20 años de canciones en territorio inhóspito
McEnroe lleva, por sonido y funcionamiento, dos décadas como un elemento extraño y hermoso en la música española
El último año de Ricardo Lezón ha sido “jodidillo”, en sus palabras. Una ruptura sentimental, un trabajo estresante de camarero, una sensación de no sentirse en paz… Buscó alivió en la gira que celebró los 20 años de su banda, McEnroe. Y lo encontró. En el último concierto, en diciembre en La Riviera de Madrid (con lleno, 1.800 personas), se subió al escenario su hija Jimena para cantar seis temas. Su hermosa voz se fundió con el tono penetrante del padre en un momento que solo ellos saben qué recónditos lugares alcanzó. “Yo remaré siempre hacia ti, sin importar si la fuerza es tuya o mía”, cantaron en Un rayo de luz, una canción que Lezón escribió para sus dos hijos, Jimena y Ricky. La imagen de él, un tipo grandote y barbudo con una gorra que le confería un aspecto de leñador de Texas, dando un abrazo a su menuda hija funcionó como fotografía de la trayectoria de una banda insólita en la música española. Fue una estampa descriptiva, porque Jimena nació justo cuando se formó McEnroe. Hace 20 años de eso…
Jimena lleva dos meses viviendo en Finlandia gracias al programa Erasmus. “Cuando empecé a escuchar música, con 13 años, no me gustaba McEnroe. Me parecían tediosos”, ríe al teléfono desde Jyväskylä. “Cuando íbamos en el coche ponía Taylor Swift y One Direction, y mi padre decía: ‘Quita eso, por favor’. A él le espantaba. Ahora soy la fan número uno de McEnroe. Creo que con 20 años puedo apreciar la sinceridad de las letras y la belleza de las melodías”, añade, y asegura que, a pesar de sus colaboraciones con el grupo, no quiere dedicarse a la música. Prefiere desarrollar su carrera de Sociología y Políticas.
Dos días después, el grupo de Getxo (Bizkaia) se ha citado para ensayar en Villarcayo, una localidad burgalesa rodeada de naturaleza donde la familia de dos miembros de la banda (el guitarrista Jaime Guzmán y el batería Eduardo Guzmán, que son primos) posee una finca. Algunos componentes del grupo viven en Madrid, otros en Getxo. Villarcayo es un emplazamiento neutral para aislarse y centrarse en la música. Al lugar se accede tras varios kilómetros de curvas acotadas por un paisaje estos días tupido por la nieve. Una imagen inhóspita y bella que no puede encajar mejor con la idiosincrasia del grupo.
Aquí es donde el grupo grabó Mundo marino (2008), el disco por el que ficharon por la discográfica independiente Subterfuge Records, donde siguen. “McEnroe es una banda especial. No se adaptan a calendarios ni planificaciones. De repente, un día explotan creativamente, tienen necesidad de plasmar sus canciones y se encierran a grabarlas”, explica Carlos Galán, director de Subterfuge. En Villarcayo, los seis se comprimen en una habitación donde es complicado pasear sin pisar cables y enchufes. Es una imagen de otro tiempo, de la vieja escuela del rock: tipos encerrados con amplificadores, guitarras, baquetas, pedaleras… En la estancia de al lado, una chimenea caldea una cocina bien surtida de alcoholes: cervezas, cava, ginebra…
Están probando canciones nuevas. Lezón (53 años, voz, guitarra y principal compositor) las presenta al resto y es hora de encajar estribillos, pulir melodías, descartar letras… Son temas que se escuchan moviendo levemente la cabeza y atendiendo a los textos. “El 90% de mis canciones favoritas son de amor. The Smiths, The Cure, Lou Reed, Red House Painters… Es lo que me inspira y sobre lo que escribo. Al principio me centraba en el amor romántico, pero he evolucionado: le canto al amor a uno mismo, a los padres, a la naturaleza, a los amigos”, cuenta Ricardo, y cuando dice esto último mira a Jaime (guitarra, 53 años), que sonríe.
Los dos pusieron en marcha McEnroe (el nombre se inspira en la afición al tenis de Ricardo) en 2002. Sin objetivo de llegar a ningún lado, a la contra: comenzaron con el grupo justo el año que ambos fueron padres. “Cuando se nos complicaba más la vida montamos McEnroe. Así somos. Una de las claves es la falta de presión. Esto es un hobby”, apunta Jaime. Ninguno de los seis vive de la música. Hay abogados, ingenieros, propietarios de pequeños negocios… Todos son padres cuarentones y cincuentones menos la nueva incorporación, el treintañero Jaime Arteche (teclados). “Para vivir de esto hay que hacer música que llegue a mucha gente. Nosotros no la hacemos, y tampoco queremos”, explican.
Hay franca modestia en sus postulados. Afirman que no son diestros con los instrumentos y que Ricardo no posee unas grandes condiciones vocales. Lo que en realidad quieren decir es que anteponen el sentimiento a la técnica. “No quería cantar, me agobiaba. Pero nadie del grupo dio el paso. Soy consciente de mis limitaciones”, dice el vocalista.
Tienen seis discos largos, varios cortos (el último, Veinte), álbumes en solitario de Lezón o con compañeros como The New Raimon. Suman unas 100 canciones, las más celebradas, Un rayo de luz, La electricidad o La cara noroeste. El cantante tuerce el gesto cuando escucha un sambenito con el que cargan desde siempre, el de grupo tristón. “No es verdad esa fama de torturados. Hablamos del amor en positivo. Nunca hemos escrito desde la tristeza”. Y lo dice a pesar del “año asqueroso” que ha pasado.
El grupo se aísla en un pueblo de Burgos para centrarse en la música
“No se adaptan a calendarios ni planificaciones”, dice su discográfica
“Una de las claves es la falta de presión. Esto es un ‘hobby”, cuenta el guitarrista
A salto de mata laboral
Ricardo, el elemento más determinante del grupo, es también el más vulnerable. Ha trabajado de profesor de tenis, en una gasolinera, de comercial, en imprentas… Estudió Comercio Exterior y Marketing y ha ido a salto de mata laboral. Incluso estuvo viviendo en Soria, en un municipio de cuatro habitantes, donde montó un hotel rural y vivió una de las “mejores épocas” de su vida.
El grupo cree que los próximos meses no serán buenos para exponer su directo. ¿El problema? McEnroe no ha entrado en el carril de los festivales: su música está alejada de las canciones eufóricas que reclaman estas multitudinarias concentraciones. Solo están anunciados en citas con un formato menos frenético, como Las Noches del Botánico (Madrid), donde actúan el 13 de junio.
Pero antes de eso, dentro de una semana Ricardo viajará a Finlandia para visitar a su hija. Jimena y él pasarán dos días en una cabaña en un bosque en medio de la nada. Un plan que no puede ser más McEnroe.