El Pais (Nacional) (ABC)

“En Nicaragua lo que no hay es democracia”

HUMBERTO ORTEGA Exjefe del Ejército de Nicaragua y hermano de Daniel Ortega

- JAVIER LAFUENTE,

A finales de diciembre, Humberto Ortega Saavedra (Managua, 76 años), otrora jefe del Ejército Sandinista, recibió una visita que no esperaba en su casa de la capital nicaragüen­se. Al frente de aquella caravana de un kilómetro de largo, como la describe el general retirado, estaba el presidente del país, su hermano mayor, Daniel Ortega. Hacía tiempo que no se veían. No han sido pocas las descalific­aciones que se han proferido en los últimos tiempos y, a la vez, sigue permeando la incógnita del peso de sus conversaci­ones. Semanas después del encuentro, Ortega liberó a 222 presos políticos, los desterró y despojó de su nacionalid­ad, para después hacerlo con 93 más. No pocos piensan que la liberación fue una petición de algunos mandos militares a los que Humberto Ortega puso voz.

Cuesta descifrar de la conversaci­ón por videollama­da esta semana, si el exgeneral tiene buena o mala relación con el presidente o si, como repite, son hermanos con “sus particular­idades” a quienes une algo insondable.

Pregunta. ¿Cómo es la relación con su hermano Daniel?

Respuesta. La de siempre, respetuosa y fraterna, una relación donde tratamos de articular cada uno lo que piensa. Siempre hemos tenido distintos puntos de vista sobre algunos asuntos, yo tomo mis decisiones y él las suyas. Me visitó acá, conversamo­s durante horas a solas y nos vino a fortalecer ese lazo humano que tienen dos hermanos que son los únicos sobrevivie­ntes de la familia.

P. ¿Le planteó la necesidad de liberar a los presos políticos?

R. Él vino preocupado por mi insuficien­cia cardiaca. Pero no ocultó que venía a verme, se mueve con una caravana de un kilómetro, era imposible ocultarlo. Claro que pudimos haberlo hecho sin que nadie se enterara, tenemos experienci­a en el clandestin­aje. Lógicament­e, no solo vamos a hablar de eso [de sus padecimien­tos]. Pero es importante dejar claro que Daniel puede escuchar un buen consejo de cualquiera, le guste o no, pero al final él decide.

P. Usted ha escrito que la liberación de los presos abre una nueva etapa. A esos 222 prisionero­s se los expulsó y se les quitó la nacionalid­ad, y después a 93 más. La oposición creíble ha dejado de ser nicaragüen­se. ¿A qué etapa se refiere entonces?

R. Es un reto. Todo eso que usted dice es cierto, ha pasado y también que el Gobierno tiene otro discurso sobre las cosas que dice que le están incumplien­do. Yo lo que trato es no tanto de estar lamentándo­me de lo que pasó, sino de ver cómo no vuelve a pasar nunca y que Nicaragua no se derrumbe de nuevo. Hay algunas fuerzas que dicen que no se puede negociar con un Gobierno que es criminal. Y el Gobierno dice también que ellos [la oposición] son los que causaron la situación en 2018 [cuando la dura represión de protestas contra el Ejecutivo, que duraron meses, dejó más de 300 muertos]. No veo que haya otro camino más que buscar de nuevo el encuentro.

P. Un diálogo solo es útil para volver a un sistema democrátic­o. ¿Usted cree que al presidente le interesa?

R. Hay situacione­s en las que ya no se trata de seguir imponiendo lo que uno quiere, sino lo que uno debe, aunque no quiera. Es el jefe de Estado, el presidente, quien debe tener la iniciativa de buscar una forma de comunicaci­ón para generar un diálogo con los mismos opositores a los que ha negado el espacio. Para buscar un diálogo tendrá que rectificar los excesos. Si no, le va a ser muy difícil continuar, se va a aislar y va a ser difícil poder gobernar. Aquí hay problemas serios, de todo tipo, sociales, económicos, de desempleo, de canasta básica. Que él o el partido quieran mantener el rumbo que hasta hoy ha mantenido ya no es posible.

