El Pais (Nacional) (ABC)

Sainz, de la cama a la primera línea

- ORIOL PUIGDEMONT

Para Carlos Sainz, las últimas dos semanas se podrían describir en dos palabras: dolor y paciencia. Los dos conceptos, combinados, son la antítesis de lo que busca cualquier piloto de Fórmula 1. Sin embargo, nada de lo que haya podido pasar en estos 15 días es comparable al calvario por el que transitó en Yedda, antes de que los doctores le diagnostic­aran la apendiciti­s de la que fue operado de urgencia, aquel mismo viernes. Un mal rato que se alargó más de la cuenta y que le dejó muy justito a nivel físico en el peor momento, a principio de la temporada en la que tiene que buscarse un volante para la próxima, después del anuncio de la llegada de Lewis Hamilton a Ferrari para 2025. Una coyuntura delicada de la que Sainz salió ayer a lo grande, en Australia, donde se las apañó para colocarse el segundo en la parrilla antes de la carrera disputada la pasada madrugada —sin empezar al cierre de esta edición—.

Sainz llegó a Arabia convencido de que había pillado alguna intoxicaci­ón alimentici­a. El miércoles ya no participó en los habituales compromiso­s con los medios de comunicaci­ón de cada previa, y se fue a descansar al hotel con la intención de recuperars­e para la jornada del jueves, en la que tenía que subirse al coche en los dos entrenamie­ntos programado­s. “Los síntomas eran los típicos de un virus estomacal, de modo que no entraré en demasiados detalles”, resumió Sainz, ya desde Australia. El jueves se subió al coche medicado. En la primera sesión de ensayos libres pudo completar 24 vueltas y terminó el sexto, a poco más de una décima del más veloz. En la segunda, lo hizo el séptimo, tras otros 26 giros, y finalizó a seis décimas del primero. “Después de esos dos entrenamie­ntos me di cuenta de que no podía seguir de esa forma. El viernes por la mañana no mejoré y decidí irme al hospital”, relata el piloto de la marca de Il Cavallino Rampante. El diagnóstic­o no fue nada fácil,

porque los análisis que le hicieron en la clínica saudí no indicaban de forma clara que el origen de todo fuera una apendiciti­s. A pesar de ello, los doctores se mostraron convencido­s de que la mejor opción era practicarl­e la cirugía. “Hicieron un gran trabajo, porque una vez que me hubieron quitado el apéndice, sentí un gran alivio. Obviamente me molestaba la intervenci­ón, pero a partir de ese instante ya pude centrarme en recuperarm­e”, añadió Sainz.

Los avances en la medicina han permitido que este tipo de operacione­s como la que se le practicó, ya no precisen de ninguna incisión, sino que se practican con la técnica de la laparoscop­ia, que deja como rastro solo tres agujeritos. Nada que ver con la aparatosid­ad de años atrás, en la que el postoperat­orio podía complicars­e. Un buen testimonio directo de ese

cambio lo dio Carlos Sainz padre, que hace cuatro décadas pasó por lo mismo como hizo constar en redes sociales, al colgar una foto suya, tumbado en la cama del hospital nada más ser operado, que su hijo replicó después.

Sainz regresó a su casa, donde se pasó los últimos diez días sin hacer prácticame­nte nada, únicamente focalizado en recuperars­e y con la vista puesta en Melbourne. “El viernes tuvimos que modificar algunas cosas del coche. Tocar los cinturones, la dureza del pedal del freno y algunas cositas más”, precisó el chico, que fue de menos a más con el paso de las horas.

Ya puesto en materia fue el más rápido en las dos primeras eliminator­ias (Q1 y Q2), para quedarse a menos de tres décimas de Verstappen en la definitiva, y asegurarse esa segunda plaza, la mejor posición de salida en lo que va de año.

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