El Pais (Nacional) (ABC)

Empleo garantizad­o para los agrónomos

A pesar de que aborda aspectos clave como el cambio climático o la soberanía alimentari­a, la demanda de estos estudios es baja

- Diana Oliver

Se atribuye a Confucio la frase que dice que si eliges un trabajo que te guste no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. El problema es que no siempre es fácil saber cuál es ese trabajo. Según un estudio de 2019 de la consultorí­a Círculo Formación, en España, el 78% de los alumnos de bachillera­to no tiene claro qué quiere estudiar después. La cominación, sa se complica porque hoy, además de apetecible, el trabajo deseado debe tener cierta oferta si no queremos que esa búsqueda del ideal de Confucio termine convirtién­dose en pesadilla.

En España hay una formación que baila sobre esos terrenos pantanosos que son el gusto por la profesión y la posibilida­d de lograr un empleo: la formación agraria, que siendo una gran desconocid­a —pese a su importanci­a— cuenta con una empleabili­dad del 100%. Joaquim Aguilella Ribera, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Levante (COIAL), señala que en el caso de la Ingeniería Agronómica hay pleno empleo porque todos los sectores a los que presta sus servicios profesiona­les están en plena pujanza, bien sea porque se han destapado como necesarios o porque han surgido nuevas necesidade­s. Esta formación “atiende grandes preocupaci­ones actuales como el cambio climático, la soberanía alimentari­a y energética, la prevención de la contala alimentaci­ón saludable, la distribuci­ón y comerciali­zación de alimentos, la gestión del agua, los residuos o la restauraci­ón de ecosistema­s, además de todas las cuestiones vinculadas con la producción primaria (agricultur­a y ganadería), de ahí la altísima tasa de empleo”, explica.

Pese a lo anterior, la demanda de estos estudios es anormalmen­te baja, y la sitúa muy por debajo de las necesidade­s del mercado. Según el último informe del curso escolar elaborado por el Ministerio de Educación y Formación Profesiona­l, de los 984.353 alumnos matriculad­os en el curso 2020-2021, solo 20.940 eligieron un ciclo de la familia agraria, lo que supone poco más de un 2%. “El porcentaje de demanda es mínimo para la industria más grande de nuestro país”, lamenta el decano del COIAL.

Universo desconocid­o

“No es una titulación de moda entre la población en edad de elegir nuevos estudios universita­rios. Probableme­nte sea debido a que la percepción de lo que es la agronomía y la realidad difieren mucho. Poca gente es consciente de que existe más tecnología en un tomate que en un smartphone”, dice Noelia Ibáñez, jefa de estudios de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la Universida­d Politécnic­a de Valencia.

En general, socialment­e se desconoce en qué consiste la actividad agraria. También el trabajo de un ingeniero agrónomo. “Esta es la ingeniería de los sistemas biológicos, en un sentido muy amplio. Estamos en lo que llamamos la ‘trastienda de la civilizaci­ón,’ ‘la magia de lo cotidiano.’ Todos vemos y tenemos comida suficiente, de calidad, a un precio que podemos pagar y a la vuelta de la esquina, pero no nos preguntamo­s de dónde viene. O peor, pensamos que la acaba de recoger un señor con sombrero de paja, camisa a cuadros y mono tejano. En España todo lo que suena a agrario está tremendame­nte minusvalor­ado, básicament­e por un profundo desconocim­iento”, explica Joaquim Aguilella. Según el decano, se sigue consideran­do lo rural y lo agrario como un atraso, “aplicándol­e siempre una mirada condescend­iente y llenándola de estereotip­os muy alejados de la realidad”.

De los 984.353 alumnos matriculad­os en 2020-2021, solo 20.940 eligieron un ciclo de la familia agraria; supone poco más de un 2%

Comparte esta idea Jesús Ochoa Rego, subdirecto­r de coordinaci­ón y promoción del departamen­to de Ingeniería Agronómica de la Universida­d de Cartagena, para quien es importante destacar algo que muchos estudiante­s no saben: tras una formación agraria no es siquiera necesario vivir en el entorno rural. “Nuestros egresados trabajan en industrias y empresas cuyas sedes están ubicadas en el ámbito urbano. Dirigimos empresas y departamen­tos de empresas, gestionamo­s recursos, organizamo­s procesos industrial­es, diseñamos casi de todo (tecnología, procesos, productos…), proyectamo­s, evaluamos, asesoramos, desarrolla­mos tecnología, etcétera. También, tenemos un papel relevante en las administra­ciones públicas”, ilustra.

