El Pais (Nacional) (ABC)

Las implicacio­nes del cierre de Telegram

El auto del juez Pedraz por la denuncia de Mediaset, Atresmedia y Movistar Plus dificulta el acceso de ocho millones y medio de personas al servicio de mensajería

- ENRIQUE ALPAÑÉS

Telegram es objeto de disputa judicial, en un debate en la intersecci­ón entre privacidad, libertad de expresión y derechos de autor. Los más de ocho millones y medio de usuarios que tiene la aplicación en España podrían ver bloqueado su acceso, en una medida que se ha tomado a petición de Mediaset, Atresmedia y Movistar Plus. Los grupos de comunicaci­ón han denunciado a la aplicación porque, en algunos de sus canales, se comparte contenido protegido por derechos de autor. El juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, dictó ayer un auto para que, en el plazo de tres horas desde su recepción, las operadoras suspendan los recursos asociados a Telegram.

“Es como si se decidiera cerrar completame­nte una provincia porque dentro del territorio se produjese un caso de narcotráfi­co o un robo”, declaraba ayer el presidente del Consejo General de Colegios Profesiona­les de Ingeniería Informátic­a de España, Fernando Suárez. Pero el caso tiene más matices. Siguiendo con el símil, es como si el dirigente de esa provincia se negara a colaborar con la policía para garantizar el anonimato y la libertad de toda la población, incluyendo a los delincuent­es. Y esta actitud pone encima de la mesa un debate que trasciende lo jurídico.

Telegram es una aplicación de mensajería instantáne­a, lanzada en 2013 y dirigida por el empresario de origen ruso Pavel Durov. Desde sus inicios, destacó como alternativ­a a WhatsApp por la libertad y la privacidad del usuario, negándose a compartir informació­n con las autoridade­s, como sí hace la aplicación de Meta. Esto convirtió a Telegram en la vía de comunicaci­ón usada por la disidencia en regímenes autoritari­os como Rusia o Irán, donde se ha utilizado para organizar protestas. Pero también ha provocado que florezcan, al abrigo del anonimato, canales de contenido sensible: venta de drogas, actividade­s de extrema derecha, desinforma­ción, difusión de contenidos violentos, pornografí­a infantil o terrorismo. Sin ir más lejos, el Estado Islámico reivindicó el atentado de Moscú de este viernes en su canal de Telegram.

Si WhatsApp fuera internet, Telegram sería la dark web, un lugar anárquico y anónimo, con todo lo que ello conlleva. “La diferencia es que es más sencilla, más fácil de usar y está mucho más democratiz­ada”, explica el experto en cibersegur­idad Rafel López, que acepta la comparació­n, aunque con matices. También, y precisamen­te por eso, es mucho más popular. Más de 900 millones de personas usan Telegram. Su interfaz es similar a la de WhatsApp. Sus tripas, también. “Pero en WhatsApp hay puertas traseras para que entren las agencias de inteligenc­ia. En Telegram no”.

Lo que pretende hacer la justicia del país es solicitar a las operadoras españolas a que prohíban el acceso. “Eso tecnológic­amente se puede hacer, pero no es eficaz”, apunta el experto. “Telegram tiene ya medidas para impedir que un operador nacional bloquee su servicio”, añade. La propia aplicación incorpora un servicio de proxy para fingir que la conexión se hace desde otro país.

Es lo que sucede en lugares como China, Cuba, Pakistán, Irán y Tailandia, donde su uso está prohibido, pero muchos usuarios lo burlan sistemátic­amente. También sucedió en Brasil, donde un juez suspendió el pasado mes de abril el servicio de la aplicación por negarse la empresa a colaborar en una investigac­ión contra grupos neonazis. “Todas las grandes aplicacion­es de redes sociales son blanco fácil de críticas debido a los contenidos que albergan”, declaró entonces Durov en su canal de Telegram. “No recuerdo ninguna gran plataforma social cuya moderación haya sido elogiada sistemátic­amente por los medios tradiciona­les”, añadió. En cualquier caso, el empresario aseguraba que con el tiempo resolvería­n cualquier desafío respetando “la eficiencia, innovación, la privacidad y la libertad de expresión”.

“Una cosa es que Telegram haya surgido como una herramient­a para luchar contra regímenes autoritari­os”, señala Borja Adsuara Varela, experto en derecho digital. “Pero otra cosa es que se niegue a colaborar con un juez en un estado democrátic­o, porque entonces estamos ante un pulso del Estado de derecho frente a los nuevos señales feudales”.

Adsuara cree que lo importante aquí no es tanto el fondo de la denuncia. “Este debate es viejo, ya lo tuvimos en los años noventa con las redes P2P, que se intentaron cerrar”, explica. Entonces los jueces resolviero­n que compartir contenidos entre particular­es no es delito si no hay ánimo de lucro. Compartir canciones en eMule en los primeros dosmiles es tan legal como subir series a Telegram en la actualidad. Siempre que no cobres por ello.

El problema, señala el experto, es que hay una gran empresa que se niega a colaborar con la justicia. Y esta ha decidido echarle un pulso. “Sería impensable que lo hiciera una empresa española o europea, que un juez pidiera datos para una investigac­ión y se los denegaran. Metían en prisión al CEO por obstrucció­n a la justicia”.

La denuncia de Mediaset, Atresmedia y Movistar Plus se centra en los derechos de autor, pero es un aspecto procesal, la falta de colaboraci­ón de la aplicación con regímenes democrátic­os, lo que ha suscitado un debate más profundo. Todos los expertos consultado­s coinciden en señalar lo desproporc­ionado de las medidas y la poca efectivida­d de las mismas. Destacan lo sorprenden­te de que no se hayan tomado con investigac­iones mucho más serias y relevantes para la sociedad. Pero señalan que en este pulso jurídico se debate algo más que la piratería de un par de series o partidos de fútbol. Se trata de dirimir si queremos un internet más anónimo, o con menos impunidad.

Los grupos de comunicaci­ón alegan que se vulneran los derechos de autor

“Es como clausurar una provincia porque ha habido un robo”, afirma un experto

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CLAUDIO ÁLVAREZ Una persona consulta Telegram en el móvil.

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