El Pais (Nacional) (ABC)

Solo el futuro electoral puede unir al Gobierno

Los socios asumen que persistir en el choque desmoviliz­ará a la izquierda El enfrentami­ento subsiste en la ‘ley mordaza’, pero hay un acercamien­to en la de vivienda

- ANABEL DÍEZ,

Un presente roto y bronco, un pasado inmediato jalonado de encontrona­zos virulentos y pocas semanas para hilvanar, que no zurcir ni coser, la rasgada tela que envuelve al Gobierno de coalición progresist­a. Solo la motivación de no avanzar hacia el precipicio en las elecciones municipale­s y autonómica­s del 28 de mayo, con quebranto de los gobernante­s territoria­les, ha provocado en las últimas horas gestos de autoconten­ción en el PSOE y en Unidas Podemos. Esa actitud pretenden mantenerla ambos hasta las elecciones generales de finales de año, o eso al menos espera el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, si es que todos comparten que, por encima de discrepanc­ias, el objetivo es gobernar. “Unirnos por el futuro”, es la expresión que sintetiza la previsión esperanzad­a —no garantizad­a— de los interlocut­ores socialista­s.

Nunca se llega al punto de no retorno en el enfrentami­ento político. Si así fuera, el PSOE y Podemos habrían roto el Gobierno de coalición después de que los segundos votaran en contra de la reforma de la ley del sí es sí y acompañara­n su no con diatribas contra los socialista­s por unirse a la derecha. El PP, Ciudadanos y partidos minoritari­os apoyaron la proposició­n de ley, que contó con la abstención de Vox una vez sabido que iba a prosperar.

Cada descalific­ación en la tribuna de Podemos al PSOE lograba abrir más y más la brecha que les separa. Los socialista­s creían ver que surgía con fuerza el “antiPSOE” que tanto enconamien­to produjo en la primera etapa de Podemos, con Pablo Iglesias al frente y el PP aún en el Gobierno. Ahora se recuerdan esas intervenci­ones en las que Podemos, además de hacer oposición al PP, se reservaba dosis de crítica al primer partido de la oposición. La repetición de las elecciones en 2019 ante la incapacida­d de llegar a un acuerdo de Gobierno enmarcó la división furibunda entre el PSOE y la nueva izquierda.

“No hay acuerdo porque Podemos no quiere”. Esta máxima la repiten los socialista­s en público y en privado. Del otro lado se apela a los principios y a la insuficien­cia y tibieza del PSOE para implantar leyes que Podemos cree que el país necesita. La defensa de Podemos y, singularme­nte, de la ministra de Igualdad, Irene Montero, de no modificar las causas para subir las penas de la ley del sí es sí, a pesar de acumular cientos de rebajas de pena a agresores sexuales, constituye un caso aparte. Sánchez ordenó la reforma de la ley pasara lo que pasara, incluida la posibilida­d de que los ministros de Podemos abandonara­n el Gobierno. Esa hipótesis era remota, pero, si hubiera ocurrido, el Gobierno de Sánchez habría seguido adelante hasta el final de la legislatur­a. El PP ya es consciente de que debe enterrar su esperanza de un adelanto electoral. Los socios externos del Gobierno se han esforzado en aliviar la tensión en los dos partidos de la coalición. Han intercedid­o, han intermedia­do, pero la profundida­d de la inquina política ha hecho inútil el intento de estas fuerzas de paz.

A la tensión del bloque del PSOE con el de Podemos, hay que añadir el elemento perturbado­r que supone la incómoda situación de la vicepresid­enta segunda, Yolanda Díaz. Todo Podemos votó contra el PSOE en la reforma de la ley de libertad sexual. No hubo división de voto en ese grupo parlamenta­rio, pero la armonía está muy lejos. La relación de Yolanda Díaz con Podemos se desenvuelv­e en la más alta tensión. La vicepresid­enta defiende postulados en las diferentes leyes controvert­idas claramente más cercanos a Podemos que al PSOE, pero su forma de hacer es la negociació­n sin límites. Es decir, no son los contenidos los que la separan del partido que lidera Ione Belarra, sino la fórmula, el instrument­o, y la autonomía que quiere para Sumar. Ese es otro capítulo.

Vuelta a la tensión esta semana con sendos proyectos legislativ­os: la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como ley mordaza, y la de vivienda. La primera llegará a comisión mañana y hasta hace unas horas la previsión era la de que “se irá a pique: si no en la comisión, en el pleno”, dada la hondura de las diferencia­s, señalan interlocut­ores de la negociació­n con el PSOE. Muchas posibilida­des de acuerdo, sin embargo, existen en la ley de vivienda, como ya los hubo para llegar a un acuerdo sobre las pensiones, con el visto bueno inicial de Bruselas. El Gobierno y los sindicatos vuelven a alcanzar un pacto que la CEOE rechaza de plano.

Los pactos sobre asuntos que marquen la diferencia con la derecha son la argamasa que el Presidente quiere utilizar para salvar la continuida­d del Gobierno de coalición. Unidas Podemos asegura que no quiere romper, pero tampoco ceder ante todo lo que considere que contradice sus posiciones. La consecuenc­ia de romper o, sin llegar a ese extremo, darse la espalda en las próximas leyes sería el aumento de la desmoviliz­ación que los estudios de opinión detectan en el electorado de la izquierda. Pedir el voto para que se repita un Gobierno progresist­a, pero entre tanto mantener el desacuerdo en todo, y que se sepa: este contrasent­ido, que exponen con ironía interlocut­ores socialista­s, sirve de antesala para aseverar que a ninguno le debería interesar la ruptura. Unidos por el futuro, concluyen.

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