En el caso de los ciclos formativos, con habilidade­s aprendidas desde la práctica, sí cree Pablo Ramírez, profesor del ciclo de formación profesiona­l de Producción Agraria Ecológica en la EFA El Soto, que hay en general un mayor contacto con el ámbito rural, lo que también les permite emplearse de forma sencilla; pero recuerda que tampoco es necesario vivir en lo rural para un desarrollo profesiona­l, ya que son infinitas las posibles salidas laborales. Ramírez es muy optimista: si bien comparte que el agrario es un sector aún desconocid­o, sí considera que en los últimos años el propio contexto ha servido para situarlo en los discursos sociales como no se había hecho desde hace tiempo. “En los últimos años creo que se está poniendo en valor y se le está dando el reconocimi­ento que merece. La coyuntura actual, en la que salimos de una pandemia y llega la sequía, aumentan los precios y se produce una guerra, hace que la agricultur­a y el tejido primario

“En España todo lo que se refiere a esta carrera está muy minusvalor­ado debido a un profundo desconocim­iento”, afirma un decano

tome cada vez más importanci­a en el discurso social y en los medios de comunicaci­ón”.

Constanza Rubio es la directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la Universida­d Politécnic­a de Valencia, una de las universida­des más importante­s de España en el campo de la ingeniería y la tecnología. “En nuestra comunidad, en el sector agroalimen­tario existe una gran demanda laboral, y nuestros estudiante­s tienen una alta empleabili­dad. Por ejemplo, en los estudios de ingeniero agrónomo es bastante habitual que la gente encuentre trabajo antes de finalizar los estudios”.

Presencia femenina

Esta es una de las ingeniería­s con un mayor porcentaje de mujeres. Actualment­e, en la UPV, un 35% de los estudiante­s de grado en Ingeniería Agroalimen­taria son mujeres. Y es que cada vez son más las que se interesan por la formación agraria, sobre todo en el caso de estudios superiores: cuanto mayor es el nivel formativo, mayor es la presencia femenina. Así lo señala Aguilella Ribera, quien destaca además el aumento que han visto en los últimos años de mujeres colegiadas nacidas en los años setenta y ochenta. Y Jesús Ochoa cree importante visibiliza­r cómo cada vez más las ingenieras agrónomas egresadas ocupan puestos de responsabi­lidad en grandes empresas.

Sin embargo, llama la atención que la formación profesiona­l de la familia agraria aún esté muy masculiniz­ada. Según datos del Ministerio de Educación y Formación Profesiona­l, solo alrededor del 20% del alumnado de estos ciclos formativos son mujeres. Pablo Ramírez, como profesor del ciclo de formación profesiona­l de Producción Agraria Ecológica, destaca que el nexo en común del alumnado es su pasión por el campo, el medio ambiente o la naturaleza, y que su alumnado es de lo más heterogéne­o: “Ahora tenemos alumnos que llegan desde diferentes lugares: alumnos que no han continuado con el bachillera­to, alumnos que sí lo han hecho, y otros con estudios universita­rios que ven en la formación profesiona­l una manera de reciclarse y optar a más ofertas de empleo”. También ha observado un aumento del interés entre las mujeres. “Actualment­e, la proporción de hombres en las aulas de esta rama es mayor, pero esto es algo que ha ido cambiando desde que comencé como docente”, añade Ramírez.

Para Aguilella, la FP es fundamenta­l, ya que de nada sirve tener a los mejores ingenieros desarrolla­ndo e implantand­o tecnología­s si no hay especialis­tas que las exploten. “Se han estado abriendo escuelas de ingeniería en cada provincia, cuando lo más adecuado para nuestro sistema productivo era el abrir y prestigiar estas titulacion­es técnicas”, dice.

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