Suspiros de España en El Aaiún
Miles de saharauis nacidos en la excolonia y de descendientes de estos confían en que el Congreso apruebe la ley que les permitirá optar a la nacionalidad
“Cada vez somos menos los que hablamos español en El Aaiún”, lamenta Saleh Marsui bajo el sol ya ardiente del Sáhara. “Ojalá que pronto seamos más”. Solo tenía cinco años cuando, el 26 de febrero de 1976, fue arriada la bandera roja y amarilla en la sede de la gobernación de El Aaiún, el mismo edificio de arquitectura morisca donde hoy ondea la enseña roja y verde marroquí. Su padre, que se alistó en las tropas nómadas, tenía DNI español, pero todos sus documentos se perdieron cuando las fuerzas de Marruecos entraron en la ciudad cuatro meses después de la Marcha Verde.
El prefecto apostólico (equivalente al obispo) Mario León oficia la misa del segundo domingo de Cuaresma en la iglesia de San Francisco de Asís de El Aaiún, donde vive desde hace dos décadas. El templo preside la plaza donde latía el corazón del Sáhara Occidental cuando la que fue primero colonia y luego la provincia número 53 de España enviaba representantes a las Cortes franquistas. León, nacido en Madrid hace 48 años, predica ante estudiantes senegaleses, empleados filipinos de la ONU o contratistas griegos. Los habitantes de su diócesis, cerca de un millón, son musulmanes, pero decenas de miles entre ellos tienen raíces en un pasado colonial que se extinguió hace medio siglo. Ahora suspiran por un pasaporte español, al que podrían optar si se aprueba finalmente la propuesta de ley de concesión de la nacionalidad para saharauis que echó a andar el mes pasado en el Parlamento con el voto de casi todos los partidos, aunque no el del PSOE.
“Estoy deseando tener la nacionalidad. Es algo natural. Nací cuando El Aaiún todavía era un lugar español”, explica Marsui, empleado del colegio La Paz, dependiente del Ministerio de Educación. “De momento”, aclara, “ya estoy afiliado a Comisiones Obreras”.
Son decenas de miles los saharauis que encajan en la ley en tramitación parlamentaria. Entre 27.000 y 38.000, como mínimo, nacieron en un Sáhara bajo bandera española, según fuentes españolas en el territorio. Y a estos hay que sumar sus descendientes en primer grado. Estas estimaciones apuntan a que hay entre 90.000 y 120.000 saharauis autóctonos con vínculos con la Administración colonial que viven en el Sáhara
Occidental y otros 20.000 o 30.000 que están asentados en los campamentos de Tinduf, en Argelia, bajo el control del Frente Polisario. Un 25% de todos ellos tienen más de 50 años (según un informe de la ONU de 2019), lo que, de acuerdo con la proposición de ley, les allanaría el camino hacia la nacionalidad.
Resulta más complejo calcular el porcentaje que representan sus hijos, también con derecho eventual a solicitar el pasaporte español en un plazo posterior de cinco años. La norma en trámite prevé además la reducción a dos años del plazo para adquirir la nacionalidad por residencia, como ocurre con los ciudadanos de países con mayor vinculación histórica. En el Sáhara viven hoy entre 10.000 y 15.000 nacionalizados españoles por otras vías, según datos consulares recogidos por Efe.
Los judíos sefardíes tuvieron que esperar 500 años para ver reconocido, en 2015, su derecho a ser españoles. Los saharauis habrán aguardado medio siglo si al final se aprueba la norma. El primer Gobierno de la Transición les concedió solo un año, a partir de mayo de 1976, para “ejercer la opción a la nacionalidad española”, un derecho que en la práctica no pudieron invocar: la mayoría carecía de documentos y no existía una representación oficial española que no se reabrió hasta 1978.
