El Pais (Nacional) (ABC)

Un matrimonio separado y reunido por la enfermedad

Una familia sevillana lucha para que los padres, dependient­es, puedan retomar su vida juntos en una residencia

- EVA SAIZ

José Vicente Cobo no dudó en abandonar su trabajo como profesor de Matemática­s en un colegio de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) cuando su mujer, Maribel Vidal, se desplomó en su casa. Le detectaron un tumor cerebral que, tras serle extirpado, le robó toda la capacidad para moverse o comer. “Apenas se levantaba de la cama”, cuenta su hija Reyes. Desde ese momento, hace 20 años, él se convirtió en su sombra, su acompañant­e y compañero para todo. Desde 2022 ella está en una residencia a la que él ha ido a visitarla diariament­e, hasta que hace mes y medio sufrió un ictus, que le ha dejado medio cuerpo inmóvil.

Una enfermedad los unió y parecía que otra iba a separarlos, pero la llamada desesperad­a de su hija, a través de las redes sociales, de las que se ha hecho eco este diario, para reclamar mayor celeridad para que ambos pudieran reenlazar sus vidas en el mismo centro de mayores en el que vive su madre, ha hecho reaccionar a la Junta de Andalucía. La Consejería de Inclusión se ha puesto en contacto con Reyes tras conocer su caso para asesorarla en los pasos a seguir para la reunificac­ión familiar que, explican las fuentes consultada­s, no había tramitado bien. “El ingreso en una residencia es sucesivo o simultáneo para el caso de personas mayores que sean cónyuges o parejas de hecho si lo solicitan y basta solo con que el familiar que está en la residencia tenga la valoración de dependenci­a. En el caso de Reyes no es necesario que se valore a su padre”, explican las fuentes consultada­s.

El trámite se agiliza considerab­lemente, de este modo, porque la media para conseguir la valoración y el ingreso en una residencia en Andalucía, como explica Martín Durán, presidente de la Federación de Organizaci­ones Andaluzas de Mayores (FOAM,) es de 561 días, de acuerdo con los datos de enero publicados en el Imserso. “Mañana por la mañana una trabajador­a social me ayudará a rellenar los papeles”, explica Reyes que le han dicho en la consejería. Ella despeja así la angustia de pensar que su padre iba a sufrir todo el calor del verano sevillano en el piso de 50 metros cuadrados que Reyes comparte con su hermano, que sufre una discapacid­ad del 72%. “Me lo he tenido que traer aquí sin medios, con una cama articulada de segunda mano y una grúa de alquiler”, detalla.

Además, también conseguirá la calma de saber que sus padres volverán a estar juntos. “Lo dejó todo para cuidarla a ella”, relata Reyes. Fue hace tres años, cuando José Vicente, que entonces tenía 68, constató que empezaban a fallarle las fuerzas para dispensarl­e a su mujer toda la atención que requería, y decidieron buscarle una residencia. No fue fácil porque en todo este tiempo ella había generado tal necesidad de sus cuidados que se autolesion­aba o dejaba de comer, “asustada porque no sabía dónde estaba mi padre”, explica Reyes. “Ella tiene atención psiquiátri­ca por esa dependenci­a emocional”, abunda. Después de probar en varias, recalaron desde hace dos años en un centro de mayores en Alcalá de Guadaíra con todas las prestacion­es que necesita Maribel, a la que José Vicente iba a visitar cada día.

Hasta que hace un mes y medio sufrió un ictus del que acaba de recibir el alta hace apenas una semana y que le ha dejado graves secuelas. “Habla de forma incoherent­e, tiene la parte derecha del cuerpo paralizado y ha perdiliar, do el 50% de su visión”, explica su hija. Esta situación ha puesto patas arriba la frágil estabilida­d que sobrelleva­ba Reyes, de 40 años, desde que, cuando decidieron ingresar a su madre en el centro de mayores, abandonó la casa famien la que también ayudaba en el cuidado de Maribel y en el de su hermano.

Entonces su padre se mudó solo a otra vivienda más pequeña de alquiler, en Alcalá de Guadaíra, y ella se fue con su hermano al piso de 50 metros cuadrados en Los Pajaritos, una de las barriadas más pobres de Sevilla y de España. Reyes trabajaba a media jornada para poder cuidar de su hermano, pero el ictus de su padre la ha obligado a dejar su empleo como auxiliar de danza en una escuela de baile.

La esperanza que después de días de angustia acaba de instalarse en el corazón de Reyes solo se ve ensombreci­da por la estrecha situación económica en la que acaba de sumirse. En los últimos años, José Vicente había gastado más de lo que había podido ir ahorrando y recabando, a cuenta de adelantos de su pensión o de préstamos, en la residencia de su mujer y en el alquiler de su casa. Unas deudas que ascienden a 20.000 euros y que él siempre mantuvo en silencio. “Pensaba que podríamos ir tirando, pero es imposible”, explica su hija. Sin trabajo, lo que llega a la casa es la pensión no contributi­va de su madre de unos 500 euros y alrededor de 400 euros de prestación por dependenci­a de su hermano.

Desde que es mayor de edad, ella no ha dejado de atender a alguien de su familia. “Me llaman la cuidadora”, dice con una sorna plagada de resignació­n. “Si con solo con salir a tirar la basura y que me dé el sol me harto de llorar”, cuenta. Por eso decidió colgar unos vídeos en sus redes sociales para reclamar ayuda económica para tratar de saldar la deuda de su padre y asumir el coste de los medicament­os que no entran por el seguro, y el alquiler de la grúa para manejar a su padre y pedir que el proceso de reunificac­ión se haga con carácter urgente. “Si no hubiera hecho el vídeo, no sé qué habría hecho”, cuenta. “Ahora, a ver cómo pago la deuda”, cuenta, aunque el alivio en su voz supera a la incertidum­bre.

La Consejería de Inclusión se ha puesto en contacto con la hija

José Vicente dejó su trabajo de profesor por dedicarse a cuidar a Maribel

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José Vicente y Maribel, en una imagen de la familia en 2021.

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