El PP intenta salvar el baltarismo sin Baltar
Los populares firman un pacto con Gonzalo Pérez Jácome para seguir gobernando la Diputación de Ourense
Ourense es una provincia sin apenas industria, pero con una fábrica puntera: la que produce votos para el PP. Esta potente maquinaria electoral, que ha aportado a las victorias del PP en Galicia y España porcentajes de apoyo que superan el 50%, la inventó hace más de tres décadas un maestro llamado José Luis Baltar. Él nunca ocultó que sus gestas electorales se basaban en una tupida red de favores con la Diputación Provincial como cuartel general. Su grito de guerra en los mítines era toda una confesión: “¡Si no eres del PP, jódete!”. Su legado es crucial para explicar el ecosistema político que ha alumbrado al candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo. El anuncio de su hijo Manuel esta semana de que renuncia a seguir presidiendo la Diputación, que heredó hace más de una década, ha desatado en el PP una operación de urgencia a solo un año de las autonómicas: salvar el baltarismo sin los Baltar.
La última palabra sobre si el PP pierde o no la Diputación de Ourense por primera vez la tiene Gonzalo Pérez Jácome, regidor de la capital provincial por el partido populista de derechas Democracia Ourensana. La dirección gallega de los populares selló ayer por escrito un pacto con él para garantizarse el gobierno provincial. El ya reelegido alcalde se compromete a que sus diputados no voten por ningún candidato a la presidencia que no sea el suyo, para así garantizar que salga elegido el del PP, la fuerza más votada. De esta forma, Jácome se decanta por el partido de Feijóo frente al PSOE, con el que también ha negociado. Ambas formaciones lo acusan de corrupción por unos audios que difundió la prensa local justo antes de la campaña de las municipales.
Esta historia de intrigas políticas no se despejará del todo, sin embargo, hasta la constitución de la corporación provincial de Ourense, que previsiblemente se aplazará hasta avanzado julio debido a diversas incidencias electorales. Fuentes de la dirección del PP gallego defienden el pacto con Jácome porque “no ha sido posible encontrar una solución mejor” y sostienen que “respeta la voluntad de la mayoría”. El BNG lo tacha de “indigno”: “Jácome y el PP son lo mismo, son el exponente de lo peor de la política, de la corrupción y el caciquismo”.
El partido de Feijóo se juega mucho en Ourense. La alianza del PP y el baltarismo viene de lejos y explica el dominio de la organización fundada por Manuel Fraga en Galicia, gobernada por la derecha 35 de los 42 años de autonomía. La clave para que Fraga disfrutase de cuatro legislaturas de poder absoluto en su tierra natal está en el pacto que selló en 1989 con el partido galleguista de centroderecha de José Luis Baltar: Centristas de Galicia. Ambas fuerzas se presentaron en coalición a las autonómicas que aquel año convirtieron al exministro de Franco en presidente de la Xunta. La formación de Baltar acabó integrándose en la de Fraga pero como facción interna con una fuerte capacidad de presión e intereses propios.
La Diputación de Ourense alimentó la fortaleza del PP con obras y empleos. La más reciente fiscalización, de 2021, por el Consello de Contas revela que más del 80% de sus subvenciones son a dedo, pese a que la ley establece que debe ser por concurrencia competitiva. Otro tanto ocurre con las obras: el 80% se adjudican como contratos menores y el 70% se los reparten cinco empresas.
El baltarismo es un “régimen político” que va más allá de la familia Baltar, subraya Rafael Rodríguez, líder provincial del PSOE. La “red clientelar” alrededor de la Diputación es “bestial” e incluye a empresas privadas y trabajadores públicos, afirma el socialista: “El 28-M hubo municipios en los que los apoderados e interventores del PP eran empleados municipales. Es una forma de que se sientan intimidados y familiarizados”.
Las prácticas políticas de los Baltar han sido objeto de tesis doctorales. Luis Barreiro, doctor en Sociología por la UNED, dedicó al PP de Ourense parte de la suya y también un artículo en la Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas de la Universidad de Santiago. Barreiro explica que eligió a Baltar padre como ejemplo porque “nunca escondió su forma de hacer política”. Esgrime que el hecho de que esta provincia tenga una mayoría de municipios pequeños “favorece las redes clientelares”: “El vecino tiene al alcalde a su alcance y lo puede presionar. Las ofertas programáticas e ideológicas se sustituyen por ofertas particulares y, al final, los votos se intercambian por favores”. No es una forma de funcionar exclusiva de Ourense ni del PP, añade Barreiro, aunque lo que sí es único es esa transmisión familiar que esta semana se rompió.
De esa alianza de intereses que inauguró Fraga con la familia Baltar se aprovechó Feijóo. Para desalojar a la izquierda de la Xunta, supo combinar un discurso que enmendaba a su antecesor prometiendo acabar con el “caciquismo en un día” con la permisividad hacia Baltar padre. En la reñida campaña de 2009, permitió al cacique confeso desatar su furor llamando “maricón” aun conselleiro socialista e insinuando que el candidato del BNG maltrataba a su esposa. Funcionó.
El PP volvió al poder y la dinastía orensana se propuso perpetuarse. Baltar traspasó la presidencia provincial del partido a su hijo en 2010 y, en 2012, la Diputación. “Nacer en una familia no significa que a ti no te guste la política”, justificaba Feijóo en una entrevista con este periódico cuando estaba a punto de coronar su tercera mayoría absoluta. La maquinaria electoral que parecía imbatible empezó a gripar en 2019. Por primera vez, los populares perdieron la mayoría absoluta en la provincia que siempre les otorgaba el mando de la Diputación de manera automática. Solo habían pasado siete años desde que el patriarca había abandonado el palacio provincial. “El hijo no es el padre”, repiten en privado cargos y militantes del PP.
“Está poco por Ourense”
El malestar interno con la gestión del hijo ha ido creciendo. Mientras que el padre estaba siempre al pie del cañón, a Manuel Baltar se le recriminan sus ausencias. “Está poco por Ourense”, insisten fuentes del PP, y sus alcaldes se han sentido desamparados. Tampoco los escándalos de uno y otro tienen el mismo efecto entre sus adeptos. Los problemas judiciales del patriarca los provocaron los enchufes a fieles, mientras que los del hijo tienen origen en su vida personal, con excesos al volante pendientes de juicio o acusaciones de acoso sexual que fueron archivadas. La periodista Cristina Huete, que ha informado sobre la familia durante tres décadas, desde 2006 para EL PAÍS, asegura que Baltar hijo secundó las prácticas de su padre sin éxito: “Sin carisma, usó la institución provincial como un juguete que acabó destrozando. El negocio paterno le aburría y lo estrujó hasta romperlo”.
El líder del PP gallego, Alfonso Rueda, respaldó sin fisuras a Baltar hasta el 28-M y esta semana le ha dado la puntilla. Primero le dejó comunicar que renunciaba a presidir la Diputación, pero manteniendo el mando del partido. Unas horas después, fue el presidente de la Xunta quien anunció que el político orensano soltará también las riendas orgánicas en cuanto se convoque un congreso que no será inmediato. Entre los populares de Ourense se ha extendido la hipótesis de que, para compensarle, se le reservará un puesto en las listas europeas. Con la marcha del heredero del baltarismo, queda en el aire su último gran proyecto: vender la sede del palacio provincial para convertirla en un spa de lujo.
“El negocio paterno le aburría y lo estrujó hasta romperlo”, dice Cristina Huete
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