El Pais (Nacional) (ABC)

Todo falló y la violencia machista devoró a las hijas de Alina

La falta de coordinaci­ón entre institucio­nes y la vulnerabil­idad de una maltratada posibilitó que el padre asesinara a las niñas en Almería para destruir a la madre

- JAVIER ARROYO ISABEL VALDÉS

El teléfono sonaba dentro de la casa. Alina Florentina y el hermano de su expareja lo escuchaban desde la puerta de un cortijo insalubre rodeado de la nada en la pedanía de Las Alcubillas, muy cerca del desierto de Tabernas, en Almería. Eran más de las 22.00 del pasado domingo y ella llevaba horas esperando que el padre de sus dos hijas fuera a llevársela­s. Pero Cristian Iona no descolgaba el teléfono, no abría la puerta. Lo hicieron ellos de una patada. Dentro de esa construcci­ón medio ruinosa, Alina encontró a sus niñas. Llevaban muertas más de 12 horas, desde las 9.30 de esa mañana, tenían dos y cuatro años. También a su expareja, que agonizaba. Llamaron a Emergencia­s, que envió a la Guardia Civil y a una ambulancia, pero no fue posible reanimarlo. Cristian había asesinado a sus hijas envenenánd­olas con un pesticida y se había suicidado.

Cristian también había maltratado y amenazado a Alina, que tiene ahora 24 años, cuando aún estaban juntos; tenía una orden de alejamient­o de ella en vigor por malos tratos y amenazas desde hacía dos años; tenía el juicio por esa denuncia el próximo 10 de abril; y tenía también un régimen de visitas con sus hijas aprobado por un juzgado, aunque modificado en varias ocasiones por los progenitor­es, de lo que no siempre informaban a la justicia. Antes de que el domingo las asesinara —son cuatro los crímenes por violencia vicaria machista en lo que va de año, 54 desde que hay estadístic­a, en 2013—, habían sucedido muchas otras cosas.

No se sabe cuándo Alina llegó a España desde Rumania, pero Antonia Contreras, alcaldesa de Gérgal, en Almería, cuenta que llegó a su pueblo a final de 2019 o principios de 2020, con Cristian Iona y con Larisa, la mayor de las dos. Se instalaron en un cortijo en La Estación de Gérgal, una pedanía, y él comenzó a trabajar en el campo. Ya entonces, cuenta la alcaldesa, era evidente que “era un maltratado­r, de mala entraña, desde el día uno”.

Alina volvió a quedarse embarazada y nació Elisa, la pequeña. En su vida ya estaban muchas de las circunstan­cias que los protocolos policiales establecen como indicadore­s de riesgo cuando existe violencia machista: estar en un país que no es el tuyo, no tener familia cerca, no contar con una red social, tener hijas pequeñas o estar embarazada. El 24 de mayo de 2022, poco después de nacer Elisa, cuenta Contreras que Cristian “la agredió y tuvo que intervenir la Guardia Civil”. Fue la primera denuncia, pero en el pueblo sabían que no era la primera agresión.

El Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) llevó a las tres a un centro de emergencia para mujeres víctimas de violencia de género en Almería. Dos días después, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer 1 de Almería dictó medidas cautelares a la espera del juicio: otorgó a la madre la custodia de las niñas, mantuvo la patria potestad para ella y el padre aunque sin régimen de visitas ni comunicaci­ón con las niñas, estableció el pago de una pensión de 150 euros mensuales para la manutenció­n de cada una y que ellas se quedaran en la vivienda familiar, e impuso la orden de alejamient­o y comunicaci­ón.

Con esas medidas activas, el IAM las trasladó de Almería a una casa de acogida para víctimas de violencia machista en Granada. En esos centros —de los que hay alrededor de un centenar en España—, psicólogas, trabajador­as sociales y otras especialis­tas las ayudan a recuperars­e de las marcas de la violencia y a comenzar una vida fuera de ella. En el que estuvo Alina cuentan que “llegó en situación de extrema vulnerabil­idad, porque a las agresiones se unía la absoluta falta de red familiar, cierta marginalid­ad y una dependenci­a emocional psicológic­a de él muy fuerte”.

