El Pais (Nacional) (ABC)

Mbappé desarbola a la Real

Dos goles del astro francés, que sembró el pánico en la defensa donostiarr­a, dan el pase a los cuartos de final al Paris Saint-Germain después de un partido en el que fue superior

- JON RIVAS

Kylian Mbappé destrozó solo, o en compañía de otros, a la Real Sociedad, que en el partido de vuelta no tuvo ni media opción de girar 180 grados la eliminator­ia como pretendía Imanol. Ni siquiera el récord de asistencia y una grada volcada desde el principio amedrentar­on a la estrella parisina y a un grupo de secundario­s de lujo que le acompañaro­n y crearon, con su superiorid­ad, el ambiente adecuado para el futbolista más cotizado del planeta.

La Real Sociedad quiso tirar de épica, pero se encontró a Mbappé, que no ha leído la canción de Roldan, pero ni falta que le hace. “Los vascos suben a la cima de las montañas más altas”, rezaba –en el original en latín–, la gigantesca pancarta desplegada en las gradas del Reale Arena, reproducie­ndo la frase inscrita en el monumento a la batalla de Roncesvall­es, en la que los vascones derrotaron a las tropas de Carlomagno. Mala la hubisteis, franceses, cantaban los juglares, que eran los periodista­s de la Edad Media. Los actuales se rinden a Mbappé en los partidos de fútbol, que son batallas incruentas, y ante la estrella del PSG, poco hay que decir cuando tiene un buen día; aunque apenas aparezca en los momentos señalados, que ayer fueron unos cuantos.

Quería la Real jugar con paciencia, porque como decía su entrenador, lo mismo valía un gol en el minuto uno, que en el 70, pero empezó a perderla cuando el 7 parisino recibió el primer balón en la banda derecha en la que gobierna. Se lo puso Lucas Hernández y sembró el pánico en la zaga donostiarr­a, aunque el disparo le salió fuera. El PSG jugaba a hipnotizar a los donostiarr­as. Moviendo la pelota cerca de su área, los atraía hacia su campo, y esperaba a que se abrieran los claros en el suyo. Así corría Mbappé, reculaba Zubeldia y temblaba Anoeta. No habían pasado 10 minutos cuando Kylian hizo otra de las suyas. Llegó a la línea de fondo y le regaló el pase a Barcola, que a dos metros de la portería disparó para que Remiro, casi sin querer, metiera la pierna y salvara la ocasión.

Pero a la siguiente no perdonó. Recibió en el fondo, junto al vértice del área. Zubeldia tapaba. El francés hizo dos amagos y, tras el segundo, ya con ángulo para el disparo, no se lo pensó y cruzó la pelota para ensanchar la distancia en la eliminator­ia. La sensación que daba el juego era de que el partido estaba ya amortizado porque, por momentos, y a pesar del empeño que ponía la Real, la superiorid­ad parisina resultaba evidente. Y la del astro francés, todavía más.

Mbappé tuvo otra, tras darse la vuelta y disparar, para que Remiro desviara a córner, antes de tomarse un respiro. El partido era Kylian, así que cuando se ausentaba un rato, decaía el espectácul­o. En el otro bando fue Kubo el único que hizo algo de interés con un disparo duro que se le marchó desviado. El medio campo donostiarr­a no tuvo su día. Merino y Zubeldia flojearon más de la cuenta y no pudieron parar los movimiento­s tectónicos que provocaba el juego de su rival.

Así que cuando comenzó la segunda parte, la atención se centraba en qué propondría su majestad Mbappé en el tiempo que restaba, y la duda se despejó enseguida, cuando, como siempre pegado a la banda, paciente para no caer en fuera de juego, esperó la asistencia vertical de KangIn para plantarse en solitario ante Remiro. Esta vez, la genialidad no consistió en la carrera que se pegó para entrar solo al área, que se le supone esa cualidad, sino en amagar con el cuerpo como si fuera a disparar al palo largo, para finalmente hacerlo al corto y marcar el segundo. Eso ya era definitivo, nada tenía más que contestar el equipo de casa, agotadas sus posibilida­des de respuesta a un marcador tan contundent­e.

Después apretó la Real, más por orgullo que por alimentar la esperanza de remontar lo imposible, pero no consiguió que sus acometidas tuvieran fruto hasta el minuto 89, cuando Mikel Merino remató con rabia un balón que le había caído a los pies en el punto de penalti. Antes, Mbappé había sembrado el pánico en un par de correrías más por su lado, aunque estuvo bien tapado entonces. Pero dejó claro que, si finalmente recala en España, salvo que lo remedie el dueño del PSG, alguna maniobra inesperada de su madre, o la apelación al patriotism­o de Sarkozy, que estuvo en el palco de Anoeta, se convertirá en la atracción indiscutib­le de LaLiga. Ayer, en territorio nacional volvió a dar argumentos para su contrataci­ón.

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DAVID RAMOS (GETTY) Mbappé marca su segundo gol ante la Real Sociedad.

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