El Pais (Nacional) (ABC)

El proyeccion­ista que vivió su ‘Cinema Paradiso’ en Soria

José Antonio Silva se jubila tras 50 años trabajando en los cines de la ciudad. Desde la cabina ha visto unos 8.000 títulos

- JUAN NAVARRO, José Antonio Silva, el 31 de enero en los cines Rex de Soria.

José Antonio Silva abre un poco la boca cuando se concentra. Tiene por delante una labor de la que durante décadas ha dependido la felicidad de miles de personas. Sus dedos expertos se mueven ágiles sobre un rollo de película que coloca sobre una vieja bobina, como hacía cuando los métodos digitales modernos eran propios de filmes fantástico­s. Ahora esos ojos claros, que han visto unos 8.000 títulos durante su horario laboral en los cines de Soria, se protegen con unas finas gafas. Las canas que luce tampoco existían cuando empezó a trabajar en las salas sorianas con 15 años, un chaval que, tras cinco décadas en la sombra de la cabina, se ha jubilado. “Siempre he luchado por el cine”, se enorgullec­e antes de narrar las escenas de una vida pegada al séptimo arte.

Todo comenzó en Sotillo del Rincón (Soria, 180 habitantes). Allí se crió Silva, de 64 años, junto a sus dos hermanas pequeñas: “Nunca nos faltó de comer, pero éramos de familia pobre”. Su madre, viuda, los llevaba al cine cuando podía y así forjó un vínculo cuyas bodas de oro se han cumplido en los cines Lara de la capital soriana. El hombre admite que sus vivencias guardan paralelism­os con el entrañable niño Totò, ese muchachito que en la película Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, también creció ante la gran pantalla, fajándose en aquellas cabinas analógicas.

Este proyeccion­ista castellano sonríe cuando habla de aquella película, que obtuvo el Oscar a mejor película extranjera en 1990. “Se acabó, ya me lo han hecho”, pensó cuando vio que el director italiano arrasaba con las andanzas de Totò. Él tenía escrito un guion parecido, “salvando las distancias”, basándose en su propia experienci­a, sobre un crío que se hizo adulto entre proyeccion­es. Tornatore se adelantó, pero no le guarda rencor.

Silva atiende en los cines Lara, trasladado­s hoy a un centro comercial de Soria, que fueron nombrados así en honor a la protagonis­ta de Doctor Zhivago (1965), filmada mayoritari­amente en la provincia y que cuando se repone llena las salas de una mezcla de añoranza y devoción. “Me encontré a la actriz que interpretó a Lara, Julie Christie, un año en el festival de San Sebastián y se acordaba perfectame­nte, ese invierno apenas nevó y tuvieron que hacer virguerías”, destaca Silva.

A razón de unas 170 películas al año, en total ha llegado a ver alrededor de 8.000, no siempre completas, durante sus años de trabajo. En las paredes se cuela algún fotograma picante que le evoca los tiempos de la censura, época en la que Silva hizo todo lo que pudo para darle al público el contenido completo, sin los recortes que reclamaba el censor que se sentaba a su lado y alzaba una bandera cuando quería que no emitiera alguna parte que considerab­a inapropiad­a. “Estuvimos así hasta 1977, tenía mucho estrés y yo intentaba burlarle siempre que podía”, destaca el soriano. Tras la primera proyección, que era cuando solía ir el censor franquista, lanzaba el filme tal cual, sin esquivar las secuencias prohibidas, confiando en que el controlado­r no volvería.

El paso de los años llevó su labor a los cines Rex, ahora cerrados, antes de instalarse en 2005

La gran pantalla lo marcó desde niño, como al Totò del filme de Tornatore

El censor se sentaba a su lado y con una bandera marcaba qué partes vetar

en los actuales Lara, que pasaron ampliados del centro urbano al comercial. La digitaliza­ción hizo que en vez de permanecer casi todo el rato en la cabina, lo que le permitía ver la película completa, acabara moviéndose entre salas, entre horarios mezclados y duraciones dispares. “El cine es bonito si te gusta, pero esclavo. Tienes que divertir cuando otros se divierten”.

El operador se despide, pero deja al mando a su hermana Mercedes, otra apasionada del séptimo arte. Ella se encargará de esos cómodos asientos en los que se pueden comer palomitas y toda clase de aperitivos, algo de lo que reniega Silva, que asume que los ingresos por esas ventas dan aire a los propietari­os ante los ajustados márgenes que obtienen de las distribuid­oras. “Me he encontrado de todo”, comenta enigmático, con un guiño, sobre las anécdotas de estos años.

Con la edad, afirma, se ha vuelto “más selectivo”, dado el tropel de películas que ha visto desde su cabina, a la que un día se subió el director Carlos Bardem y por la que han pasado grandes nombres del cine patrio, como atestiguan las fotos que expone con cariño en su particular museo. Entre sus cineastas favoritos figuran Luis García Berlanga o Juan Antonio Bardem. La última película que le ha impactado ha sido As Bestas, de Rodrigo Sorogoyen. La favorita, la que le pellizca el corazón, es, cómo no, Cinema Paradiso. A este Totò soriano se le hace rara esta nueva etapa de no ir a diario a los Lara. La deformació­n profesiona­l se le nota porque, antes de posar para ser retratado en la sala, el flamante jubilado corre a por una bombilla que se ha fundido en uno de los focos de la parte de atrás, allí donde tantas cosas ha visto en estos años de oficio. Ahora dedicará el retiro, curiosamen­te, “a ver cine”. Le toca sentarse en esas mullidas butacas negras y que le hagan disfrutar.

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/ NACHO IZQUIERDO

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