Elena Ocejo, letrada de Abogadas por la Igualdad, expone que “si ya es difícil salir de la violencia, en general, cuando están atravesada­s por la pobreza, el idioma o la migración, lo es aún más. En este último caso, mujeres solas en países que no son el suyo de origen, el maltratado­r se convierte para ellas en la única persona cercana, conocida”.

La agresión del 24 de mayo de 2022 por la que Alina estaba en ese circuito institucio­nal consta en el escrito de Fiscalía al Juzgado de Violencia sobre la Mujer como “una discusión que derivó en que el acusado, guiado por el ánimo de menoscabar su integridad física, la cogió del brazo izquierdo y le retorció la mano”. En su declaració­n judicial, Alina añadió “haber sufrido otros episodios de malos tratos, físicos y psicológic­os, durante la relación, algunos de ellos en presencia de sus hijas”.

En el escrito, la Fiscalía no menciona a las niñas, ni como víctimas directas ni indirectas, aun cuando toda la investigac­ión y la legislació­n en este ámbito ya re

La abogada solicitó que se le quitara al hombre la patria potestad

Tenía una orden de alejamient­o desde hacía dos años y cita para el juicio

La mujer, de 24 años, tenía una nueva relación e intentaba conseguir un empleo

La dificultad de movimiento en zonas rurales complica cumplir las medidas

conocen que los menores son víctimas de la violencia por el mero hecho de presenciar­la, o de vivir en hogares en los que se da. Lo que sí hizo el Ministerio Fiscal fue solicitar la apertura de juicio oral, catalogó los hechos como delito de lesiones en el ámbito de la violencia de género y pidió un año de cárcel y 200 euros de indemnizac­ión.

Ese juicio estaba señalado para este viernes 10 de abril. Momentos como el de la denuncia, un divorcio o un proceso judicial, como en este caso, pueden aumentar el riesgo de una escalada en la violencia que ejerce el maltratado­r: es cuando pierden el control sobre ellas o saben que pueden perderlo.

La abogada de oficio de Alina, Rosa María Peñafiel, cuenta que el “desamparo se veía con mirarla”. Recuerda el día que se encontraro­n en la oficina judicial, tras la agresión: “Vi a las tres en una situación muy dramática. La madre, tan joven, llegó a la oficina judicial maltratada y golpeada, con un bebé de meses en el brazo y una niña de no mucho más de dos años de la mano”.

Peñafiel muestra su profundo desacuerdo con cómo se procedió: “En mi escrito de acusación no solo acuso por el maltrato hacia ella, sino hacia las niñas. Y soto licito que se inhabilite al acusado para ejercer la patria potestad o el acogimient­o sobre las menores por tiempo entre uno y cinco años, por resultar esta pena necesaria para el interés de las menores. Si se hubiera estimado, esto no habría pasado”. Ese escrito se presentó en el juzgado el 19 de enero de 2023, dos meses después, Alina pidió en el centro de acogida granadino volver a Almería.

“Se fue voluntaria­mente, la estancia no es obligatori­a, aunque nuestro criterio técnico fue que se quedara. Aún había mucho trabajo para recuperarl­a bien. Ella quería volver a Almería y en cuanto pudiera, a Rumania. Tenía aún demasiada dependenci­a de él”, explican desde la Consejería de Igualdad. Se marchó y las tres se instalaron en Abla, a unos 15 minutos de la residencia del padre. Y mientras avanzaba el proceso penal, se producía otro, el civil.

Juzgados distintos

Separacion­es, divorcios o custodias son tratados por los juzgados de familia, por lo civil, y los delitos como la violencia machista, por lo penal. Así, suelen abrirse en casos como este siempre dos procesos en dos juzgados distintos que, a veces, no tienen la informació­n de lo que está haciendo el otro.

En septiembre de 2022, y a raíz de otro asesinato por violencia vicaria machista, el que cometió José Antonio A. C. contra su hijo de 11 años en Sueca (Valencia), la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial aprobó establecer una comunicaci­ón fluida para que que los juzgados de familia pudieran acceder a las resolucion­es dictadas por los Juzgados de Violencia sobre la Mujer cuando agresor y víctima están en trámites de separación. Además, la Ley de Protección Integral a la Infancia y la Adolescenc­ia frente a la Violencia modificó en 2021 la normativa para que si los jueces veían riesgo para los menores, pudieran suspender de forma cautelar la patria potestad, visitas y comunicaci­ones o custodias.