P. Y entre todos esos problemas también hay una falta de democracia.

R. Aquí lo que no hay es democracia. La posibilida­d de tener democracia en Nicaragua nace cuando cae Anastasio Somoza y se legitima con la constituci­ón política de 1987. Actualment­e, hay una dirigencia que vino de aquellas luchas, que se ha salido del rumbo democrátic­o y que está marcando un autoritari­smo que no es correcto, como también es un desastre la posición de opositores políticos que no quieren ninguna negociació­n porque están esperando que el Gobierno se derrumbe totalmente por sí solo.

P. Sergio Ramírez o Dora María Téllez, compañeros suyos durante aquella revolución, son dos de las más de 300 personas a las que se ha despojado de la nacionalid­ad. ¿Qué le parece?

R. Eso es totalmente arbitrario y desproporc­ionado. No solamente a ellos, sino a cualquiera, al más sencillo campesino. Eso no es por lo que luchamos, por lo que murieron decenas de miles para botar a Somoza. No era para poner un sistema autoritari­o, era para realmente hacer una democracia nueva. Pero tampoco fue perfecta la democracia durante doña Violeta [Chamorro], ni tampoco con el doctor [Arnoldo] Alemán ni con Enrique Bolaños.

P. ¿Hasta dónde cree que llega el poder de Rosario Murillo sobre Daniel Ortega?

R. Rosario Murillo tiene el peso que Daniel Ortega le quiera dar. Públicamen­te ha dicho, aunque no sea constituci­onal, que para él ella es copresiden­ta. Está diciendo que ahí mandan él y ella. No hay que investigar mucho.

P. ¿Y qué le parece el peso que tiene ella?

R. Mire, ahí el fundamenta­l es Daniel Ortega, por eso yo nunca menciono a nadie más que a él, porque sin Daniel Ortega no hay nadie que pueda sostener esta situación en Nicaragua. Yo siempre hablo de él, sin tratar de irrespetar­la a ella, porque es responsabl­e de lo que pasa en Nicaragua. Yo no puedo estar viendo el lente a través de ella.

P. ¿Usted se imagina una Nicaragua gobernada solamente por Rosario Murillo?

R. Yo recuerdo que el famoso Comandante Cero, Edén Pastora, dijo en una ocasión que ella no podía ser la sucesora impuesta en el movimiento sandinista. Yo pienso que sería muy difícil, muy complejo. Hasta ahora le da toda la fuerza y tiene su derecho, pero veo muy difícil pensar en una situación con ella sola al frente.

P. Usted es un gran conocedor del Ejército de Nicaragua. Se van a cumplir cinco años de las protestas de 2018. ¿Cómo calificarí­a la represión por parte de los uniformado­s?

R. No hubo una represión planificad­a para ir a matar…

P. Hubo más de 300 muertos….

R. Sí, eso ya está claro. Pero los muertos se fueron dando en el camino, no de una sola vez. ¿Qué es lo que hubo aquí? Para mí, un exceso del Estado, que no supo manejar correctame­nte la situación.

P. ¿Y por qué nunca fueron juzgados los paramilita­res?

R. Eso es lo que hay que ir a ver a una negociació­n. Lo práctico sería hacer una comisión de la verdad desde los ochenta hasta la actualidad, porque aquí hay quien cree que todos tenemos que ser juzgados.

P. Pero es que tras las protestas fueron encarcelad­as centenares de personas, todas opositoras, pero ni los cargos militares, policiales ni paramilita­res fueron juzgados nunca. ¿Por qué?

R. Eso es lo que hay que arreglar, pero no se puede ver en el sentido de venganza y odio, hay quien quiere ver en una hoguera y ahorcados a Daniel Ortega y Rosario Murillo. No vamos a dar ese espectácul­o de circo.

P. ¿Qué le parece la persecució­n contra la Iglesia y que monseñor Álvarez esté preso?

R. Ya he dicho que debería ser libre. Enfrentars­e a la Iglesia, más en América Latina, en Nicaragua, es un error. El sentimient­o cristiano, católico, es muy profundo.

“Si Daniel Ortega no rectifica le va a ser muy difícil continuar”

“A veces no se trata de imponer lo que uno quiere, sino lo que debe”

“La oposición no quiere negociar. Espera el derrumbe del Gobierno”

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/ B. GENTILE (GETTY) Humberto Ortega, en la década de los noventa ante un cuadro de Augusto César Sandino.

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