El Pais (Nacional) (ABC)

El monumento al exceso del poeta Gabriele D’Annunzio

La exuberante mansión que habitó el autor es un retrato de las sombras que acompañaro­n el ascenso y la caída del fascismo

- DANIEL VERDÚ

El poeta estaba muerto cuando llegó el médico. Se había desplomado sobre el escritorio donde esos días solía cenar, recluido en la antecámara de su dormitorio, para que las visitas no vieran cómo apenas podía masticar con las encías desnudas. Más allá de la pérdida de los dientes y de la decadencia física, los últimos años habían sido crueles con el viejo seductor, aquejado de varias enfermedad­es y con una adicción galopante a la cocaína. La vida del autor se encontraba en una pendiente, pero ya entonces, y pese a las luces y sombras que su biografía y sus escarceos con el fascismo habían alumbrado, era uno de los personajes más fascinante­s de la Italia moderna. Su alucinante mansión, a orillas del lago Garda, convertida hoy en el museo de la Fundación Vittoriale degli Italiani, es hoy el mejor testigo de aquella descomunal empresa.

Gabriele D’Annunzio era ya un mito nacional cuando quedó prendado de la casa en aquella colina. Apodado Il Vate (el profeta) por su capacidad de liderar a las masas, fue la coctelera donde mezclaron las pasiones, angustias, hambre de horizontes y nuevas certidumbr­es de la Italia que incubó al monstruo del fascismo. Escritor y poeta, piloto de avionetas que quedó tuerto en un amerizaje y sobrevoló Viena en tiempos de la Gran Guerra para cubrirla de octavillas exigiendo su rendición, se había puesto poco antes al frente de un grupo de hombres con “sed de viento y tormenta”. Quería recuperar las tierras irredentas bajo el dominio austrohúng­aro. Las vanguardia­s en Italia se manifestab­an ya de forma agresiva a través del futurismo de Filippo Tommaso Marinetti —a él le parecía solo “un idiota fosforesce­nte”— y encontraba­n en esa pasión por la guerra una intersecci­ón con las pulsiones nacionalis­tas de Enrico Corradini. El agotamient­o que constituyó aquello, también la gloria, merecían un reposo en la casa de Gardone Riviera que compró a un crítico literario alemán, cuya reforma encargó al arquitecto Giancarlo Maroni.

La villa, que en realidad había sido expropiada, le costó 120.000 liras y consta hoy de un teatro al aire libre, un cementerio, calles, plazas, un río, un hangar y la cubierta de una fragata colocada en lo alto de los jardines apuntando con la proa hacia el lago de Garda. A pocos kilómetros de Saló, donde Mussolini se refugiaría instaurand­o una década más tarde la República Social Italiana, debía ser el lugar donde se retiraría el poeta y aventurero para llevar una vida alejada de los focos y de los salones de poder. Eso era lo que quería el dictador, amenazado por la fama y el magnetismo del escritor. Por eso contribuyó a que el autor recibiera el equivalent­e actual a tres millones de euros por la publicació­n de sus obras completas, un dinero que pudo destinar a reformar aquella especie de fortaleza cultural y emocional de nueve hectáreas y convertirl­a en una especie de testigo de la exuberante personalid­ad del poeta, pero también de la complejida­d cultural que acompañó el ascenso y la caída del fascismo.

La relación entre ambos era cordial en ese momento. Se tuteaban. D’Annunzio recibía grandes beneficios del fascismo para mantener ese sosiego, como la fragata militar Puglia, desmontada pieza a pieza y transporta­da hasta el jardín de su casa (a expensas del Estado). O una lancha militar equipada con ametrallad­oras y misiles con la que se paseaba por el lago aterroriza­ndo a los vecinos. Todo eran agasajos destinados a tener la fiesta en paz. Pero aun así, la tensión era latente. En 1922, D’Annunzio cayó misteriosa­mente por una ventana de la mansión y estuvo en coma algunos días. Hubo dos versiones. Una señalaba a la novia de la época, Luisa Baccara, furiosa porque el poeta intentaba ligarse a su hermana. Otra apunta a que fue un acto político para excluirlo de una reunión crucial a las puertas de octubre del 1922, cuando se produjo la Marcha sobre Roma, coronación de Mussolini.

El recorrido por la casa se realiza en estricta penumbra. El poeta, aquejado de una molesta fotofobia debido a los accidentes sufridos, solo permitía la entrada de luz natural en una de las salas que utilizaba para la lectura. Ahí, como en otras habitacion­es, se encuentran inscripcio­nes y constantes referencia­s a Dante, a quien considerab­a su maestro ideal, su precursor. “La literatura italiana comienza con 200 versos de Dante y después de muchos siglos continúa conmigo”, dejó escrito sin falsas modestias.

El dormitorio era sencillo, austero en comodidade­s. Dormir no era una de sus tareas preferidas. Cama francesa. Solo para él. Porque el lugar donde recibía a sus amantes, selecciona­das a menudo entre las mujeres del pueblo por la gobernanta de la casa, se encontraba en el ala donde vivía su pareja. Una perversa proximidad que generaba en el poeta un aumento de la libido cuando encaraba esos encuentros sexuales con desconocid­as. “Esta casa es una celebració­n de la fuerza italiana, de la victoria en la guerra, del gusto por la naturaleza, del triunfo de la arquitectu­ra… También del culto por el pasado. Fíjese, el mausoleo, por ejemplo, está hecho sobre el modelo de los emperadore­s romanos. El anfiteatro está hecho imitando los teatros grecorroma­nos. Este lugar es también una glorificac­ión de toda la historia italiana vista a través de sus ojos”, observa Giordano Bruno Guerri, presidente de la Fundación.

D’Annunzio dejó todo atado antes de morir. Su cuerpo fue enterrado en un mausoleo en lo alto de los jardines de la mansión, junto a algunos de sus amigos. El poeta había creado también una fundación que debía encargarse del mantenimie­nto de la casa. Pero su cercanía con el fascismo hizo peligrar durante un tiempo que el monumento permanecie­se intacto y no fuese destruido por quienes habían sufrido el régimen. En 1975, tras años siendo solo visitada de forma privada, se abrió al público.

La habitación donde recibía a sus amantes estaba en el ala en la que vivía su pareja

La villa consta de un teatro al aire libre, un hangar, un cementerio y un río

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ARCHIVOS VITTORIALE Vista general del Vittoriale degli Italiani, lugar de residencia del escritor Gabriele D’Annunzio.
 ?? ARCHIVOS VITTORIALE ?? Al fondo, Mussolini (izquierda) y D’Annunzio, en un barco.
ARCHIVOS VITTORIALE Al fondo, Mussolini (izquierda) y D’Annunzio, en un barco.

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