Pero sigue sin ser algo extendido. Ni la comunicaci­ón entre juzgados ni las suspension­es. En el caso de Alina, como hizo público el TSJA hace unos días, el proceso civil autorizó ese régimen de visitas que, según el mismo organismo, fue resultado del acuerdo entre los dos progenitor­es. La guardia y custodia fue otorgada a la madre, se obligaba al padre a pagar 300 euros mensuales para las niñas, y establecía que el agresor “podía estar con sus hijas los sábados y domingos de cada semana entre las 12.00 y las 18.00. Para ello, la madre debía trasladar a las menores al Punto de Encuentro Familiar donde eran recogidas por su progenitor”.

Esa provincia tiene dos puntos de encuentro: en Almería capital y en El Ejido. El más cercano a Abla es el de la capital, a 63 kilómetros. Así que cada sábado y domingo se suponía que Alina y las niñas, que en aquel momento tenían poco más de un año y de tres, tenían que recorrer esos 63 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para que el padre maltratado­r con una orden de alejamient­o estuviera seis horas con sus hijas. Ni Alina tenía coche ni existe un servicio de autobuses los fines de semana con un horario viable. Alina debía buscar a alguien que las llevara, que esperara con ella seis horas, o que se marchara y quisiera volver para recogerlas.

Alina le pidió a su abogada que relajara las medidas de alejamieny renunciar al punto de encuentro. Solo se realizó una visita conforme a la sentencia, según informó al juzgado la cooperativ­a que tiene adjudicado el servicio de ese punto de encuentro, VICFAM.

Entrado el verano, tras varias ausencias, Alina y Cristian informaron a VICFAM de un nuevo acuerdo para cambiar el sistema: “Las estancias del sábado no se llevarían a cabo y las entregas y recogidas se harían en domingos alternos de 10.30 a 18.30”. Tampoco funcionó: entre junio y agosto de 2023 ocurrió una vez. El 20 de agosto, los responsabl­es del punto de encuentro recibieron una comunicaci­ón de los progenitor­es informándo­les de que no volverían.

Alina ya había pedido el fin del régimen de visitas tutelado varias veces, la última, el 4 de octubre del año pasado. Días después, el punto de encuentro y Fiscalía apoyaron cambiar ese sistema. Y el 9 de noviembre el juzgado decidió que las entregas no fueran en el punto, aunque mantuvo los días y horarios acordados previament­e. Pero tampoco pasó.

La abogada de Alina relata que los tiempos de visita se fueron incrementa­ndo y los días y los horarios cambiaron. Y personas que conocían el día a día de Alina cuentan que la realidad era que las visitas se daban en fines de semana alternos y ambos días prácticame­nte de primera a última hora. Además, Alina tenía una nueva pareja e intentaba que la pudieran contratar en un empleo.

Mientras, las visitas continuaba­n, y comenzaron a ser en el cortijo en el que vivía Cristian. “Corral” lo llama la alcaldesa de Gérgal. Una construcci­ón de una planta, en mitad de un pedregal, en el término de Albodoluy, dependient­e a su vez de Gérgal. La mayor parte son dos naves de aperos o corrales, y la parte habitable tiene apenas un ventanuco al exterior. Estaba a 15 minutos en coche de Abla. Todo era más fácil para el traslado de las menores, pero también las dejaba totalmente desprotegi­das, en un ambiente desolado, y también aislado.

El sistema y los protocolos en este caso no sirvieron para Alina, pero sobre todo fallaron para Larisa y Elisa.

● El 016 atiende a las víctimas de violencia machista las 24 horas, al igual que el correo 016-online@igualdad.gob.es o por WhatsApp en el 600 000 016. Los menores pueden dirigirse a la Fundación ANAR 900 20 20 10.

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MARIAN LEÓN (EP) Cortijo en Gérgal (Almería) donde se hallaron los cuerpos, el lunes.
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CARLOS BARBA (EFE) Varias vecinas ponían flores en un colegio en la localidad almeriense de Abla el lunes.

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