración de las sesiones y les da cita para cuando se puede. El facultativo defiende que, tanto él como sus compañeros, están orgullosos del sistema público, pero que las condiciones de trabajo les saturan. “He llegado a fantasear con irme a la privada porque no puedo ayudar a la gente como me gustaría. Siento que el barco se hunde”, expresa.
Antequera no es el único que se lo plantea. El agotamiento hace mella en muchos profesionales. En el sistema público prima la atención a los casos graves, y un grueso de la población que quiere recibir atención psicológica termina recurriendo a las consultas privadas. Si pueden permitírselo. El precio medio de una sesión de terapia en España es de 51 euros la hora, según un estudio de Mundopsicologos.com elaborado en 2020. “La sanidad pública es un derecho. ¿De verdad vamos a quitarle el derecho a la salud mental a quien no puede permitirse ir a la privada, o a quien confía en la pública?”, señala Antequera.
Su jornada laboral comienza a las ocho de la mañana. Llega a su centro de salud mental, en el sur de la capital, para hacer el papeleo pertinente antes de que llegue su primer paciente a las ocho y media. Atiende primero a los nuevos, a los que no han pisado antes su despacho y pidieron cita en octubre. Para ellos tiene una sesión de 45 minutos: “Hacemos una evaluación para saber qué le trae a consulta. Recogemos datos biográficos, intentamos afinar un diagnóstico, hacemos exploraciones psicopatológicas y funcionales para ver qué dificultades tiene en su día a día. A partir de ahí intentamos establecer unos objetivos del tratamiento”. En la Comunidad de Madrid, el tiempo medio de espera en 2021 para la primera consulta en adultos fue de cuatro meses; cinco en la atención infanto-juvenil.
Establecidos los objetivos, comienza el tratamiento. Lucía Hernández ya había intentado recuperarse de todas las maneras posibles antes de que su médico de cabecera la derivase al psiquiatra. Le propusieron tratamiento farmacológico como primera y única opción, y su empeño en conseguir un tratamiento de psicoterapia le acabó llevando hasta Antequera. “Juan me ayudó muchísimo los primeros meses, pero ¿cómo esperas que den con tu tratamiento adecuado si te ven en una sesión de 30 minutos cada dos meses?”, denuncia la estudiante. Hernández comenzó a ir a terapia en 2018, y a mediados de febrero le concedieron, por fin, el alta.
Desde que entra y hasta la hora de comer, por el despacho de
Antequera pasan siete u ocho personas más, que acuden a las revisiones. En cada una de ellas, el psicólogo dispone de entre 30 y 40 minutos para evaluar cómo van las cosas y seguir el plan de tratamiento. En total, atiende a alrededor de 10 pacientes diarios. “Nos adaptamos. Selecciono muy bien lo que voy a aplicar. Al final, la pública te obliga a trabajar de una forma concreta, adaptándonos a los tiempos”, explica el psicólogo, que añade que, aun así, los tratamientos son eficaces y se dan altas.
En la agenda de Antequera hay unos 400 pacientes activos. El psicólogo, que también forma parte de la junta directiva de la Sociedad Española de Psicología Clínica (ANPIR), se queja: “Vemos a más pacientes de los que deberíamos”. Según los indicadores, basados en las respuestas de 107 facultativos madrileños, la carga media por profesional es de 328 pacientes adultos, y 280 en infanto-juvenil, superando las recomendaciones de los expertos. Los propios psicólogos estiman que lo idóneo sería atender a unos 70 pacientes, sin superar los 150 y un máximo de seis al día. El número de pacientes varía entre los distintos centros de salud mental y las comunidades autónomas.
La red española tiene seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes
Aumento de plazas
“No puedo trabajar como me gustaría”, dice el especialista Juan Antequera
Los psicólogos clínicos llevan demandando desde hace años, como posible solución, que se aumenten las plazas de psicólogos internos residentes (PIR), algo que Antequera apoya. Cada año salen alrededor de 200 plazas PIR, aunque para llegar a la media europea de psicólogos por habitante —18 por cada 100.000— harían falta más del doble. “Pero tardaremos cuatro años en sacar residentes, por lo que esta medida tiene que venir acompañada de otras muchas, como de un apoyo real por parte de las autoridades políticas y de los propios hospitales”, reclama. El psicólogo también señala la necesidad de crear una especialidad en psicología clínica infanto-juvenil, y recalca que, cuando en unos 10 años se produzca el relevo generacional, “no habrá gente con el título de la especialidad que quiera trabajar en estas condiciones”.
Los pacientes de Antequera piden cita para la siguiente sesión en cuanto salen de consulta. La suelen recibir para después de unos 40 días, una espera próxima a la media madrileña, que se encuentra cercana a las siete semanas, tanto en el programa de adultos como en el infanto-juvenil. La dilatación entre consultas dificulta que se establezca un vínculo sólido entre el paciente y el profesional, y el psicólogo denuncia que están demasiado separadas en el tiempo: “Las guías clínicas dicen que tendríamos que vernos semanal o quincenalmente, algo que estamos duplicando o cuadriplicando”. “Imagina lo que le puede pasar a un paciente que tenga pensamientos suicidas en dos meses”, expresa Hernández. En 2021, se quitaron la vida 4.003 personas, un 1,6% más que en el año anterior y un 6,5% más que en 2018, según los datos del INE. Es la primera causa de muerte no natural en España. “El sistema no está adaptado a la realidad social, para nada”, asegura Hernández.