En las últimas semanas al menos 23 pequeños han muerto en el enclave “Los niños notan que sus padres ya no pueden protegerlos”
James Elder, portavoz de Unicef, alerta desde la Franja del deterioro vertiginoso de la situación humanitaria
Un niño sucio y despeinado, que no llega a los 10 años, recoge a puñados pasta y alubias mezcladas con tierra, polvo y restos de plástico, en un campo cercano a la ciudad de Gaza, tras el paso de uno de los aviones que lanza alimentos sobre la Franja. Hay paquetes que llegan enteros al suelo y otros que explotan al contacto con la tierra y su contenido termina esparcido. Concentrado y ajeno al barullo que le rodea, el pequeño mete rápidamente el botín en su mochila harapienta del colegio, al que no puede ir desde hace cinco meses, y corre hacia el lugar donde está refugiada su familia. Varios vídeos grabados por periodistas locales muestran desde hace días este tipo de imágenes, reflejo claro de la miseria y del hambre, de las tareas improbables que los niños están asumiendo y de los riesgos que corren cada día para comer.
“Están demacrados, flacos, asustados y muy cansados. Y se están muriendo de hambre, de deshidratación y de enfermedades como diarreas”, resume en una entrevista telefónica con este diario James Elder, portavoz de Unicef, que se encuentra en Gaza. No es la primera vez que entra en la Franja desde octubre, cuando comenzaron los bombardeos israelíes, pero la destrucción física y el deterioro de las condiciones de vida de la gente, sobre todo de los niños, que está percibiendo en estos días le han dejado “abrumado por un terrible sentimiento de pérdida”.
“Llevo 20 años trabajando en la ONU y no he visto semejante nivel de destrucción en ningún lado. La profundidad del horror que se vive en Gaza sobrepasa nuestra capacidad para describirlo”, asegura el portavoz. “En estos días he visto las lágrimas de madres exhaustas y desesperadas, que te agarran la mano y te dicen que no tienen cómo dar comida a sus hijos. Terminas llorando con ellas”, agrega.
Y por encima de todo, subraya el portavoz, está el desamparo de los pequeños. “Cuando un niño o una niña se dan cuenta de que sus padres ya no pueden protegerlos de las bombas y del hambre, algo muy profundo se rompe dentro de ellos. Eso es lo que está pasando en las familias de Gaza y se lee en la mirada de los niños”, describe Elder, desde Rafah, en el sur de este territorio palestino, al que no se permite la entrada de periodistas extranjeros.
Unicef considera que todos los hogares de Gaza están saltándose comidas diariamente y que los adultos reducen sus raciones para que los niños y niñas puedan comer. En el norte de la Franja, la desnutrición aguda se ha duplicado en un mes y a afecta a uno de cada tres pequeños menores de dos años. En Rafah, por donde entra la escasa ayuda humanitaria que recibe Gaza, este porcentaje baja al 10%, según datos de esta agencia de la ONU, que calcula que al menos 23 niños y niñas en Gaza murieron debido a desnutrición y deshidratación en las últimas semanas. Cifras del Ministerio de la Salud en Gaza, controlado por Hamás, elevan este trágico balance a más de 30 niños.
“En el norte de la Franja, las escenas son desgarradoras. En el hospital que pudimos visitar el jueves, Kamal Adwan, hay casos gravísimos de niños desnutridos que no sabemos realmente si estarán todavía ahí mañana. Las madres y las abuelas no se separan de su lado y no dejan de llorar. Las incubadoras están llenas de bebés y hay madres dando a luz de manera prematura debido al estrés de la guerra. Es desesperante”, cita. Según las últimas cifras de la ONU, solo 12 de los 36 hospitales de Gaza están funcionando parcialmente.
El pasado lunes, la última Clasificación Integrada de las Fases (CIF, en español, IPC, en inglés), una herramienta independiente y mundialmente reconocida que mide la seguridad alimentaria y la nutrición y en la que participan varias organizaciones de la ONU, entre ellas Unicef, alertó de que el 50% de los 2,2 millones de habitantes de Gaza se enfrenta a una falta extrema de acceso a los alimentos.
El análisis concluyó que la hambruna en el norte del territorio es “inminente” y llegará de aquí a mayo si nada cambia, aunque hay datos que indican que podría estar ya produciéndose. “Hablar de hambruna, ahora o dentro de algunas semanas, tal vez tenga sentido desde un punto de vista político, pero para los niños de Gaza no existe la menor diferencia. Aquí la gente está muriendo de hambre, los niños se están muriendo de hambre, y esto se debe a decisiones de quienes ostentan
Uno de cada tres menores de dos años sufre desnutrición aguda en el norte
el poder”, denuncia Elder. El inconfundible ruido de fondo de los drones israelíes no desaparece en ningún momento de la entrevista. “Es así día y noche. Es una tortura también para los niños, que saben que esos drones los pueden matar en cualquier momento”, dice.
El experimentado portavoz, que acaba de estar en Sudán, devastado por el conflicto, y donde alrededor del 40% de la población, es decir, 19 millones de personas, se enfrenta ya a un hambre aguda, se niega a comparar tragedias. Pero insiste en que Gaza es un caso sin precedentes. “En términos de porcentaje de la población que pasa hambre y del periodo de tiempo tan corto en que esto ha sucedido, es algo nunca visto desde que comenzaron a hacerse los estudios de la CIF hace 20 años. Además, en este caso, centenares de camiones llenos de alimentos, medicinas y productos de primera necesidad están a 10 kilómetros de donde estoy yo ahora”, al otro lado de la frontera, en el lado egipcio del paso de Rafah, recalca.
La mitad de la población de la Franja es menor de edad. Estos niños no tienen acceso a suplementos alimenticios ni en muchos casos a una atención médica básica. Ana Islas Ramos, experta en nutrición de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que también participa en la clasificación de la inseguridad alimentaria publicada esta semana, explica que cuando un adulto se encuentra en una situación de inanición, cuando no tiene nada que comer, puede sobrevivir unos 70 días, pero los niños son más vulnerables por estar en pleno crecimiento, y “llegan a fases de desnutrición graves mucho antes”. “Depende de sus reservas anteriores, pero en dos o tres semanas ya llegan a una desnutrición grave”, calcula, en una entrevista con este diario.