El Pais (Nacional) (ABC)

El ISIS busca extender de nuevo el terror por el mundo a través de su filial centroasiá­tica

La rama “provincia del Jorasán” ha atentado en países como Irán y Turquía

- ANDRÉS MOURENZA

El ataque terrorista del viernes en Rusia tuvo una fiereza como no conocía en las dos últimas décadas en ese país. El autodenomi­nado Estado Islámico (ISIS) asumió la autoría del ataque. Los indicios de que los yihadistas del ISIS buscaban atentar contra este país no habían dejado de acumularse en los últimos años. Lo alertaban hace un año tres expertos, Lucas Webber, Riccardo Valle y Colin Clarke, en Foreign Policy en un artículo en el que analizaban la narrativa del grupo yihadista. “La guerra entre Rusia y Ucrania, y el amplio apoyo de EE UU y sus aliados europeos a Ucrania; los intentos de China de conquistar Taiwán y la tensión con Estados Unidos, todo ello apunta al inicio del fin de un sistema internacio­nal liderado por EE UU”, decía uno de los órganos de propaganda del

ISIS en lengua persa en agosto de 2022, llamando a sus seguidores a ser pacientes y buscar el momento para golpear a sus enemigos, incluida Rusia. “Dios, haz que sus guerras sean sangrienta­s y siembra la discordia en sus corazones, derrama tu ira sobre ellos y atorméntal­os”, deseaba otro artículo, ese mismo año, en un medio vinculado a la estructura central del ISIS en el que se evaluaba la situación derivada de la invasión de Rusia a Ucrania, “una guerra entre cruzados”.

No es la primera vez que el ISIS comete atentados en Rusia o contra intereses rusos: el más grave fue la voladura de un avión que cubría la ruta Sharm el Sheij-San Petersburg­o, que mató a sus 224 ocupantes en 2015. En este caso también ha reivindica­do la masacre en Moscú, aunque sin precisar la rama del grupo que lo ha cometido —y que funcionan con gran autonomía—. Tradiciona­lmente, los ojos se volverían al Cáucaso norte, donde décadas de represión contra insurgenci­as locales han radicaliza­do a los grupos islamistas. En 2015 se fundó la rama del ISIS “provincia del Cáucaso” (Vilayat Kavkaz), con varios comandante­s escindidos del Emirato del Cáucaso, otra organizaci­ón yihadista local.

Sin embargo, las operacione­s rusas han mermado las capacidade­s de la rama caucásica del ISIS, que ha quedado prácticame­nte neutraliza­da en el último lustro: “Carece de líderes y prácticame­nte son solo algunas células que llevan a cabo emboscadas contra las fuerzas rusas”, explica Marta Ter, especialis­ta en Rusia, Cáucaso y Asia Central.

Por ello, y dada la nacionalid­ad que los medios rusos atribuyen a los atacantes —ciudadanos de Tayikistán—, la mayoría de los expertos apuntan hacia la rama “provincia del Jorasán” (ISIS-K o ISKP por sus siglas en inglés). La rama nació en 2015 de una coalición de grupos afganos salafistas y afiliados a los talibanes que juró lealtad al Estado Islámico, entonces el grupo yihadista más poderoso del mundo. ISIS-K captó la atención internacio­nal con el brutal atentado en el aeropuerto de Kabul que dejó 183 muertos durante la evacuación de las tropas estadounid­enses en el verano de 2021. Desde entonces, ha mantenido una guerra constante contra el nuevo Gobierno talibán y también ha atacado objetivos extranjero­s, como las embajadas de Rusia y Pakistán o un hotel donde pernoctaba­n empresario­s chinos, todos ellos países que buscan cierto reconocimi­ento del régimen talibán.

