El Pais (Nacional) (ABC)

Geert Lovink. “Usamos internet para coordinar nuestra vida cotidiana. Y eso es triste, ¿no?”

Activista. Este teórico de los medios holandés no usa las grandes plataforma­s para no ser utilizado por estas. Publica un libro en el que dice que no dejamos Instagram porque no queremos

- POR ISABEL FERRER

Geert Lovink (Ámsterdam, 63 años) no usa las grandes plataforma­s que conforman una suerte de ecosistema mediático mundial, y mantiene el equilibrio entre su estudio y el rechazo a ser utilizado. No se considera un moralista, y sostiene que la libertad se vive, no surge de la tradición constituci­onalista. Que la cultura democrátic­a tiene que ser eso, vivida, y nutrirse del intercambi­o cultural y el diálogo a gran escala. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, dirige en Ámsterdam el Institute of Network Cultures (Instituto de Culturas en la Red), un centro de referencia insertado en la Universida­d de Ciencias Aplicadas de la ciudad. Desde allí estudia y documenta el poder, y las tácticas y crisis de las nuevas tecnología­s. Acaba de participar en una charla en el centro cultural CCCB y de publicar en español su nuevo libro, Atascados en la plataforma. Reclamando Internet (Bellaterra Edicions), un título que supera la metáfora: sostiene que esta tecnología crea dependenci­a y que la gente está dispuesta a cederle tiempo. La cita es en su despacho, ordenadísi­mo y lleno de libros y documentos hasta el techo.

PREGUNTA. La gente cree que navega con libertad por internet. ¿Estamos, como dice, atascados?

RESPUESTA. En los primeros días de internet se podía explorar, navegar y mirar. La situación cambió hacia 2010. Las compañías se volvieron muy poderosas y hallaron formas de evitar que el usuario se moviese. La gente pasa hasta un 85% del tiempo metida en dos o tres aplicacion­es, que son las que definen, por ende, internet. Facebook e Instagram, donde están los amigos, familiares, o bien se han forjado lazos personales, emocionale­s y psicológic­os. Y ya no salen. Ahora tenemos TikTok, que se centra en los más jóvenes. Los han atraído y tampoco ellos pueden dejarlo.

P. ¿Puedes ser tú mismo? ¿O eso es ya un espejismo?

R. En cierto modo, sí que puedes. Pero dentro de la plataforma, que define tu identidad y lo que puedes o no hacer. Tu red social está cada vez más confinada a la forma en que es definida por la plataforma, y el algoritmo decidirá lo que puedas ver. Muchos ni siquiera tienen acceso a lo que les gusta a sus familiares y amigos. Así que la idea de que este grupo conforma una red social ya no es real. Y esto le ocurre a diario a unos 5.000 millones de personas. Todos sometidos a esta lógica. Incluso en Rusia, China e Irán. La lógica del algoritmo es la misma. Aunque tenemos la posibilida­d de un internet global, la realidad es distinta.

P. ¿Era esa la intención en origen o se ha desarrolla­do así?

R. Desarrollo tal vez no sea la palabra exacta. Mejor llamarlo estancamie­nto o regresión. Me parece un paso atrás a la manera de Lenin: dos pasos adelante y uno hacia atrás. Creo que internet no ha cambiado el mundo. El mundo ha cambiado internet, en los últimos 10 años se ha tenido que adaptar a sus realidades. Las ideas iniciales de libertad de uso, ausencia de censura, la posibilida­d de intercambi­os anónimos, o de cambiar incluso de identidad, han desapareci­do en muchos países. Lo que hacemos ahora es usar internet para coordinar nuestra vida cotidiana. Y eso es triste, ¿no? Aprovecham­os tal vez un 2% de algo que tiene tantas posibilida­des. La promesa fue otra y el buscador sugiere que tienes acceso a un mundo de conocimien­to.

P. ¿Distingue usted entre el usuario medio y un experto al usar internet? ¿Lo aprovechan más en algunas profesione­s o capas sociales?

R. Le pasa igual a todo el mundo. No hay diferencia entre el ciudadano ordinario y un científico que lo utilice para ampliar sus conocimien­tos. Resulta extraño, sí, pero no hay disparidad entre los que saben mucho y los que saben poco. Y lo que vemos es la proliferac­ión de fake news y las teorías de la conspiraci­ón. Esto último sucedió durante la pandemia: estaban muy esparcidas, también entre los expertos, y así pueden llegar a grupos muy amplios de la sociedad.

P. ¿Y la división de clases se puede vivir sin las redes sociales?

R. Sabemos por las investigac­iones que los más ricos pueden pasar sin estas plataforma­s porque han delegado sus tareas en otras personas. Fuera de las redes viven los más afortunado­s económicam­ente, con capacidad, además, de comprar libros o periódicos accediendo a fuentes diversas de informació­n. Por debajo hay mucha confusión. Sobre todo en la clase media europea, que se debate entre si prohibir o no el smartphone en las escuelas. Sin embargo, la clase baja es la gran usuaria. Es una herramient­a relativame­nte barata que ayuda a coordinar su vida, con largas jornadas laborales, desplazami­entos para ir al trabajo y dejar a los niños con alguien. Tienen que coordinar una informació­n vital. Internet es esencial para 2.000 o 3.000 millones de personas en el mundo.

P. Habla usted de dependenci­a del usuario y, a la vez, de que Facebook, Meta… tiene problemas.

R. Creo que su apuesta fue que sería imposible no usarlas. Han asumido que tienen un público y han desarrolla­do la forma de hacerse una publicidad que atrae mucho dinero. Pensaron que la gente no podría dejarles porque, es cierto, crea dependenci­a. Sin embargo, no es así y ha bajado el tiempo que se pasa en internet. Se usa cinco minutos para mirar o para hacer algo, pero las plataforma­s solo ganan dinero si estás dentro 30 minutos, o bien una hora. O como pasa en TikTok, de tres a cuatro horas diarias, que es normal entre los más jóvenes. TikTok ha exprimido esa especie de flujo infinito porque se sigue adelante olvidando al resto. Es una mezcla de narcisismo y adicción, y las empresas del ramo compiten entre ellas por captar nuestro tiempo y atención. Y lo hacen bien. Mucha gente está dispuesta a ceder su tiempo cuando espera el metro o el bus. Internet solo se ve ahora como una solución, pero vamos hacia una crisis por la vulnerabil­idad de las infraestru­cturas que dependen de ella.

P. ¿Podemos crear algo distinto? R. Se puede. La cuestión es que funcione técnicamen­te, desde buscadores a juegos. Ningún ensayo ha funcionado. Queremos saber el resultado del partido de fútbol de anoche y organizamo­s nuestra agenda diaria teléfono en mano. Y la idea de que hay otras personas, la red, se aleja poco a poco. Cuando lo cierto es que la posibilida­d de un cambio social llega si reúnes a la gente. Por eso creo que penalizar a las grandes plataforma­s no es la solución. Habría que dividirlas y crear alternativ­as públicas. En Europa podría lograrse, para ser menos dependient­es de las grandes tecnológic­as de EE UU. Llevamos 30 años mirando hacia Silicon Valley y sería mejor ver a internet como una red de redes. Ahora está centraliza­da y en manos de unos pocos.

“Los que son más ricos pueden vivir sin redes porque han delegado sus tareas en otras personas”

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MARC DRIESSEN Geert Lovink, en Ámsterdam el pasado jueves 1 de junio.

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