La peluquería, refugio ante los malos tratos
Una iniciativa del Ayuntamiento de Albacete forma a estas profesionales para detectar a mujeres que estén siendo víctimas de sus parejas o exparejas
Dicen que la peluquería es un enorme diván. Que cuando se encienden los secadores y el olor a amoníaco del tinte lo impregna todo, ellas se relajan. La liturgia de doblar minuciosamente el papel de aluminio, enrollar los mechones entre los dedos, el champú, la mascarilla, la hidratación, las pinzas, “¿lo mismo de siempre o cortamos un poco más?”, las tijeras, el flequillo, el pelo tapizando el suelo, mujeres que van y vienen, caras conocidas, que también te depilan con cera, con láser, las cejas, las piernas, te estiran las pestañas o te dan un masaje con las yemas de los dedos. En estos rincones ellas se abren y cuentan cosas que no les dirían a una amiga, a su hermana o a su madre. Y también se observan muchas otras que nadie cuenta nunca. Hasta estos rincones quiere llegar el Ayuntamiento de Albacete a través de sus empleadas, las peluqueras y esteticistas, para luchar contra la violencia machista.
Julia López Cano tiene 53 años y tiene desde hace casi dos décadas una peluquería sin más pretensión de marketing que su propio nombre: Julia López, con letras rosas estampadas sobre un fondo negro. A su local peregrinan decenas de mujeres cada semana que no van a la peluquería, van donde la Julia. Así como iban donde Isabel, y siguen yendo ca la Celia o Pilar. Se saben de memoria cómo están sus suegras, sus hijos, los que decidieron estudiar, los que se fueron al extranjero, si sus nueras quieren o no darles nietos, así como recuerdan la mezcla exacta de rubio y cobre que con esmero de alquimista mezclan en un cuenco y se lo ponen para que se vean como siempre.
El Ayuntamiento de Albacete, a través de la Concejalía de Igualdad que encabeza Manuel Martínez (del PSOE) y el Centro de la Mujer, conscientes de que si se espera a que una mujer denuncie o alerte de una situación violenta en su casa puede ser demasiado tarde, pusieron en marcha una iniciativa con más de un centenar de peluquerías y centros de estética para formar a sus empleadas y darles unos pasos básicos para aprender a detectar cuándo alguna de sus clientas puede estar en riesgo. También para que puedan acompañarlas y ofrecerles la ayuda jurídica, psicológica o cualquier otro tipo de asistencia social que necesiten. Y han firmado un convenio.
Hasta ahora, existían otras medidas contra la violencia de género, especialmente en los lugares de fiesta y en momentos clave, como la Feria de Albacete, a través de un convenio con cientos de hosteleros. También pusieron en marcha redes de jóvenes, los Agentes Violeta, que se ofrecían como voluntarios, casi todos provenientes de universidades o módulos de Formación Profesional. Han intentado también que se adhieran a este tipo de mecanismos las fincas de vecinos, pero con poco éxito todavía. Y han sido las peluqueras y las esteticistas la punta de lanza de una política que busca llegar hasta donde las instituciones no llegan por sí solas.
Hay otras iniciativas similares. El gremio de los farmacéuticos estableció junto con la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género hace ahora un año un protocolo para fomentar la detección precoz de casos de agresiones machistas. El municipio valenciano de Picassent puso en marcha hace cinco meses Espais Segurs (Espacios Seguros), que involucró a 31 comercios de todo tipo a pie de calle en la lucha contra la violencia de género. “El objetivo es convertir las tiendas en espacios de acogida, escucha y apoyo a cualquier mujer que pueda padecer una agresión y ofrecerle información sobre los recursos municipales de atención a víctimas”, explica una portavoz municipal.
En Albacete, la medida surgió desde dentro de una peluquería. Una empleada le contó a la clienta, que trabajaba en el Centro de la Mujer, que la habían tratado muy bien en ese centro, que le gustaría ayudar a otras mujeres en esa situación.
Un espacio seguro
De repente, se dieron cuenta de que no solo es importante acercar la información para mujeres a los sitios donde podrían ser víctimas de violencia, como los bares de fiesta, sino en lugares impredecibles donde ellas cuentan cómo están. Y donde un marido o exmarido jamás sospecharía. Un espacio seguro, capaz de brindarles atención y sobre todo, derivarlas con especialistas que con suma discreción se harían cargo de su caso hasta donde quiera llevarlo la mujer.
“Aquí las mujeres se desnudan literalmente y también por dentro”, cuenta Isabel Peña, de 63 años, vicepresidenta de la Asociación de Peluquerías de Albacete y presidenta de la Asociación de Esteticistas. Aunque dejó de trabajar hace unos años por problemas en la columna, cuenta las veces que ha observado desde su negocio el sufrimiento silencioso de algunas de sus clientas por culpa de sus parejas. En una ocasión, se ofreció a ser testigo de un caso de violencia psicológica del marido de una de ellas, aunque nunca fue solicitado su testimonio. Y así como Julia López, muchas han observado comportamientos de acoso de algunos maridos: “Ves cómo las llevan, las traen, las llaman cada poco tiempo para ver cuánto les falta, se ponen nerviosas, observas el acoso”, señala Peña.
Las dos se están formando en los cursos que ofrece el Centro de la Mujer de Albacete para tener más herramientas que ofrecerles en ese tipo de situaciones. El protocolo se centra principalmente en ofrecer ayuda con especialistas a través de unos números de teléfono, o bien del centro (967 246 904) o, si es grave o está en un peligro inminente, el 112 o el 016. Pero ellas son el primer punto de atención, por eso el curso está enfocado en que escuchen, “sin juzgar”, en conversar con ellas, en que puedan ofrecer su local como un “espacio seguro para buscar ayuda”, en animarlas a “pedir apoyo a los servicios especializados” y, si fuera necesario, a la Policía. Y que les transmitan un mensaje importante: “No estás sola, hay salida para la violencia y tienes derecho a una atención integral”. Los folletos con el protocolo básico que ha lanzado el Ayuntamiento están en español, en árabe y en rumano, los principales idiomas que conviven en la ciudad.
“Antes hacíamos lo que podíamos, como cualquier amiga o conocida, pero ahora siento que tenemos más información y que les podemos ayudar de verdad”, comenta Celia Sánchez, de 61 años, que tiene un centro de estética también llamado como ella.
“Observas el acoso por cómo se ponen nerviosas”, dice la dueña de un centro
“Hacíamos lo que cualquier amiga, ahora podemos ayudar de verdad”