El Pais (Nacional) (ABC)

Mikaela Shiffrin, la campeona prudente

La esquiadora de Colorado logra su 86ª victoria en la Copa del Mundo e iguala el récord de Ingemar Stenmark

- CARLOS ARRIBAS

El mundo se ilumina. El esplendor. Sale el sol, y su brillo deslumbra reflejado en el lago helado a sus pies, cuando Mikaela Shiffrin termina de convertir casi en una recta infinitiva el trazado de tantas curvas, fundiéndos­e con la nieve dura del eslalon gigante de Åre. Consigue así la 12ª victoria de la temporada en Copa del Mundo, dos semanas después de unos Mundiales de Méribel cerrados con un oro y dos platas.

Ninguna como ella en el año. Ninguna en la historia.

Mes y medio después de la 85ª victoria de su carrera en Copa del Mundo, iniciada en 2013, a los 18 años, Mikaela alcanza la 86ª. Como si hubiera elegido el sitio aposta, lo hace en Åre, la estación sueca en la que en diciembre de 2012 ganó su primer eslalon; la cuna de Ingemar Stenmark, el esquiador sueco que en 1989, cuando se retiró a los 33 años, había dejado justo en 86 el récord único, e imbatible, se creyó, de victorias. No ha nacido aún quien lo supere, se dijo entonces. Ya había nacido la genial Lindsey Vonn: se quedó en 83. Seis años después, el 13 de marzo de 1995, nació Shiffrin. Hoy, en el eslalon, puede lograr la 87ª. Ser única.

Mikaela Shiffrin será única pero no puede evitar que la comparen con otras. Nadie tiene sus números —cinco grandes globos de cristal, siete veces campeona del mundo, dos veces campeona olímpica—, pero pocos hablan o escriben de ella sin citar en la misma frase el nombre de Lindsey Vonn. Y con las dos juegan al juego de buscar las diferencia­s trazando esquemas burdos. Donde Vonn es osada, casi temeraria, Shiffrin, de Vail (Colorado, en las Rocosas) es prudente; donde Vonn

es pura fuerza física, lucha con la nieve, y su prueba favorita es el descenso, el riesgo, la velocidad, Shiffrin es metafísica, tiene toque, se entiende con la nieve, la siente bajo sus esquís en el eslalon, lo más suyo, la pura técnica y control, y se desliza como nadie. Vonn no conoce el miedo y le gusta el mundo de las celebritie­s; Shiffrin se despierta con sudores porque sueña que se le ha olvidado esquiar y necesita ir rápido a la pista para comprobar que todo fue una pesadilla, y también vive con el temor de caerse y herirse, y de sufrir dolor, odia el dolor. “Detesto el riesgo”, dice. “En los descensos soy la más prudente. Quiero ir deprisa, pero quiero llegar entera”. Vonn sufrió lesiones graves Shiffrin, nunca, y su mayor lujo, ni cervezas ni fiestas, es echarse la siesta. Vonn se ha casado y se ha divorciado y ha mantenido noviazgos con deportista­s famosos; Shiffrin mantiene una relación estable con otro campeón de esquí, el noruego Aleksander Aamodt Kilde.

Las dos son niñas prodigio. Vonn, empezó a competir en Copa del Mundo a los 17; Shiffrin, a los 16. Conviviero­n entre 2013 y 2018 en el circuito: la vieja estrella, 10 años mayor; la que llega. No se hicieron amigas.

Vonn esquió obsesionad­a con romper récords, y hasta que no la superó Shiffrin este enero, fue la esquiadora que más victorias en Copa del Mundo obtuvo (83), mientras que Shiffrin huía públicamen­te del concepto de carrera como caza. “Lindsey no hacía más que hablar de récords. Yo, no. La gente habla de récords porque son apasionant­es”, dice. “Pero yo nunca he buscado récords”.

Shiffrin es esquiadora desde los tres años, desde que sus padres la llevaban a las pistas y su talento afloró. Su padre, un anestesist­a que se ocupaba de la logística de la galaxia Shiffrin, la organizaci­ón de las más de 10 personas que forman su grupo de trabajo, falleció en 2020, y su muerte, y la pandemia, fueron las razones de una grave crisis que cuajó en los Juegos de Pekín, de los que Shiffrin salió de vacío.

“Después de la muerte de mi padre he sufrido problemas de memoria. Han sido tres años duros. Este invierno, por fin, puedo concentrar­me como antes”, dice. “Pero ha costado”. Superó la crisis, recuperó la confianza y la fortaleza mental, dice, gracias también a su madre, Eileen, que viaja siempre con ella. “El esquí es un deporte muy cerebral. Cuando se está en la salida hay que estar muy fuerte mentalment­e”.

A Vonn le consumió el deseo de ser única. Acabó odiando el circuito del esquí. Le desbordó la figura que había creado. Sufrió depresión. Huyó. Shiffrin, una que no quiere ser Vonn, ha alcanzado el equilibrio en sus 10 años en el circo. Y, con prudencia, lo goza.

“Detesto el riesgo. Quiero ir deprisa, pero quiero llegar entera”

“Cuando se está en la puerta de salida hay que estar muy fuerte mentalment­e”

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/ AFP Ingemar Stenmark, a la derecha, en 1976, y Mikaela Shiffrin, ayer.

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