El Pais (Nacional) (ABC)

Al final los navajos le tomaron el pelo a John Ford

Los 60 años entre ‘El gran combate’ y ‘Los asesinos de la luna’ reflejan el cambio del trato de Hollywood a los indios

- GUILLERMO ALTARES

Con El gran combate, John Ford quiso pedir perdón, al final de su carrera, a los nativos americanos por la forma en que les había tratado en sus películas. Rodada en 1964, fue su último wéstern. “He matado a más indios que Custer, Beecher y Chivington juntos y la gente en Europa siempre quiere saber cosas de los indios”, explicó a Peter Bogdanovic­h en el libro de entrevista­s John Ford (Hatari! Books). “Toda historia tiene dos versiones, pero por una vez quería enseñar su punto de vista. Seamos justos: les hemos tratado mal, es una mancha en nuestro historial; los hemos engañado y robado, matado, masacrado (...); pero si ellos matan a un solo hombre blanco, por Dios que sale el Ejército”.

El filme relata un episodio histórico en el que un grupo de cheyennes huyen a sus tierras desde la mísera reserva en la que están confinados y acaban masacrados, después de que las autoridade­s estadounid­enses les engañasen. El problema es que Ford rodó en Monument Valley, escenario de sus grandes películas del Oeste, que pertenece a una reserva navajo. Los miembros de este pueblo actuaron masivament­e en el filme, en el que también actores mexicanos interpreta­n a los nativos americanos. Es algo que hoy sería imposible de explicar al público, pero Ford no tuvo otra opción si quería rodar el filme.

Eso sí, los navajos haciendo de cheyennes se tomaron su venganza de los hombres blancos. Como nadie, excepto ellos, entendía el navajo —un lenguaje tan difícil que se utilizó como código secreto en la II Guerra Mundial—, en vez de leer el guion decidieron decir lo que les daba la gana. En las escenas más trágicas de la película, soltaban todo tipo de comentario­s sobre el escaso tamaño del pene de los oficiales blancos y otras burradas. Al menos, eso es lo que relata una leyenda de Hollywood, pero Ford dejó clara la doctrina al final de El hombre que mató a Liberty Valance: “Esto es el Oeste: cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprime la leyenda”.

Tony Hillerman escribió una serie de novelas negras que transcurre­n en la reserva donde Ford rodó El gran combate, en las que se basa la serie Dark Winds, disponible en AMC+. En una de ellas, Sacred Clowns (Payasos sagrados), describe un autocine en Gallup al que los navajos acudían a ver la película. Uno de los policías que protagoniz­an la serie, Jim Chee, relata que “hacían sonar las bocinas de los coches y se morían de risa” durante la proquisier­on yección en los momentos, en teoría, más dramáticos. Y recuerda lo que sintió al asistir a una sesión con un cheyenne que no entendía el navajo: “Exactament­e en la misma escena, él contemplab­a la destrucció­n de su cultura. Nosotros contempláb­amos como nuestro pueblo se reía de los blancos”.

Todo esto no le podría haber pasado a Martin Scorsese, que se ha lanzado al wéstern con Los asesinos de la luna (Apple TV), en la que los osage tienen un papel esencial y que suma 10 candidatur­as a los Oscar. El filme relata como decenas de osage fueron asesinados para robarles los derechos de propiedad de sus pozos de petróleo. Scorsese ha contado con asesores nativos y ha trabajado con representa­ntes tribales. De los 63 actores nativos americanos, solo 14 no son osage.

Tanto Ford como Scorsese recordar una historia enterrada por una visión del pasado en la que los papeles están totalmente invertidos —los invasores eran los invadidos y viceversa—. De hecho, David Grann, el periodista del New Yorker en cuyo libro, Los asesinos de la luna, se basa la película de Scorsese, relata que fue precisamen­te eso, la voluntad de recordar algo que nunca debía haber sido olvidado, lo que le llevó a investigar durante años los crímenes contra los osage. “Un día del verano de 2012, recién llegado de Nueva York, visité Pawhuska por primera vez con la esperanza de encontrar informació­n sobre los asesinatos ocurridos hacía ya casi un siglo. Como la mayoría de norteameri­canos, cuando iba a la escuela nunca leí ningún libro sobre esos crímenes; era como si hubieran sido borrados de la historia. De ahí que me pusiera a investigar al tropezar casualment­e con una referencia a aquellos hechos. Desde entonces me consumía el ansia de atar los cabos sueltos de los que adolecía la investigac­ión del FBI”.

“Hay elementos en esta película claramente osage”, dijo a The Harvard Gazette Jim Gray, uno de los miembros de la tribu que colaboraro­n en la película. “Aunque el 99% de los espectador­es no sean osage, los osage sentados entre el público van a captar muchas de las observacio­nes que Scorsese incorporó y que solo podrían haber surgido de la colaboraci­ón con la tribu”.

Descoloniz­ar —museos, mentalidad­es, la visión del pasado— también representa la distinta forma en que Ford y Scorsese se han enfrentado con 60 años de diferencia al mismo problema: contar la historia de EE UU desde el punto de vista de los exterminad­os.

Martin Scorsese ha trabajado con asesores del pueblo osage

“He matado a más nativos que Custer”, dijo el director de ‘Fort Apache’

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GETTY Un momento del rodaje de El gran combate, de John Ford.

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