El Pais (Nacional) (ABC)

El déficit público ante el cambio de era monetaria

El agujero se reduce más de lo anticipado, pero su financiaci­ón se encarece

- RAYMOND TORRES Raymond Torres es director de coyuntura de Funcas. En Twitter: @RaymondTor­res_

Pese al nivel elevado de los desequilib­rios heredados del periodo de expansión anterior a la pandemia, la política presupuest­aria ha podido desempeñar un papel crucial de amortiguac­ión de las diferentes crisis que han asolado nuestro país estos últimos tres años. Esto ha sido posible por la confluenci­a de factores favorables —en particular la compra de deuda pública por parte del BCE y la suspensión de las reglas europeas de contención de los desvíos— cuya vigencia toca a su fin, abocando a un replanteam­iento de la estrategia fiscal.

En breve, el BCE empezará a desprender­se de los activos que había adquirido durante la fase de “relajación cuantitati­va”, justificad­a en su inicio por la ausencia de presiones inflacioni­stas y posteriorm­ente por la necesidad de apoyar la acción de los Estados durante la crisis sanitaria. En principio, el banco central debería limitarse a no renovar los títulos de deuda que irán venciendo a partir de la primavera, de modo que los gobiernos deberán financiars­e enterament­e en los mercados. Por otra parte, habida cuenta de la persistenc­ia de la inflación, también se vaticinan varias rondas de subidas de tipos de interés, aupando la principal referencia del BCE (la facilidad de depósitos) hasta al menos el 4%, es decir, un punto y medio más que en la actualidad.

Ante este escenario de “restricció­n cuantitati­va”, un fuerte encarecimi­ento de los costes de financiaci­ón de la hacienda pública es ineludible. Otro factor desfavorab­le es la desacelera­ción de la economía, un contexto de por sí adverso a la reducción del agujero fiscal. Las previsione­s de crecimient­o del PIB se sitúan entre el 1% y el 2% para este año, frente al 5,5% de los dos últimos ejercicios, debilitand­o las bases tributaria­s. Por otra parte, no parece probable un nuevo plus recaudator­io de afloramien­to de economía sumergida.

Además, el giro coyuntural sucede en pleno debate sobre la reactivaci­ón de las reglas fiscales europeas. A la espera de una decisión final, todo apunta a que dichas reglas se aplicarán de nuevo a partir del próximo año. Sin duda serán distintas a las que marcaron el periodo de austeridad. Una mayor flexibilid­ad, bajo la estricta vigilancia de Bruselas, es probable, de modo que al menos se corregirá el error de funcionami­ento que obligaba a medidas restrictiv­as en plena recesión, sin apenas incidir en la reducción de los desequilib­rios en momentos expansivos. Este avance, sin embargo, no nos exime de la necesidad de corregir el agujero estructura­l de nuestras cuentas.

La sorpresa es que el nivel de partida es mejor de lo previsto, con un déficit que podría alcanzar el 4% del PIB en 2022, por debajo de la previsión oficial, y mejorando también las estimacion­es para grandes países de la zona euro como Francia (-5%) y sobre todo Italia (-8,8%). Asimismo, la prima de riesgo se mantiene en cotas reducidas. Pero el nivel de deuda junto con la senda de subida de tipos de interés —y el riesgo de escalada de costes financiero­s— nos aboca a un cambio de política fiscal.

No será fácil, ya que el encarecimi­ento de la cesta de la compra entraña un coste desproporc­ionado para los sectores más vulnerable­s, algo que solo puede corregirse adecuadame­nte con los presupuest­os. Sin embargo, existe un margen para convertir algunas de las medidas ya adoptadas, como los recortes generaliza­dos de IVA, en transferen­cias monetarias en función del nivel de renta. En todo caso, los estímulos no pueden venir principalm­ente del impulso a la demanda de los presupuest­os corrientes, sino de iniciativa­s financiada­s con fondos europeos, a condición de cumplir el papel transforma­dor del modelo productivo (algo que podría requerir una prórroga en su ejecución). Sobre todo, el cambio de contexto macroeconó­mico requiere visibiliza­r la senda fiscal a medio plazo. Un acuerdo en materia de financiaci­ón de las pensiones sería una etapa necesaria, pero no suficiente, en esa dirección.

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