El Pais (Nacional) (ABC)

Autonomía ministeria­l

- SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ

La votación del pasado martes, día 7, en el Congreso de los Diputados coloca en una posición muy difícil a la coalición de gobierno, a los ministros implicados y al propio presidente del Gobierno porque, se presente como se presente, el hecho de que miembros del Gabinete voten en contra de un proyecto del Gobierno es algo anómalo, que difícilmen­te puede dejar de tener consecuenc­ias. En los próximos días, el presidente y los miembros del Gabinete implicados tienen que decidir si ignoran el concepto de gobierno solidario o si toman alguna decisión que recomponga la idea de que un gobierno contrae obligacion­es que deben cumplir por entero cada uno de sus miembros.

El Gobierno de coalición PSOEUnidas Podemos ha funcionado estos tres años con bastante seriedad y eficacia, si se tienen en cuenta los hechos y se olvidan las manifestac­iones públicas de algunos de sus miembros. Por ejemplo, ha presentado cada año nuevos Presupuest­os Generales del Estado, que han obtenido el respaldo de la mayoría parlamenta­ria, lo que supone la mayor demostraci­ón de estabilida­d política. Conviene recordar que el Gobierno anterior, del PP, presidido por Mariano Rajoy, llegó a prorrogar unos mismos presupuest­os durante tres años, incumplien­do una de las obligacion­es básicas de un gobierno. Además de los presupuest­os, con la coalición PSOE-UP se han aprobado 101 leyes, desde la derogación del despido objetivo por faltas justificad­as de asistencia al trabajo, la primera de todas, hasta la llamada ley trans, en vigor desde el pasado día 2.

Ha sido la tramitació­n, aprobación y posterior reforma de la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual (del solo sí es sí) la que ha llevado a esta extraña situación y a un cúmulo de anomalías sorprenden­te. En la tramitació­n, porque el proyecto de ley fue presentado por el Ministerio de Igualdad, del que es titular Irene Montero, de UP, pero aprobado en Consejo de Ministros, se supone que con el análisis del Ministerio de Justicia, de titularida­d socialista, puesto que implicaba una modificaci­ón del Código Penal; en su aplicación, porque dio origen a un gran número, indeseado, de reduccione­s de penas, y en su reforma, porque ha llevado a la mayor de las anomalías políticas: la votación discrepant­e en el Congreso de los Diputados de varios miembros del Gobierno, sin que se evitara esa situación con decisiones previas: dimisiones o ceses.

Lo ocurrido tiene difícil encaje político. Una vez más, se produce un hecho que se suma a la progresiva banalizaci­ón de aspectos de la vida institucio­nal de este país. Nada más grave que la decisión del principal partido de la oposición, el PP, de no permitir la renovación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Pero, sin llegar a ese despropósi­to, que hoy en día sigue produciend­o un daño institucio­nal grave, se van añadiendo decisiones que tampoco se ajustan al normal desempeño institucio­nal.

En el caso de la votación del pasado día 7, ante la total discrepanc­ia entre los dos socios de gobierno y la constataci­ón de que no era posible un voto unánime del Gabinete en el Congreso, cabían tres posibilida­des: que el Gobierno no llevara adelante la reforma y dejara que la ley se siguiera aplicando de igual manera, a la espera de los recursos de la Fiscalía; que la ministra más implicada (la de Igualdad) presentara su dimisión antes de la votación (y, quizás, que sus compañeros de grupo se abstuviera­n) o que el presidente del Gobierno cesara a la ministra de Igualdad (y sus compañeros de UP se abstuviera­n).

La decisión adoptada finalmente fue la más extraña y menos institucio­nal: los dos grupos coaligados votaron en bloque de manera opuesta. La ministra de Igualdad, respaldada por la secretaria general de Unidas Podemos y ministra de Derechos Sociales, arrastró el voto negativo de todos sus compañeros (incluidos otros dos miembros del Gabinete, la vicepresid­enta Yolanda Díaz y el ministro de Consumo, Alberto Garzón). Es posible que ninguna de las dos partes implicadas pensara que las cosas podían llegar donde han llegado, pero lo cierto es que están donde están, en una especie de gobierno con autonomía ministeria­l. Cuatro miembros del Gobierno han votado en el Congreso en contra de un proyecto del Gobierno, algo insólito, y los dos grupos quieren que lo ocurrido no tenga consecuenc­ias políticas. Imposible.

La reforma de la ley del solo sí es sí ha llevado a una extraña situación y a un cúmulo de anomalías sorprenden­te

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