“Esta es la única institución oficial española que nunca ha cerrado sus puertas”, resalta Luis García Zafra, director del colegio español La Paz de El Aaiún, quien ha vivido 12 de sus 65 años en la capital del Sáhara. Dependiente del Ministerio de Educación a través de la Embajada en Rabat, los colores blanco y azul de la indumentaria nómada siguen vistiendo los muros del que fue colegio nacional a comienzos de los años setenta del siglo pasado. “En el curso 2018-2019 solo estábamos dos profesores para 50 alumnos de infantil y primaria. Este curso somos ya ocho docentes para 150 escolares, y ya hemos iniciado el primer curso de implantación de la ESO”, se ufana el director, que se ha visto obligado a rechazar 150 solicitudes de matrícula. “Tenemos que recuperar el español en el Sáhara, donde hay una gran demanda”, reclama García Zafra mientras muestra las tres aulas reservadas para albergar una extensión de la sede del Instituto Cervantes de Rabat en el recinto. Una decisión que solo está pendiente del acuerdo definitivo entre España y Marruecos, explica José María Martínez Alonso, director de la sede del Instituto Cervantes en Rabat.
Alia Erguibi aún recuerda con claridad el 26 de febrero de 1976, el día en que todo su mundo conocido dio un vuelco. Tenía 12 años cuando se arrió la bandera de España en El Aaiún. Hoy, esta empresaria pilota a los 60 años un negocio familiar de hostelería en el que habla varios idiomas, incluido un fluido español. Estudió también en el colegio La Paz y prestó servicio en la Sección Femenina, como la mayoría de las niñas españolas bajo el franquismo, antes de sacarse el Graduado Escolar. Su padre era un comerciante que viajaba a menudo por negocios a Las Palmas de Gran Canaria y obtuvo el DNI español. “Estoy deseando que se apruebe la ley para poder pedir el pasaporte”, dice. “Me queda muy viva la memoria: España ha sido parte de la historia del Sáhara”.
“La concesión de la nacionalidad busca responder a lo que consideramos un claro derecho, y contribuir a hacer más fácil la vida de los saharauis mientras se alcanza la resolución del conflicto”, resume Enrique Santiago, diputado de Unidas Podemos que defendió hace un mes la iniciativa en el Congreso. “La filosofía de la ley”, añade, “es aceptar cualquier medio probatorio válido en derecho para acreditar el nacimiento”. Entre esos medios probatorios estarían “los certificados de nacimiento expedidos por las autoridades saharauis de los campamentos de Tinduf y legalizados por la representación del Frente Polisario en España”.
Hay entre 90.000 y 120.000 autóctonos con vínculos con la antigua metrópolis
“Estoy deseando que la norma se apruebe y pedir el pasaporte”, dice una empresaria
Será válido cualquier medio probatorio en derecho que acredite el nacimiento
Documentos en el limbo
El Instituto Nacional de Estadística español registró en el Sáhara cerca de 75.000 saharauis junto a 30.000 españoles en el censo de 1974. Según fuentes españolas conocedoras de la excolonia, la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso) llegó a contabilizar entre 1991 y 2007, cuando se interrumpió la confección del censo para la votación por las disputas entre Marruecos y el Polisario, unos 130.000 potenciales votantes. “Esos documentos duermen en un limbo en algún sótano de la ONU en Ginebra”, apuntan las mismas fuentes. “Los archivos de la ONU existen y podrán ser consultados por quienes quieran solicitar la nacionalidad”, zanja en la sede de la Minurso en El Aaiún, Nick Birnback, jefe de gabinete de la misión de la ONU.
En el colegio La Paz de El Aaiún, la toma en consideración de la propuesta de ley de nacionalidad ya ha puesto en marcha un proceso de certificaciones. Los registros del centro, que conserva los libros de escolaridad de sus exalumnos, han servido para probar la huella que dejaron los nacidos en el Sáhara español antes de que el Ejército lo abandonara en los estertores del franquismo. El maestro García Zafra muestra orgulloso las carpetas con decenas de peticiones y certificaciones emitidas con todos sus justificantes documentales. Dan fe del derecho a ser español, a expensas de que sea aprobado en las Cortes.