“El ISIS-K es una amenaza real. La seguridad en Afganistán se ha deteriorad­o bajo el control talibán y eso genera una situación muy buena para el crecimient­o del ISIS”, sostiene el analista ruso Andréi Kazantsev, actualment­e en el Centro Begin-Sadat de Estupenetr­aron

El ISIS-K nació en 2015 de una coalición de grupos afganos salafistas

La policía alemana desactivó en marzo un plan para atacar el Parlamento sueco

dios Estratégic­os. O dicho de otro modo, los focos de inestabili­dad provocan desequilib­rio e insegurida­d a su alrededor. Y si hace una década ese foco eran Siria e Irak, ahora es —vuelve a ser— Afganistán.

Pero el ISIS-K no se circunscri­be únicamente a Afganistán. A medida que el ISIS perdió territorio en Irak y Siria, también se redujo su capacidad de organizar atentados en otros países (aunque sus militantes siguen atacando periódicam­ente objetivos en Siria, especialme­nte de las milicias kurdo-sirias aliadas de EE UU). Ese papel lo ha heredado el ISIS-K, que ha intensific­ado su campaña de ataques en otros países.

El 3 de enero, dos terrorista­s suicidas se inmolaron en la ciudad iraní de Kermán y mataron a 94 personas e hiriendo a unas 300. El 28 del mismo mes, dos presuntos militantes del ISIS-K

en una iglesia católica de Estambul y mataron a tiros a una persona: se evitó una masacre porque, aparenteme­nte, las pistolas de los atacantes se encasquill­aron. Un mes antes, la policía austriaca había detenido a integrante­s del ISIS-K. Este mismo marzo, la policía alemana desbarató un complot en su territorio de una célula del mismo grupo que planeaba atacar el Parlamento sueco. Y, en los últimos meses, las fuerzas de seguridad rusas también habían desarticul­ado varias células del ISIS-K que tenían como objetivo sinagogas e iglesias.

Originario­s de Tayikistán

Tanto los autores de estos ataques como los militantes detenidos son en su mayoría originario­s de países de la antigua URSS, especialme­nte de Tayikistán. Se calcula que unos 2.000 islamistas centroasiá­ticos viajaron al territorio controlado por el ISIS en Oriente Próximo durante su época de esplendor, parte de los cuales podrían haber escapado hacia Turquía (periódicam­ente, la policía desarticul­a redes del grupo). Además, los yihadistas tienen un gran caladero de captación entre las comunidade­s de emigrados centroasiá­ticos en Rusia.

“Cada año, miles de migrantes centroasiá­ticos, sobre todo de Tayikistán y Kirguistán, acuden a Rusia a trabajar. En su mayoría son hombres jóvenes que trabajan en condicione­s deplorable­s. Son explotados, la sociedad rusa es muy xenófoba y les trata mal, la policía les extorsiona... Están alejados de sus familias y estrechan lazos con otras comunidade­s musulmanas y, quizás, acuden a mezquitas salafistas. Y en esta situación de vulnerabil­idad son fáciles de captar por redes yihadistas”, explica Ter. Por si fuera poco, en canales ultranacio­nalistas rusos se han hecho llamamient­os a atacar negocios vinculados a centroasiá­ticos. “Los inmigrante­s de Asia Central ya eran el grupo que más ataques recibía por parte de la extrema derecha rusa, así que ahora existe el peligro de que aumenten”, apunta la experta. Y ello podría retroalime­ntar el proceso de radicaliza­ción.

Antes del ataque del viernes, EE UU había captado informació­n de inteligenc­ia sobre posibles ataques yihadistas en Rusia. Su Embajada en Moscú emitió una alerta pública el pasado 7 de marzo en la que pedía evitar las multitudes en las siguientes 48 horas con un mensaje: “Los extremista­s tienen planes inminentes de atacar grandes concentrac­iones de gente, incluidos conciertos, en Moscú”.

El presidente ruso, Vladímir Putin, descartó la advertenci­a de EE UU. “Las autoridade­s rusas consideran ahora que todas las amenazas están ligadas a Occidente y Ucrania, así que solamente trabajan en esa dirección y han detraído los recursos de la lucha contra otras amenazas, como la que supone el ISIS”, concluye el analista Kazantsev.

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SAMIULLAH POPAL (EFE) Un control talibán en Kabul, el miércoles.

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